Aquí se viene a jugar con las palabras. A vaciar nostalgias. A comprender miradas y silencios. A compartir sin disfraces. Con seudónimo pero el alma verdadera...

martes, 29 de septiembre de 2020

Grietas...

Con el tiempo hay quien aprende a vivir con grietas y cicatrices. Otros nunca sabrán y algunos ni siquiera tomarán consciencia de que alguna vez les agrietaron. 

La palabra grieta me resulta tan rotunda y decisiva e irreversible que me estremezco al leerla. Es gráfica, es acertada, es exactamente lo que queda tras un episodio triste, de cualquier tipo. Como una ausencia. O un abandono. O un amor que no pudo ser. 

Te agrietas y la mirada se vuelve un poco menos brillante y la piel se apaga y te pasa un camión por encima. Te agrietas y aparece una arruga que antes no estaba y la sonrisa es más difícil y se cae imperceptiblemente. Al vacío.

Pero se te agrieta hasta lo invisible. El alma. El corazón. El sueño. Los sueños también. 

Y por fuera es muy fácil reconocer a alguien agrietado. Sonríe poco y de manera nada convincente, mirada triste y distraída, como desconcentrada y sin interés. Un panorama, vamos...

martes, 22 de septiembre de 2020

Memorable y sublime...

Hay cosas sublimes.

Y luego está que te den la mano en el primer Movimiento de la Novena (o era el Segundo?) en la penúltima fila central del segundo piso del Palau y que la caricia se prolongue durante casi la totalidad del concierto, reposando nuestras manos, la una sobre la otra [la mía encima], cómodamente en mi pierna derecha, sin mirarnos y en silencio hasta que estallaron los aplausos.

Hay momentos memorables.

Y luego está que, como en la canción, me llames después de habernos colgado, solo para decirme que me quieres. No consigo desprenderme de la cara de sorpresa/ilusión/alegría/felicidad que tengo desde entonces...

viernes, 18 de septiembre de 2020

Sentir...

Sé que soy capaz de sentir muchas cosas. Como todo el mundo, diréis. Pues evidentemente, o no. Porque hay quien no sabe sentir nada y quien se excede y se desborda alguna vez. Como yo, en ocasiones. Para amar hasta quedarme vacía o morir de la pena. Así soy, sí.

Hace ya algún tiempo que siento [hace bastante más de quince días, ¿verdad?]. Muchas cosas. Intensamente pero sin exagerar. Con respeto y prudencia, con cuidado y tantas veces en silencio, por dentro. Mordiéndome los labios, alguna vez. Observándome desde fuera, sabiendo que a menudo procede escuchar en lugar de hablar, discretamente.

Digo que siento muchas cosas, que intento ordenarlas todas, ponerlas en su sitio justo y exacto, sin magnificar, sin forzar, sin ignorar.

Me ha parecido precioso que me contaras que ayer sentiste una ternura infinita durante una escena bastante cotidiana en uno de tus territorios. De esta manera sabes con precisión una de las tantas cosas que siento por ti y que me resultan fascinantes...

A veces lo fácil...

A veces lo fácil es vivir. Seguir adelante, caminar con pasos cortos pero firmes, avanzar.

Otras veces eso es, simplemente, un esfuerzo titánico e inabarcable.

Pero vivir en paz podría suceder sin plantearse cada una de las cosas que nos están pasando, sin necesitar pensar para poder tomar decisiones, simplemente tratar de entender. Porque si comprendemos nos desprendemos de la incertidumbre.

A veces vivir es solamente eso. Vivir. En lugar de buscar problemas, el conflicto, de cuestionarse lo de antes y lo que ha de venir.

Vivir es saber estar aquí y ahora, siendo lo que una es, sin invocar el drama, sin entretenerse en los obstáculos.

Vivir es tomar las cosas [y las personas] como son. No como nos gustaría que fueran. Sin resistencias frente a la realidad.

