Aquí se viene a jugar con las palabras. A vaciar nostalgias. A comprender miradas y silencios. A compartir sin disfraces. Con seudónimo pero el alma verdadera...

jueves, 31 de diciembre de 2020

Lecciones...

Me empleo a fondo para convertir lo regular en extraordinario. En mi descargo puedo decir que tengo enormes motivos para hacerlo.

Sobre la marcha, en plena carretera de curvas, en un viaje tranquilo dando rodeos, sin prisa y parando para fotografiar, una llamada de esas que tenía pendiente para cuando tuviera tiempo, cuando fuera el momento. “En breve paso por tu pueblo. Estás? Estás disponible?”. Así. Improvisando. 

La respuesta ha sido: “Qué ilusión, tu llamada! Nadie viene a verme. Esto queda tan a desmano que...”, como justificándose.

Está haciendo cuarenta años de nuestra amistad. Me gusta pensar que soy de relaciones [anchas, amplias, diversas, ricas] largas, aunque últimamente...

Fue niño de anuncio, del tipo querubín: ojos verdes, cabello rubio con amplios rizos y piel muy blanca. Sonrisa cándida. De madre alemana. Ahora es un tipo canoso y atractivo, consciente de las dos cosas.

Me ha abierto su casa, su jardín trasero y hemos tomado el sol de invierno mientras volvíamos a ponernos al día. Sin nada que tapara nuestras expresiones, nuestras voces, bien separados y abrigados.

Sin pretenderlo [todavía no lo sabe], me ha dado varias lecciones, hoy, y algún consejo, que necesitaba y he escuchado y aceptado, ávida de ayuda.

He escuchado, sorprendida, cómo me contaba que en estos tiempos puede pasar cuatro o cinco días sin ver a nadie más que a los tenderos, cuando sale. Cuatro o cinco días, me escandalizo?? Y yo me sentía sola...

También me ha dicho que lleva en el móvil una fotografía de una familia de refugiados que viven el invierno en una furgoneta pequeña. Dice que le recuerda que, a pesar de todo, es un privilegiado. Y yo pensando en mudarme...

Vive austeramente, como un anacoreta, necesitando poco y plenamente consciente de su soledad. Y, mientras, yo asfixiandome en la mía...

Hemos escuchado un rato el silencio que él oye cada día y a mi me ha parecido ensordecedor. Y preciosa su hospitalidad y compañía, hoy, precisamente...

miércoles, 30 de diciembre de 2020

A veces, las preguntas...

Leo en algún lugar que las preguntas y las palabras que se atascan en la garganta conviene sacarlas, expulsarlas, vomitarlas violentamente, si es necesario. También recuerdo lo que se dice sobre las emociones contenidas, que hacen bola, bajan defensas, acaban por enfermar si se las ignora. Incluso lo que alguien me dijo no hace mucho sobre llamar si apetece hablar, pedir si se desea algo, compartir los sentimientos... y no dejar que sean los otros quienes adivinen y se equivoquen, por lógica. Aplastante.

Y como a mi se me está haciendo una bola de proporciones gigantescas, del tipo diámetro de satélite, globo terráqueo, planeta, voy a deshacerme de las dudas. Y pregunto al cosmos, a mis guías o ángeles custodios, a quien sea que vele por mi [si sigue desempeñando sus funciones, cosa dudosa últimamente...] por qué se ha desvanecido, por qué se aleja cuando hay distancia física, por qué no comparte lo que sean sus pensamientos, por qué abandona la partida y la transforma en un solitario, por qué no encaja estar pensando y proyectando un camino compartido y sentirse apartada, nadie, un estorbo...?

Por qué es tan difícil avanzar en un objetivo común, que requiere esfuerzo, voluntad, ganas y encaje? Por qué sentirse nada, nadie cuando existen posibilidades y opciones y hay privilegios y luego siempre compensa, cuando se comparte en las circunstancias adecuadas? Por qué de pronto no me funciona ninguno de los recursos que antes dominaba para pacificar, proyectar, disfrutar viviendo? Por qué me duele estos horrores el adivinar el fracaso, buscar mi responsabilidad...?

