Es, más o menos, el modo en el que he estado instalada desde que llegué, contando hacia atrás, saboreando [yo, tan impaciente] la espera, el decalaje, el momento. Como la niña pequeña que apenas dejo salir alguna vez, la que fui en este mismo lugar y la que esperaba [tórridas tardes de verano, en soledad] la llegada de algún coche del que salían personas importantes con las que podría jugar y vivir mis aventuras.
Tiempo de construir vínculos, con constancia, ilusión, perseverando, con todos los miedos y la prudencia y las ganas y la templanza. Mucho a la vez y muy intenso. Escuchar, reir, hablar, sonreir, conocer, empatizar, acompañar. Quizá sean éstos algunos de los verbos cruciales en la vida y probablemente sepamos de su importancia, de que son imprescindibles para construir algo sobre unos pilares sólidos.
Ahora que somos quienes somos y hemos vivido tanto y nos han vivido tan a fondo, a éstas alturas...
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