Pensamos mucho sobre la vida y lo que nos sucede y en realidad la vivimos poco. Y solo hay una, no hay ensayos ni borradores, no podemos rebobinar y no hay tiempo que perder...!

jueves, 17 de septiembre de 2020

La importancia de...

La importancia de la risa, de unas carcajadas, del desenfado y el humor. De ver la vida de otra forma, de una manera distinta, bajo una mirada totalmente diferente. 

La del silencio y el avanzar despacio, sin que haga falta hablar, porque no es necesario romperlo, llenarlo de palabras, y sentirse cómoda en el centro de esa nada silente y callada.

La importancia de las cosas importantes como el respeto y la educación, la amabilidad, saber amar y que importas, de alguna forma, a alguien. Y sentirlo.

La de los gestos, las señales, la forma de comunicar todas esas cosas importantes. Las emociones, que nos empujan a tomar decisiones, que se despiertan cuando no hay indiferencia, cuando reaccionamos al menor de los detalles: un silencio, algunas palabras, la risa o la indiferencia.

La importancia de los proyectos, la ilusión, los nuevos mundos, la paciencia y la perseverancia, motores de otros despertares, apertura a etapas recién estrenadas que todavía desconciertan porque no es posible aún calibrar el grado de importancia que anotaremos en nuestro balance, en algún momento, cuando volvamos la vista atrás y nos preguntemos.

Hay cosas tan importantes como dejar una caricia, como de pasada, en el hombro o la muñeca; como besar dulcemente para recordar que persiste la emoción; como llamar para saber únicamente cómo se pasó la noche. 

Me quedo con todas esas cosas cruciales...


martes, 15 de septiembre de 2020

Hoy Mario hubiera cumplido 100...

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
         no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
solo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
       pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
solo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
              entonces
no te quedes conmigo.

Mario Benedetti

Una canción cualquiera en un lugar oscuro...

El poder de la música, ¿verdad?

Una salita estrecha y larga, oscura, sin entrada de luz natural, decoración asiática, aromas del aceite lemon grass y una melodía básica, neutra, sin letra, para dejarse caer a la nada sin distracciones. Después de tocarme brevemente, como pidiendo permiso y avisando sutilmente de que empezaba el contacto físico conmigo, comienzan a moverse sus manos por mi cuerpo, más fuerte de lo esperado vista su constitución menuda. Entro completamente y me abandono porque esa es, probablemente, mi mejor manera de salir de mi misma y concentrarme en lo que perciben todos mis sentidos.

Podemos llamarle serendipia pero voy a preferir la palabra casualidad. Porque hay miles de millones de melodías en el mundo, que se reproducen constantemente en todos los lugares, y el azar me regaló precisamente una, que fue mi mantra, mi banda sonora, mi canción, uno de los veranos más complejos y trascendentales de la totalidad de todos mis veranos. Y triste.

Tardé en asociar las sensaciones involuntarias de mi cuerpo [inquietud, estado de alerta, fragilidad...] con la música, hasta que me sonreí, cabeza abajo, reconociendo todo: la intranquilidad, la hipersensibilidad, el par de lágrimas que se habían deslizado directamente hacia la parte baja de mi frente, allí dónde comienza la nariz. Todo. Ese lugar, la luz, el olor a mar, el recuerdo del viento en la cara y el pelo despeinado, casi enredado, ser minúscula en un mundo tan enorme y bello y azul y líquido, la soledad física de estar ahí sin nadie más.

Me sonreí, finalmente. El recuerdo de ese entonces ha pasado a ser un lugar bonito, a pesar de todo. Y eso es buena señal. Como cuando aprendes que lo contrario del amor no es el odio, si no la indiferencia. Y cuando un recuerdo deja de doler es que todo está bien y en su lugar, ordenado, aunque a veces nos invadan nostalgias irrefrenables e ingobernables que pueden no ser más que un momento de debilidad al que es mejor enfrentarse. Ha pasado tanto tiempo ya que nada tiene el sentido que tuvo y todo se diluyó en eso, un recuerdo.