Hoy, que he huído de mi misma y del lugar que debía ser mi paraíso para adentrarme e instalarme en el confortable y cálido hueco de mi casa, solo me asaltan los por qués en la rendija que deja el desasosiego, entre la soledad y los miedos... Un plan horrible, cierto?

martes, 29 de diciembre de 2020

También hay días muy difíciles...

Una nunca sabe a quién o qué va a echar de menos. 

Por alguna razón nos vemos fuertes en los momentos de debilidad y no nos comprendemos tomando decisiones que forzosamente van a impactar en nuestra vida. Entonces es difícil de ver. Seguramente ni lo sabemos, actuando por impulso. Pero sucede. Tarde o temprano sucede. Se caen los velos y se recuerda lo que fue bueno o nos hizo felices. Y cuando estás en el centro de una nueva etapa que entonces parece estupenda, es imposible darse cuenta de que la veremos más tarde con una perspectiva que distorsiona. Y probablemente nos arrepentiremos de haber tomado esa decisión que nos parecía maravillosa y la única. Nos equivocaremos. Tantas veces.

A veces, extrañamos lo irreversible... Y lo imposible.

Crepita la leña en un fuego difícil de encender. Estoy en baja forma y no había manera de que arrancara. Se consumen los troncos como si llevaran media vida cortados, incandescentes. Me ha costado conducir y me veo desde fuera, crítica. Me han costado muchas cosas hoy. Dormir. No llorar por la carretera, no olvidarme nada en la compra elemental, no sentirme en el Polo. No sentir, ni mirar al frente. Solo hoy. Solo ahora. Nada más. Tragar y comer. 

Cierro volviendo al título. Porque está siendo un día muy difícil, la noche se adivina fría y muy larga y ni siquiera soy capaz de pensar en mañana...

lunes, 28 de diciembre de 2020

Roots...

Todo lo que puede parecer es, sin duda, mentira. Excepto los gritos que escucho entre pitidos de diferente frecuencia, a ambos lados, aquí dentro. Las ideas televisivas de días felices en mi caso son espejismos. Y frío, sonrisas un poco a la fuerza y presencias sin orientación, sin concentración. No siempre quise estar ahí, con tanta gente.

Raíces? Casa? Dónde? Y quién? Pero cuándo?

Escucho a alguien hablar de planetas. Casual, por cierto. Y comenta acerca de luna llena en Géminis, resets en general, cierres de una etapa que se inició el 21 de junio, cuestionamientos, rediseño de proyectos y redefinición de roles.

Seguiré atenta, como siempre, como desde hace tanto. Solo por si es cierto que influyen de alguna manera [los planetas]. Y seguiré intentando deshacerme de la idea de que voy a tener que instalarme en el pasado para abrigarme, para sentir que existo, para formar parte y abatir la soledad a golpe de silencio.

Entro en un agujero aún más profundo. En plena parálisis. En busca de respuestas, listas, ilusiones, un poco de ganas. Todas las presencias se convierten en silencios vacíos, en abandonos dolientes y lo que desde fuera parece enorme, gigantesco, es por dentro un sinsentido ilimitado, hoy y ahora. La empatía siempre, siempre es una herramienta de dos direcciones, como las dos caras de un vinilo. Y hay que saber interpretarnos...

sábado, 26 de diciembre de 2020

Las Navidades son una fecha para olvidar...

Sí. Lo dice una nostálgica recalcitrante. Y son más difíciles a medida que pasan los años porque se suelen acumular ausencias y se suman vacíos. Hay sillas sin ocupar y se agolpan los recuerdos, incluso si mudamos de escenario. Persiguen. 

Lejos de ilusionar, debilitan y entramos en un paréntesis raro en el que nos separamos de quien nos acompaña cada día para reunirnos con aquellos a quien corresponde. O nos quedamos solos. O no celebramos, aunque estemos acompañafos.

