Nunca lo recuerdo. De una vez a la otra, tan separadas, logro dejarlo en algún lugar de mi no consciente. Hasta que vuelve y me sorprende, con mayor intensidad. No sé si es el tiempo que llevo encima el que lo potencia, pero aseguro que esta vez ha sido con tanta fuerza, con tanta furia, que me ha desolado por dentro y me ha agarrotado la garganta, impidiendo articular voz, sonido. Solo ganas de llorar, sintiéndome en un desierto, el mío propio, ese que hace que haga ya tantos años que no soy, que vivo en algún lugar distinto a mi, que no me reconozco.
Miedo. Desolación. Soledad. Otras lindezas tan tópicas que obvio dejarlas aqui. Serán diez días. Diez noches. Diez mundos. Diez vidas. Dos continentes. Diez mil anécdotas que me pierdo. Veinte mil momentos en los que echar de menos. Y sus lágrimas [idénticas a las mías de ahora].
Y su voz pequeña, angustiada... mami, es que si se cae el avión... Y una pena, su impotencia, la mía. Los remordimientos del egoísmo. Los replanteamientos de una vida por vivir, con sus reproches de colores, como el papel de envolver, charol, satin o pinocho. ¿Y si se cae? Me pongo a imaginar, adivinando las letras en el teclado, más por inercia y práctica que por nitidez.
Suspiro y su olor está en mis manos, procedente de las suyas, en todos esos minutos en que me las ha sujetado sin poder despegarse ni un centímetro, entre abrazos apretados de melena al viento y la cabeza hacia atrás, consciente del fin de las cuentas, de que venían por ella. Pidiéndome besos en su piel para poder regresar a recogerlos cuando me extrañe, en el mismo lugar, esta vez el dorso de la izquierda, al azar, por comodidad. Allí he depositado diez mil besos cortos, apretados en la piel, escondidos en los pliegues, esparcidos generosamente en toda la superficie para que sean también besos fáciles de encontrar, en caso de necesidad. Qué caso tan probable, el de esta necesidad. Dios mio...
Mientras, él, tan mayor, tan cambiado, tan de ángulos rectos y mirada asustada, disimulándose a si mismo, a mi misma. Despidiéndose a su modo, con algún abrazo, sufriendo ante la frase en cursiva que oyó al vuelo, pensando en voz baja un algo así como qué iba a ser de mi si se cae?
Todavía no saben que, siempre, la vida continúa.
A pesar de todo, de cualquier cosa. Incluso de estas ausencias tan desgarradoras...