Encajábamos, suave y dulcemente. Nuestra piel se encontraba, se reconocía. Nos deslizábamos entre los labios. Se abrian todos los poros y cerrábamos el abraz, estrecho, las manos caminándonos por todas partes y los ojos cerrados. El alma callada, percibiendo, atentamente, y sintiendo.
Encajábamos, redondeándonos, rodeándonos. Nos observábamos con cuidado, pendientes del detalle, del gesto, el suspiro y la caricia. Te quería. Para mi...
Sabía que aquellas sensaciones
ResponderEliminarque guardaba celosamente en mi
serían secretos desvelados
en otros cuerpos.
Sabía que el ser que amaba
no me pertenecía
que se marcharía
sin ni siquiera abandonarme.
Sabía que aquel extraordinario sabor
se convertiría en hiel amarga
pudriría mi alma
secando mis ojos
y dejando oscuras cuencas vacías.
Sabía que el dolor llegaría
despacio intenso sin ser esperado
mordiendo lentamente mi corazón
mis venas mi ser
Ser sin ser...
Todas esas cosas se saben... Y, sin embargo, ¿quién sabe?
ResponderEliminarFeliz semana.