Todo está tan bien que, de hecho, esa lista de spotify está sonando ahora mismo en este salón, mis revoluciones están bajas y yo me sigo sonriendo, llena de paz y de satisfacción, como dijo aquél...

lunes, 14 de septiembre de 2020

Y en medio yo...

El primer pensamiento de hoy, de madrugada, a media noche, fue para regresar, con calma y cuidado, a la playa de ayer, remanso de paz, que quedó magistralmente inmortalizada para siempre en una combinación de azules horizontales, separados por franjas claramente diferenciadas. Y en medio yo...

Un punto oscuro, yo, con un reflejo dorado de vetas marrones, presente y consciente, incorporada al momento. Despidiéndome despacio. Del día, del lugar, del reposo y la desconexión, del mundo que nos envolvía. Sin querer irme, por supuesto. ¿Dónde se fueron todas esas horas? ¿En qué, si no hubo lectura ni grandes actividades?

Quizá algunas carícias y el contacto de nuestras pieles desnudas, un par de besos, hablar de todo y de nada, guardar silencio, entrar y salir del agua, jugar con las piedras y buscar alguna especial de forma y color. Comer frugalmente y beber menos de lo que yo debería, para acabar robando una ducha y tomando un refresco que sabía a tesoro, a premio, a recompensa y a cualquier cosa bonita.

Estas desconexiones maravillosas que recargan baterías, cauterizan heridas abiertas, actúan de bálsamo y rebajan la frecuencia y todos los niveles de lo que nos arrastra cada día hacia no se sabe dónde ni, sobretodo, por qué. Parecen cualquier cosa pero no: a mi, al menos, me alimentan el alma y me ayudan a bajar revoluciones, me regalan armonía. Son así de importantes para mi, esos momentos. Así que doblemente gracias por dejar que te lo mostrara, por compartirlo conmigo a pesar de todo...

domingo, 13 de septiembre de 2020

Vayamos a perseguir veranos...!

La luz engaña y parece que ya no, verdad? Pero aún es verano y no han cambiado la hora y hace calor y el mar está impresionante [por limpio, por la temperatura, por los azules, por todo]. Los días son aún un poco largos y los paseos en bici deliciosos. Inevitable mirar a todas partes, los verdes y los cielos y la bóveda y todo lo que nos contiene...

Después de un maravilloso día de playa, después de una primera vez, después de improvisar un poco y de jugar en el mar como la niña que aún soy a veces, de no dormirme ni un minuto [como venía siendo habitual], de pedalear larga y conscientemente, me siento recuperada, regenerada, reforzada.

Por todas esas razones, hoy, ahora, haría un breve equipaje para salir a perseguir el verano, allí dónde va a empezar. Y no detenerme más. Dar vueltas al mundo sin parar nunca, sin dejar escapar esa estación deliciosa que es sinónimo de libertad, ropa frugal, comida liviana [o es al revés?] y azules. Saltar de continente, cambiar de país, siempre al Oeste, detenerme el tiempo justo y llevarte conmigo, de la mano, de la cintura, del hombro, fuerte pero sin apretar, soltando con cuidado, solo lo justo para dejarse sentir, caricias de tercipelo...

martes, 8 de septiembre de 2020

Le llamaré felicidad...

Este cosmos que no sé ni como definir [cachondo? Gracioso? Brutal? No sé...] se mueve y cambia rápido de dirección, imprevisible. Me está pullando con el paso cambiado, a contrapié, con la boca abierta.

Mientras, miro imágenes inspiradoras de azules imposibles y cristalinos, repartidos por el mundo explorado, que desconozco y tengo en mi lista para visitar. Cada día, las miro. Como un mantra.

