Este lunes extraño y distinto también lo es aqui. Habitualmente comienzo el cuerpo de la entrada improvisando, ignorando el tema que va a salir ahi afuera. Dejo el título para el final, que suele venir sugerido en las últimas frases. Pero hoy, decía, es diferente porque el título ha sido, precisamente, lo primero que he escrito. Como debería ser, creo.
Dos ideas danzan en mi mente, en calma. La primera es que han sido días mejores de lo temido y de paisajes contrapuestos: elevadas montañas, que culminaron en un paseo por una playa desierta, primera vez en esta temporada, bajo un sol cálido y agradable porque no provocaba sensación de calor.
Caminamos sobre enormes rocas que hacían de espigón y solo algunos años antes no existieron. Es una playa de nueva creación, que se vió desplazada por la ampliación de un puerto deportivo. Así que piedras y arena fueron colocadas por grandes máquinas y gente con casco y combustión de diesel y ruido de motor.
Ahora que está terminada y es mayor que la anterior, resulta un lugar cargado de magia y de energía negativa [no olvidemos que, según la ciencia, la negativa es la saludable y no al revés...], especial para compartir, como ayer. Estuvimos caminando sobre las rocas hasta dar con una relativamente lejana y con una superficie perfectamente plana, lo suficientemente grande para dos.
Y la convertimos en paraíso.
Y nos quedamos ahí más de una hora, sintiéndonos cerca, entre caricias prudentes que únicamente pretendían transmitir lo que ya sabíamos y confirmar lo que horas antes nos estuvimos contando con las manos, en la piel y el contacto, a media luz y restándole tiempo al sueño. Conducir entrelazándome con tu mano izquierda es una de las mejores sensaciones cuando se deshacen kilómetros, al regresar. Apretarte bien fuerte o simplemente descansar la mía sobre tu palma abierta, boca arriba, inmóvil. O bailar, como hace años en otras montañas y también a oscuras, además de en silencio.
Me dormí en tu regazo, escuchando el mar, bajo el sol de las cuatro y tus manos jugando con mi pelo, en una roca lisa del nuevo espigón...
No lo deseaba
ResponderEliminarni siquiera lo quería
ni había música
ni frío
ni calor
nada
simplemente nada
tiempo entre mis dedos
arena en mis nalgas
y el mar en calma.
Nada
solo caricias
solo oleadas de susurros
de suspiros
de sueños
sin despertar
sin desear despertar
sin nada
sólo soñar
sin querer despertar.
TLS: preciosos momentos, los que describes... :)
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