Son fechas difíciles, extrañas, largas, desconcertantes y nos impacientamos, ansiosos por regresar a nuestra realidad y retomar comtumbres y rutinas y hábitos, no muy grandes, en éstos últimos tiempos...

Extrañamos lo que no tenemos y nos cuesta entender que nuestro lugar sea en esta compañía. Y me han contado que hay gente a quien le gustan estas incertidumbres provisionales que interrumpen la vida...

lunes, 21 de diciembre de 2020

Descripción gráfica de la palabra pánico...

Existen momentos memorables, es cierto. Y otros que preferirías no haber vivido nunca y sientes que nadie debería padecer lo mismo. Ni una décima de segundo...

Es de noche en un invierno que ha dejado de ser frío, tras una semana fresca a esta orilla del Mediterráneo. Y me tumbo en el sofá color verde oliva en el que he estado pensando largamente durante todo el día. Aún no he terminado de acomodarme bajo una manta de alegres y grandes cuadros de colores, mando en ristre, cuano suena el interfono. Firme, algo largo, dos tonos seguidos. Distinta, la llamada.

Asumo que acaban de olvidarse algo al salir de casa y casualmente miro por el visor del vídeo antes de darle automáticamente al botón para abrir la primera de las dos puertas. 

- Mossos de Esquadra. ¡Ábranos! - espeta un voz masculina, grave y autoritaria-.

- (...) - Abro sin decir nada. Mecánicamente. Obediente. Muy improbable que suban a este piso, pienso.

Suena el segundo timbre, algo más impaciente, apresurado. Me preguntan si vivo en el piso quinto, puerta segunda. Respondo que sí. No les cuento que era un requisito imprescindible para mudarme de hogar: que fuera alto, muy alto y luminoso. Me informan que suben.

Estupefacta, salgo al rellano y observo hacia el patio interior que da a la amplia y diáfana portería modernista y, con la perspectiva que me da la altura, alcanzo a ver en picado deambular nerviosos hasta seis pequeños Mossos de uniforme  (unos, vistiendo el normal azul marino con detalles rojos; otros, como de asalto para casos más peligrosos, idénticos colores, con casco), que murmullan el número del piso, que repiten el nombre de mis dos hijos: primero, uno. Luego, la otra. Y el apellido paterno, tan excepcional y tan mal pronunciado. Sigo pensando que es un error pero de pronto siento terror por no saber nada de mis dos hijos, de ninguno de ellos (¿desde cuándo?, intento pensar deprisa, sin éxito, mente nublada...).

Un par de policías suben en el ascensor, que es de los antiguos y muy lentos, y se presentan a mi puerta, con sus mascarillas y la mano derecha apoyada sobre sus pistolas. Uno se identifica como Caporal. Imposible escuchar y retener el nombre. Es el que está más nervioso. Y quien tiene el mando.

- ¿Con quién vive?, ¿cómo se llama su hijo?, ¿y su hija?, ¿dónde están?, ¿cómo está su hijo, de qué trabaja?, ¿cuándo lo vio por última vez?, ¿cómo estaba y cuántos años tiene? - disparan sin órden ni concierto, improvisando, un sinfín de preguntas difíciles para una madre en shock, sola, que lo único que puede pensar es que a su hijo le han dado una paliza, han encontrado un cuerpo sin identificar, me trasladarán al hospital a que los reconozca, que a la niña la han atacado...

Doy la referencia de la dirección de mi primogénito y, de manera simultánea, dan órden por los walkie-talkies a los compañeros que aún siguen abajo para que se dirijan allí. Como en off, lo oigo. Desde afuera, desde muy lejos. Como si nisiquiera escuchara yo. Llamo a mi hijo sin que ellos me lo pidan, con miedo y urgencia, y me responde inmediatamente  y me cuenta que está en su casa, que está muy bien y me pregunta qué me está pasando. Le entrego el teléfono al Caporal sin preguntarle y se ponen a hablar. Le interroga, pobre.

El Mosso que no está al mando me cuenta que el 112 ha recibido una llamada de emergencia. Al parecer, mi hijo llamó a una amiga para decirle que estaba desesperado y que quería suicidarse. Ella avisó a la policía y dio una dirección. Aproximada. Y un piso, inventado, parece claro. Nada cuadra. Tampoco mi miedo.

