El gran Gabo tiene un poema que comienza con algo parecido a "Con el tiempo he aprendido"...
Yo no escribo poemas porque lo de la obligación de la rima me corta y coarta e inquieta y me fuerza y hasta me violenta, con lo cual el mensaje que quería transmitir en algún momento se distorsiona. Porque no sé hacerlo, simplemente.
Tampoco soy Gabo aunque me encantaría haber redactado alguna parte de su obra y tener su visión global. Por eso le leo cuando puedo pero puedo poco por falta de tiempo y no de ganas.
Por supuesto, tampoco plagio ni me inspiro ni infrinjo derechos de terceros. Ni de autor ni cualquier otro tipo de derecho que se os pueda ocurrir. Esa es la razón de que el título del post no sea el entrecomillado anterior sino otro...
Todo esto para decir que con el tiempo he aprendido que normalmente no se puede tener todo ni a la vez. Que hay que priorizar los deseos, las ganas y también las querencias. Y que hay que respetar [sinceramente y desde lo más hondo] a los seres humanos. Hay que renunciar, a veces.
No es posible simultanear las cosas ni las personas [aunque haya quién lo hace] por varias razones: por sentido común. Por elegancia y educación. Por el dolor que se genera a los demás y a un# mism#. Por la mentira, el engaño, la falta de franqueza, la falsedad. Por la comedia en que se convierte la vida y por la mirada vacía que te devuelve el espejo cada mañana y cada noche. La sonrisa gris y mate que se te instala sobre el mentón sin que te des cuenta, sin percibirla. Pero se ve.
Además, he aprendido que, aunque en algún momento se simultaneen personas, a pesar de todo [vamos tirando primeras piedras, si os parece...], se aprende la lección rápido, se rectifica el tiro, el castigo propio es duro y se supera pero no quedan ganas de reincidir, por el miedo a doler, por las secuelas que se te instalan debajo de la piel. Por el riesgo a perder. Un# no repite errores, cuando tiene la suerte de que la vida le regale una segunda oportunidad.
La primera vez que te engañan el problema es de quién te ha engañado. La segunda vez que te engañan el problema es solo tuyo.
Por idiota.
Todos sabemos que la frase no es mía. Aunque me reviente reconocer que son los árabes y sus proverbios quienes la han dado a conocer.
Porque en la vida no siempre ganamos.
Tampoco podemos tener en nuestro universo a tod#s l#s amantes que nos atraen y nos gustan, para experimentar, tod#s a la vez y pasarlo bien. A no ser que entre dentro de las normas preestablecidas, acordadas y aceptadas por las dos partes contratantes [¿pero el sentido común no basta, para suplir estas normas no escritas? me lo seguiré preguntando mi segunda mitad de la vida -dure lo que dure- y ahora lo verbalizaré siempre, apelando a una deformación profesional honda e inmutable que no puedo vencer]. A no ser que decidas vivir en una orgía contínua o instalarte en el hedonismo y convertirte en un ser melífluo y vacuo, superficial, estético, plástico...
Todo muy respetable, naturalmente. Aquí cada cual vive como mejor le parece porque somos mayores y sabemos cuidarnos muy bien. Mucho.
Porque he aprendido, además, que el riesgo de todo esto [de pretender que es posible tenerlo todo a la vez y destruir a quien se nos acerca con la mejor y más dulce de las intenciones] consiste en que podemos perder lo que realmente importa, quién de verdad es importante en nuestra vida, aquel o aquella a quién hemos tenido la fortuna de encontrarnos como un regalo en medio de un camino, el futuro que ya nunca sabremos si hubiera sido, de haber sido todo honesto y transparente, como es de esperar en personas bien pensantes y educadas en los mejores lugares del mundo.
Lo que ya sabía de antes es que hay experimentos que no permiten una vuelta atrás ni recuperar un status quo ni volver a sentir lo mismo cuando una capa de dolor se ha instalado en el alma y ha recubierto el corazón, que late tan despacio desde entonces. Tan triste, como un puzle.
Qué consecuencias tan devastadoras esas horas compartidas en una cama y una ducha... Qué duro conocer los engaños y esconder los encuentros, los préstamos de objetos, las citas clandestinas y la correspondencia disimulada, borrada, archivada... Los coqueteos... Cuántas mentiras y cuántas verdades escondidas un día y otro... Qué cantidad de compartimentos estanqueizados herméticamente en los que no se podía entrar porque ni siquiera se sospechaban mientras abrías los tuyos propios para ser honesta contigo misma, compartir desde el tuétano, no caer en los mismos errores del pasado, construir algo conjunto, común, el refugio. Cuánto dolor y tantas consecuencias por agradecer... No ha salido aún, el daño. Como es de ver...