Salió por sorpresa, a traición y sin ser esperada. Apareció sin avisar en algún rincón de una casa revuelta y removida, a medio trasladar, en plena deconstrucción. Entonces ya no dudaba acerca del destino de algunas cosas, como los primeros días. Entonces, al primer vistazo ya tenía la decisión tomada y casi siempre era dejar salir para que entre lo nuevo.
La ví. La tomé entre las dos manos. La leí con cuidado, lamiendo cada letra como sucede con las cartas de amor nuevo, recién estrenado, impaciente. Su particular y elegante escritura, ligada e inclinada hacia el lado derecho. Se olvidó de poner la fecha, el año, el momento. Tampoco firmó de ningún mido su manuscrito. Menudo error, pensé. Pero no era necesario. En absoluto...
No la tiré y se archivó en un rincón de alguna caja con libros, libretas, correspondencias inolvidables y otras tonterías. He aprendido que puedes vivir sin nada. De nada. Así que a estas alturas no hace falta amontonar, coleccionar ni vivir sometida a ningún otro síndrome.
Apareció de nuevo y sin ser esperada en el nuevo espacio que a veces resulta frío y demasiado grande. Volví a sonreír al releerla pero confieso que entre tanta soledad se me escaparon unas lágrimas. Recordé que acompañaba uno de sus regalos de cumpleaños y decidí que quería verla a diario, que igual eso mitiga dolores. Y su lugar perfecto es una esquina, la inferior izquierda, del marco de un cuadro precioso de un rincón del sur que reposa sobre un mueble a los pies de mi cama.
Es una nota en una tarjeta de visita anónima, una cartulina pequeña, de color blanco. Con tinta azul y letra decimonónica mi ascendente materna escribió en algún momento: “T’estimo molt!!”. La veo, la leo y la observo cada día...
HA nacido en ti un amor nuevo hacia ella? Es ese hambre de madre, que no deja de ser hambre de amor.
ResponderEliminarÁnimo con todo.