El chico de pensamientos suicidas tiene (o tenía) un apellido poco común de orígen árabe. Los míos comparten un primer apellido extraño y difícil de pronunciar, de procedencia y etimología vascos. Y lo lucen orgullosos en los buzones de la portería.

Eso es lo que los Mossos leyeron para decidir que el potencial suicida era mi hijo y para entrar en nuestras vidas y, sin saber, darles un vuelco. 

Ellos [mis hijos] y yo seguimos pensando si los Mossos habrán encontrado al chico, si habrán llegado a tiempo,  qué habrá sido de él chaval del apellido difícil de recordar...

Memorable. O tal vez no...

La memoria se reblandece y a veces es imposible recordar. Ver hacia atrás no siempre es encontrar miradas amables, personas de carne y beso, realidades completas. Hay relaciones prescindibles, otras solamente son errores. Lo crucial, al final, es construir momentos memorables y tener la fortuna de que quien te acompaña quiera hacer exactamente lo mismo contigo y trascender. Lo que presenta dos direcciones suele acercarse a la perfección, aunque no pueda ser garantía de nada.

Por eso, es interesante revisitar los episodios vividos, recordarlos en conjunto y responder a una pregunta personal, relacionada con la memoria de los otros sobre ti misma. Un ejercicio complejo y útil para saber si eres quien quieres ser recordada...

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Busco casa...

A estas alturas vivo en busca de motivos y de razones. Quizá no sean más que excusas. No son motivos ni razones para vivir, si no para sentir que pertenezco.

La pertenencia pasa por lugares y, especialmente, por personas. Me reconozco tribal y gregaria, primigenia convencida y escucho los avisos, las señales, las llamadas. Estamos hechos para vivir en grupo, ser protegidos, sentirnos a salvo en caso de amenaza.

Busco, consciente y a veces no, el ancla y el puerto final, definitivo. Es una novedad que debe agravarse por la edad y la incertidumbre de la provisionalidad. No más.

Eso no se elige. Las ganas de llegar a casa, digo. Incluso a mi me ha sorprendido tanta persistencia e interés desconocidos. La paciencia se aprende de la misma manera en que las letras entran.

Desasosiego. Eso respiro y mastico. Desconcierto, porque no consigo entender los motivos reales, que solo puedo deducir, con pánico a errar.

La única verdad es que busco casa. Lugar. Hogar. Tierra. Vínculo. Nexo. Meta. Vida. 

Escucho ofertas...


domingo, 6 de diciembre de 2020

El invierno viene frío...

Han llegado los primeros fríos a la ciudad, tan desconocida ahora, tan cerrada y dormida, tan iluminada...

Y me han helado el alma. Y el corazón. Y han borrado los caminos, cubiertos en blanco, como de escarcha. 

No se puede caminar hacia ningún lugar cuando una no sabe a dónde ir...

martes, 1 de diciembre de 2020

Devendrás...

Devendré y seremos lo que nunca pudimos ser, 

lo que hubiéramos sido sin saberlo hoy, 

lo que nos empeñamos en convertirnos,

aquello que siempre soñamos sin adivinarnos.


Devendremos diferentes cada vez,

conscientes de nuestra propia provisionalidad,

tratando de construir, uniendo dos pedazos imposibles,

frenando los impulsos de deshacernos, en lucha.


Devendrás fuerte y serenamente,

consciente de nuestros límites, de los fines,

sabiendo de líneas rojas y muros enormes,

gruesos e inabarcables, nuestros.


Y devendré,

devendrás,

y devendremos:

sin saber cuánto dura el futuro,

el nuestro y el tuyo, el mío. 

Juntos. 

Eterno...


Aquí está todo...

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Si. Claro. Cómo si fuera tan fácil hacer una definición completa y, además, ecuánime de una misma a estas alturas de la vida... Creo que, por lo menos, necesitaría un fin de semana. ¿Hace? ¿Si? :)

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