Siempre he sido mucho. Y muchas cosas. Sobretodo malas. No estoy orgullosa. Ni lo soy, creo. Pero no impostora. Por ahí nunca pasaré. Ni dejaré que me pasen.
Por eso vengo a gritar con la boca llena que siempre he sido, incluso sin parecerlo, frágil. Y hubo algunos tiempos, ciertas vidas, en los que me empeñaba en disimularme a mi misma y a los demás, también. Que lo era. Frágil. Y no. No es recomendable que parezcas otra cosa. La naturaleza, luego, ya sabes...
Una frágil disfrazada de lo contrario. Una falsa fuerte. Una insegura camuflada, escondida, contrariada.
Qué sucede si necesito bañarme en lágrimas, para sacar de dentro esta angustia áspera y rugosa y amarga y verde? Qué?
Y así van las cosas cuando te atrapa una confinación máxima y larga, con el paso cambiado, por sorpresa. Hay días de bajón. O de esperanza y de lágrimas inexplicables de “no hay para tanto” y “pero por qué llorar” o “yah, otra vez llorando?” pero mira... De sentirse lejos de lo cercano, tan cerca de lo lejano, porque sí. Solamente.
Miras hacia atrás, a ambos lados, hacia delante. Cualquier punto sirve. Y arriba o abajo, al centro del alma, buscando respuestas, futuros, caminos, explicaciones, comprender, entenderte, justificarnos.
Escribo por escribir. Hoy esto, en realidad, no va conmigo...
si uno siente es porque vive, peor sería que no te pase nada, que seas indiferente... saludos!
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