Leo en diferentes lugares símiles marinos para todo tipo de navegantes que nos advierten, de manera repetida, que nos enfrentamos a unos meses en los que habremos perdido el rumbo y el timón. Se refieren al de nuestras vidas y parecen sugerir que hay que centrarse a muy corto y verlas venir. Las tempestades, imagino.
Esto afecta no solo a la economía, naturalmente, si no en especial a las relaciones personales, que hay que reforzar para tomar decisiones, limpiar lo que sobra y centrarse en lo que ha de venir. Etapa de fuertes sensibilidades y pieles finas, de repliegue y espiritualidad, algún idealismo y toda la incertidumbre.
Nada parece fácil y una parte del éxito puede venir del modo "dejarse llevar". Eso, precisamente, que -junto a la práctica de la paciencia- a mi se me da tan teriblemente mal...
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