No me refiero a nuestro aspecto externo, que también. Pero no.
Cena en lugar adecuado en el centro de la ciudad. Agradable velada con un local cuasi vacío por el partido que se está disputando de forma simultánea. Mayoría femenina, óbviamente. Aunque una mesa la ocupa una pareja mixta de muy jóvenes que no saben disimular las prisas por tener contacto, otra esté formada por un grupo de tres parejas de conocidos profesionales, otra un par de hombres que hace tiempo cruzaron la mitad de la vida y siguen manteniéndose interesantes y el resto de las mesas no me interesen.
Quizá no fue el día más adecuado, aunque en mi caso me sintiera bien. Pero no escondo que me tentó la idea de subir a casa y no bajar hasta el día siguiente. me pareció cruel después de aplazar el encuentro durante diferentes semanas. Así que deseché la subida al hogar y me lancé directamente a la barra del local en el que nos habíamos dado cita, dónde consumí sin protestar el zumo de tomate preparado peor preparado de mi vida. No soy experta en esa bebida, que casi siempre se consume en los aviones, pero eso de mezclarla con algún tipo de alcohol me pareció demasiado original y muy poco afortunado. Ellos sabrán.
La elección de la cena me tomó un tiempo extraordinario y no creo que fuera solo la indecisión. Sabía que debería enfrentarme a la conversación en cuanto dejara descubierta mi cara tapada parcialemente por una larga carta. Más me demoraba, más pereza comenzar. Comenzó a jugar con su BlackBerry y a despachar correos. Hice lo propio. me recordó que lo estaba haciendo porque yo no tenía lista la decisión. Así que, en diez segundos, tuve elegido el plato de entre los cien en oferta. Un acierto estupendo, por cierto.
Y luego un poco lo de siempre, al menos lo de tantas veces. Un repaso más o menos detenido por las novedades de l#s conocid#s comunes. Y solo excepcionalmente tengo interés porque, de tenerlo, me ocupo de mantener contacto y estar informada. En caso contrario, ¿para qué recibir noticias? por cortesía.
Devolución de momentos vividos, de recuerdos, de circunstancias que fueron comunes y ya no lo son más. Imposibilidad de recuperar lo que fue, conscientes de que nunca más será. Momentos de duda entre proceder con una remota posibilidad o dejar la vida en su lugar.
Le ví la cara cansada, las ojeras, la expresión apagada a pesar de sus intentos de transmitir buenas noticias, proyectos y planes de futuro. Incomplet#s, estamos.
Al despedir, ese pequeño miedo al calendario, al momento en que proceda el reencuentro de una cena que alguna vez ilusiona. Como proyecto que ha de llegar. En cuanto deviene inminente... ya es otra cosa...
Aquí se viene a jugar con las palabras. A vaciar nostalgias. A comprender miradas y silencios. A compartir sin disfraces. Con seudónimo pero el alma verdadera...
jueves, 14 de mayo de 2009
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- spark
- Si. Claro. Cómo si fuera tan fácil hacer una definición completa y, además, ecuánime de una misma a estas alturas de la vida... Creo que, por lo menos, necesitaría un fin de semana. ¿Hace? ¿Si? :)
No deja de ser curioso que los mejores encuentros son aquellos que no se planifican, que suceden de repente, porque hoy es hoy y me alegro de verte.
ResponderEliminarEl secreto está en echar de menos ese momento...
Buena mañana.
Beso.
Como los de los anunncios de la Caja Roja? pero de verdad existen? ;)
ResponderEliminarSuerte que tienen algunas... Je.
pfff, qué mal rollo de comida/cena sparks, no vuelvas a quedar con esa persona!! no como cuando quedamos nosotras, la comida nunca ha sido exceopcional pero al menso la conversación si
ResponderEliminar:)
Farala!!! al menos tardaré algunos meses, tienes razón...
ResponderEliminarMe gusta tener por aqui mujeres enamoradas, ¿sabes? :D