No tengo ni siquiera la más leve de las percepciones, ni lo recuerdo de tanto en tanto, ni tan solo una sensación accidental. Nada. No siento que sea Navidad, que haya que ser feliz [lo soy, pero lo de siempre, lo normal, espontáneamente], intercambiar regalos, estar junt#s, ni que me empujen a celebrarlo todos los rincones iluminados de esta ciudad húmeda y cálida hasta ahora, en diciembre. Me sobran las chaquetas, los resfriados y los soles de invierno. Me falta la nieve y la lluvia, la nevada anual que todo lo colapsa y rompe las rutinas. El frío.
Este año es de cambios y de primeras veces en una vida frágil que tendemos a dar por supuesta, sentada y sabida. Hace un par de días me dediqué a agradecer que mis piernas funcionen, igual que mis órganos [no estoy enganchada a la diálisis, mis dietas pueden ser normales y contener azúcares]. Puedo distinguir nítidamente los colores, leer letras y adivinar objetos a distancia. Estoy sana y fuera de un hospital. Puedo pensar y tengo memoria, mis huesos están íntegros y fuertes y soy capaz de percibir olores y sabores, cosa que aporta grandes satisfacciones. No soy muchas cosas que podrían limitarme y restar calidad a mi vida. Y, sin embargo, no nos damos cuenta...
Buena reflexion, nos quejamos de infinidad de veces y nos damos cuenta que lo importante es estamos bien para poder seguir luchando...
ResponderEliminarbesos
pd. te dejo una taza de cafe caliente en mi rincon...
Un poco de eso se trataba, Verónica. Gracias! :)
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