Volver al este tiene su coste: no me acostaría nunca, me resulta difícil conciliar el sueño y al despertar siento un escozor en los ojos más propio de la media noche que de las siete a.m. Eso es sinónimo de cambio de ciclo circadiano, claro. Simple. Y ya se regularizará al ritmo de día por hora cambiada. He regresado al gim después de un largo parón por diferentes razones, la peor de las cuales me llevó a pasar algunas horas ingresada. Actividad presenil pero me siento estupendamente. Al final, también yo seré más fuerte de lo que parezco en la distancia. Ya se sabe: las apariencias. Engañan. Como algunos hombres. Como algunas mujeres.
Leí a diez mil pies algo muy interesante acerca de la adicción que crea la secreción de adrenalina. Creo que me quedé con lo esencial (parafraseando a Saint Exupéry, un poco) y que no es necesario que consulte la red. Quizá eso explique que al final del día te sientas vacía si la jornada ha sido tranquila y no ha tenido carreras por los pasillos, reuniones superpuestas, cancelaciones de última hora, llamadas rechazadas por imposibilidad, ubicuidades imposibles y un par de docenas de reproches o miradas decepcionadas de quien vino a verme sin avisar [eso no está del todo bien si aspiras a tener una agenda operativa, como buena persona organizada] y se encontró conmigo tras la pantalla del pc y el teléfono fijo a la altura de mi pabellón auditivo derecho [suelo hablar así, en esa postura, habitualmente] y el móvil sonando insistentemente en la mesa auxiliar que queda a mi izquierda.
Discuto en la última llamada del día de hoy si he tenido un día bueno o malo, como yo creo. Intentan convencerme que fue positivo y no me muevo ni un centímetro de mi convencimiento inicial. Pero a mi nunca me ha gustado discutir. Hay otras convicciones que me está costando más mantener a raya y quedarme quieta. Tengo un sentimiento [en realidad, tengo muchos...] extraño, como si alguien rondara en círculos y en silencio a mi alrededor y la percepción es idéntica a la de la claustrofobia de un encierro. No pienso en los de Pamplona, solo en uno cualquiera... No soy yo si no el entorno. No tiene que ver con mi mente ni con mi cuerpo. Es exógeno e ingobernable, algo que está ahí y sin poder evitarlo permanece. No va a ser eterno, esto también es fácil de prever. Pero si que está siendo intenso...
Leí a diez mil pies algo muy interesante acerca de la adicción que crea la secreción de adrenalina. Creo que me quedé con lo esencial (parafraseando a Saint Exupéry, un poco) y que no es necesario que consulte la red. Quizá eso explique que al final del día te sientas vacía si la jornada ha sido tranquila y no ha tenido carreras por los pasillos, reuniones superpuestas, cancelaciones de última hora, llamadas rechazadas por imposibilidad, ubicuidades imposibles y un par de docenas de reproches o miradas decepcionadas de quien vino a verme sin avisar [eso no está del todo bien si aspiras a tener una agenda operativa, como buena persona organizada] y se encontró conmigo tras la pantalla del pc y el teléfono fijo a la altura de mi pabellón auditivo derecho [suelo hablar así, en esa postura, habitualmente] y el móvil sonando insistentemente en la mesa auxiliar que queda a mi izquierda.
Discuto en la última llamada del día de hoy si he tenido un día bueno o malo, como yo creo. Intentan convencerme que fue positivo y no me muevo ni un centímetro de mi convencimiento inicial. Pero a mi nunca me ha gustado discutir. Hay otras convicciones que me está costando más mantener a raya y quedarme quieta. Tengo un sentimiento [en realidad, tengo muchos...] extraño, como si alguien rondara en círculos y en silencio a mi alrededor y la percepción es idéntica a la de la claustrofobia de un encierro. No pienso en los de Pamplona, solo en uno cualquiera... No soy yo si no el entorno. No tiene que ver con mi mente ni con mi cuerpo. Es exógeno e ingobernable, algo que está ahí y sin poder evitarlo permanece. No va a ser eterno, esto también es fácil de prever. Pero si que está siendo intenso...
Me cuesta entenderte porque es la primera vez que te leo. Pero hay algo en como escribes que me gusta. A veces yo también tengo ese sentimiento, suele ser cuando algo no me cuadra, una situación que no me hace feliz, pero que no se como resolverla. Entonces mi cuerpo y mi mente se bloquean y no puedo reaccionar. En esos casos suelo viajar a otra ciudad, y permanecer allí, hasta que me sumerjo en otra realidad y consigo desconectar de la situación anterior y que me paraliza.
ResponderEliminarLaura: no te preocupes. A todo el mundo le cuesta entenderme aunque lleven vidas enteras leyéndome. Suenan bien tus artificios para desbloquear la mente. En mi caso un poco inviables pero...
ResponderEliminarA ver si es lo mismo... Verás...es la sensación de que alguien te pisa tu sombra. Te invade tu aura. Lleva la misma cadencia de tus pasos para que no percibas los suyos. Te rodea... Es una sensación corporal con las mismas propiedades que la madera.
ResponderEliminarSigue escribiendo...please.