Hay quien le llama “kiri-kiri”. En realidad es “ikigai”. Ando reflexionando en eso desde que tengo lectura a medias [tantas tengo, que me pierdo, pero todas van haciendo un hueco y me inducen a pensar] y se me sigue haciendo difícil, mientras observo muy cerca quien tiene incluso más de uno. Yo, con las manos vacías. Llenando espacios, cada vez mejor, un poco más fuerte, de buen humor, consciente. La vida, esta vida mía [de entre tantas...] también es frágil y, tan probablemente, provisional, como lo fueron las previas. Aunque me reviente que sea así.

Hago una lista mental, secreta, privada, confidencial. Ahora que tengo claro uno de mis deseos, que podría encajar con un plan de futuro, paréntesis breve. Nada definitivo que me ocupe para siempre, por desgracia. Da igual. Pronuncio estos nombres, en bajito: Maldivas; Bora-Bora; Hawai; regresar a Paros [sanada por dentro y por fuera, a sentarme en la playa un rato, evocar a Alessia y marcharme en el último fast ferry del día], Islas Cook; Micronesia; Bocas del Toro, Islas Vírgenes, Santa Lucía, Palawan, Fiji, Gran Cayman. Quizá Zanzibar, Seychelles, Islas Withsunday. Terminar en Córcega y Cerdeña, esos paraísos tan cercanos.

Creo que eso sería todo. Faltarían algunos detalles. Como el tiempo estimado de estancia en cada una y el tiempo total de la aventura, según temporada. Por lo demás, algunos bikinis y pareos, un par de camisetas de manga larga [lino, algodón] y algo para los pies, que crezca el cabello a su aire, que se tueste la piel y las retinas se llenen de turquesas...

Morituri te salutant...

Aquí la defensora a ultranza del LAT bien hecho, como concepto. Aquí quién se ha negado durante décadas a prometer, acortar, estrechar cercos, renunciar a libertad de movimientos. Aquí la creadora del mundo basado en compartimentos estanco [difíciles de gestionar, vale, muy difíciles]. Buenas noches a tod#s.

Aquí mismo, hoy, me acuesto en la plaza de toros y aparto un par de almohadas, que coloco suavemente en tu mitad de la cama [que luego sobrepasas y te excedes y te instalas en una diagonal perfecta, por costumbre, buscando no perder el contacto]. Y me sorprendo echándote de menos, como si tenerte fuera la única realidad, salida, opción; como si formaras parte de lo habitual y fueras cotidiana; como si lo normal en mi vida fuera que estuvieras aquí a mi derecha, como si lo extraño fuera este vacío en unas sábanas que huelen a ti.

Pongo en marcha el contador para que vuelvas rápido y pronto a éste lugar grande e inhóspito cuando no estás...

viernes, 4 de septiembre de 2020

Seis días, seis vidas...

Siempre ayuda compartir pensamientos, ¿verdad? Y verbalizarlos en alta voz, en un diálogo/conversación. Reconozco que acostumbro a desbordar, si hablamos de la existencia, pura y dura, y de mis dudas al respecto. Pero ayer tuve una segunda conversación con alguien que puede dar respuestas [una suerte de rara avis, una suerte contar con ella] a todo ese caos de insatifacciones e impaciencias y me vendrá bien dejarlo anotado, sin grandes detalles, solo como ideas fuerza que recordar. Quizá su lectura sea útil a alguien más, una nunca sabe... Sus consejos:

- que me arropen mis amistades, que me sumerja en lecturas, que haga ejercicio, que me deje querer [aunque sea por mi perro, sí],

- que pare: si hago lo que siempre he hecho en caliente repetiré los mismos errores. Que pare y me escuche y me reedifique [bonita palabra]; tengo que parar de buscar y buscar con prisa e impaciencia, vencer mis propias tentaciones urgentes,

- que me ponga un plazo asequible en ese breve parón [2 semanas bastan, ¿por ejemplo?] y retome lo que considere [ahora, justamente, que 6 días me parecen 6 vidas, ahora mismo y cada uno de los días una larga agonía],

- que no me quede en casa [ahora se le llama estar confinado, ya ves] pero que no active cientos de perfiles ni contactos pendientes como si no hubiera un mañana.

