Cuando bebes, no mezclas. ¿Verdad? En mi caso, adoro estanqueizar. Y no mezclo. Raramente. Si lo hiciera, estaría [más] loca. Me ha costado decenas de reproches, hasta que decidí que no aceptaría más. Ni sobre este tema ni sobre casi ningún otro. Ya no tengo edad ni me interesa y he decidido vivir única y exclusivamente mi vida, con mis normas. Aunque eso haya puesto en riesgo muchas cosas. Ahora me reprochan y arrugo un poco la nariz, me retiro unos centímetros, me elevo de la conversación y me voy alejando. Con el mentón en alto. Como muy digna. Me parece una enorme falta de respeto. Y por ahí, ahora, tampoco paso.
Tener compartimentos estanco puede ser muchas cosas pero la más importante para mi es que es una suerte de respeto, incluido a mi misma. Cuando me introduzco en un paraíso, sea el espacio o la compañía, procuro que nada venga a perturbar la paz. Ni la mía ni la de quienes, en cada caso, me acompañan. A quienes acompaño yo, que a veces la compañía es el mejor de los regalos. Me parece de mal gusto mezclar aunque, ya se sabe, a veces es imposible evitar las interrupciones. Pueden ser múltiples los motivos e incluso a mi se me escapa la agenda, a veces, o el control de los hechos.
También es cierto que me alejo poco del teléfono porque existen remotas posibilidades de que las personas sobre las cuales siento responsabilidad necesiten ponerse en contacto conmigo en mis momentos de libertad, felicidad, descompresión, meditación, deporte, socialización y otras cosas que forman parte de mi paisaje diario. Pero ese mismo teléfono acostumbra a permanecer totalmente inactivo mientras no le dedico pequeños momentos de fiesta, generalmente para responder asuntos prosaicos como el trabajo. Y cada vez menos. En eso también he conseguido operar un cambio de costumbres.
No tengo idea de la razón por la que me meto en este jardín de intentar contar mi relación estanqueizada y mis pautas de comportamiento durante mis fines de semana, cuando en realidad he venido aquí a explicarme a mi misma que me siento como deshinchada y un poco apagada desde que esta misma mañana terminó mi visita al último paraíso, que ha transcurrido en un lapso de 60 horas que ha resultado ser perfecto, en todos los sentidos. Seguramente el sentido más intensamente vivido [si hay que elegir] haya sido el gusto. Sí. Por muchas razones, especialmente por lo dulce...
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