Es bueno hacer balance de lo vivido, revisar los espacios que hemos estado ocupando en otras vidas, los lugares que nos han ofrecido, lo que sobró, quizá también lo que faltó [te quedas esta noche en casa y vemos una peli en el sofá??, dicho con cara de niña feliz; una expo? un cine? un viaje en coche, cerca o lejos? un viaje lejísimos, solo como sueño con licencia para que sea a lo muy grande! planes, en sí! algo que compartir, cualquier cosa que una, acortar lo que separa...], lo que queríamos dar y lo que escapaba de las manos sin querer...

Parece que me da miedo sentir porque pierdo el control y que no lucho [por las relaciones que en realidad sí que me importan] porque me aterra perder. Y no hablo de operaciones mercantiles. Hablo de alma y corazón, así, directamente y sin vergüenza, abiertamente.

Uno sabe lo que el otro siente, ¿verdad? Es algo intrínseco y natural, obvio, que se adivina sin grandes esfuerzos, se percibe. Te das cuenta de si el otro está implicado, volcado, asustado, batiéndose en retirada. Eso se nota. Uno también va poniendo límites a lo que sí, a lo que no y a lo que tampoco o el nunca más. Es simple, finalmente. Basta con interpretar señales y descartar las contradictorias, pulirlas, comprenderlas. Siempre hay un por qué, un para qué, una explicación. Siempre hay que escuchar el alma del otro, sus silencios, sus sombras, sus fortalezas... Con interés sincero, con tiempo, con ganas y empatía. No hay nada más importante que eso, cuando se construye algo.

He leído a alguien que jugaba con estas palabras: egoísmo, egocentrismo y narcisismo. También usaba humildad, que es la más bonita de todas y la más difícil, en este mundo de fanfarrones dónde priman los egos enormes. Agotadores.

El artículo en cuestión cerraba con esta frase: "Los ignorantes están completamente seguros, mientras que los inteligentes están llenos de dudas". No tiene nada que ver con lo que he escrito antes, lo importante, pero me ha removido leerlo y pensar, triste, en que nos están ganando los ignorantes, en estos tiempos...

jueves, 3 de septiembre de 2020

De regalos, frases y títulos de películas...

Dos entradas el mismo día... uhm... self-explanatory para las buenas interpretadoras, supongo...

Pero sucede que hoy me han hecho varios regalos: escucharme al otro lado, lejos, diría que como siempre que necesito ser escuchada, con idéntica dedicación y disponibilidad y paciencia, aunque sean los silencios del llanto, los hipos, el dolor, las frustraciones y las impotencias. Escuchar mi soledad hoy ha sido una preciosidad. A pesar de que no estuviera en condiciones de procesar los mensajes que iba recibiendo, rotundos, serios, imperativos, ciertos.

Y como ese regalo parece que no era suficiente, me ha obsequiado también una frase de una película [no me ha quedado claro si me la recomendaba o no, si lo único que vale la pena es la frase en sí, no sé...]. La película se titula Una pastelería en Tokio y la frase de marras es la siguiente:

"Hemos nacido en este mundo para verlo, para escucharlo. 
No importa en qué nos convirtamos. 
No hace falta ser alguien en la vida. 
Cada uno de nosotros le da sentido a la vida de los demás".

Pienso serenamente en la última frase y enlazo el pensamiento con el título de otra película que vi hoy por la calle, en algún póster de parada de autobús: Me gustaría que alguien me esperara en algún lugar [o algo muy similar] y también me ha parecido bonito. Que alguien espere a otro alguien, quiero decir... Solo en cines, señoras...

Sintiendo sola, solo yo...

Mi visión progresa. Adecuadamente, diría que en exceso. Parece que estrené gafas que han servido para ver cosas que no quería ver. Maldita la gracia. Hoy [oportunamente] llegaron unas bambas, que me irán de maravilla para salir huyendo [de mi misma, de lo que me rodea, de lo que ahoga]. Fin del anecdotario chorra.

He perdido la cuenta de las veces que he tecleado letras con ímpetu y rabia, a veces, para construir el mismo mensaje de hoy, enlazando delicias como vacío, ahogo, silencio, soledad y otras lindezas que actuarían muy bien como sinónimos. Y que, por esta vez, me abstengo de relacionar. Inútil, inadecuado, innecesario. Fin del drama.

Querer. Y que me quieran. Cuidar, que me cuiden. Que la primera opción sea estar con alguien casi siempre [solo porque sí, porque apetece oír los ruidos que hacen cerca de ti, como susurro, como murmullo, compañía...] y que regrese de vuelta. Compartir y que comparta. Sentir y que sientan lo mismo. Supongo que esa reciprocidad de las emociones es lo que definiría una relación sana de dos personas maduras y adultas que quieren caminar de lado. Eso podría definir bien qué me gustaría.  Eso serviría de respuesta. Fin de la explicación.

He vuelto a las calles, a pesar del nudo en la garganta, de las lágrimas que resbalan entre mi cara y los cristales, por las mejillas, lentas y cuidadosamente. Caminando con los pies, las ruedas se quedaron en casa. He vuelto y también he andado por cualquier lugar, sin mucho que hacer más allá de perderme, vaciarme, desbordarlo todo y no pensar. Hay otras formas de licuarse, languidecer, deshacerse y deconstruir, ¿me pregunto? Bonjour tristesse, de Françoise Sagan u Otto Preminger, según depende...

Vértigo de precipicios nuevos, recién elaborados, distintos. Intento elegir los caminos más fáciles y entender el por qué, el para qué y el cómo. De todo o casi todo. De todos o casi todos. Pero, cierto, no me sobran fuerzas, ni las ganas. Me faltan. Me cuesta. Me duele. Siento pena, siento miedo, sobretodo siento volver a sentir todo eso tan espeso, como sentir que estás sintiendo sola y darme cuenta tan tarde...

martes, 1 de septiembre de 2020

Es como si...

Es como si hubiera dejado de ser verano. Y como si el frío súbito y moderado se hubiera llevado todos los recuerdos de playas, olas y paisajes. Incluso, es como si mi norte se hubiera ido con las últimas tormentas. Parece que se me olvidó cómo reconstruir mis piezas separadas, también parece que ya no sé de qué va la vida y por eso me está siendo complicado vivirla al más puro estilo advaita.

También existe una sensación constante de que me fallan las fuerzas para abrir el calendario más allá de pasado mañana [un poner...], para hacer planes, comprar un billete, decidir si salgo. Si me muevo. Es como si tuviera constantemente una sensación de vida provisional, como si estuviera paralizada, en espera de algo que no sé ni qué es ni cuándo va a aparecer.

Me sorprenden palabras como sombras y me persiguen. Miedo, incertidumbre, desubicación, inseguridad. Es como si se hubiera creado un nuevo lenguaje que estoy aprendiendo con poco éxito...

P.S.: que nadie se preocupe. Son licencias poéticas y exageraciones retóricas. En mi línea. Tengo previsto que mis venas sigan creciendo muchos años... :)

Aquí está todo...

Acerca de los datos personales

Mi foto
Si. Claro. Cómo si fuera tan fácil hacer una definición completa y, además, ecuánime de una misma a estas alturas de la vida... Creo que, por lo menos, necesitaría un fin de semana. ¿Hace? ¿Si? :)

Por si se pierde algo...

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