Hoy ha sido un día especialmente raro, que comenzó muy temprano y me llevó al Madrid de los Austrias con esos parquets de madera con enormes separaciones entre lamas [se debe a que se instalaron con la materia prima todavía verde, me contaron una vez] que crujen escandalosamente a cada paso [más si es con tacones]. El día era precioso, hoy que decidí sacar la primera americana de invierno.
Una no departe amigablemente de los objetivos, estrategias y hoja de ruta de una empresa grande con los Directores de todas las delegaciones de los cinco continentes, en busca de iluminación. Comida privada en un lugar público y visita rápida para tres [una impresionante biblioteca del siglo XVII]. Y reunión totalmente imprevista con La Coach de referencia en nuestro país para establecer la hoja de ruta de las vacas sagradas [anquilosadas, algunas] de la organización. No tiene precio que tu CEO te pida sinceridad para responder acerca de los puntos débiles del sistema, la cultura de la Casa y los compañeros miembros del Comité de Dirección. No tiene precio que insista, que -si es necesario- abandona la sala de reuniones para que nos sintamos más libres. Y contesto para alegría [no, más: la felicidad] de La Coach, que cree haber encontrado un tesoro, una fuente de conocimiento, una analista en tiempo real y me reclama para su equipo. Desde luego, los hombres que me acompañaban no son, precisamente, resolutivos y a mi es suficiente con sugerirme el tema para empezar a largar.
Hay días que son regalos, que son Navidades, que son cumpleaños y aniversarios. Hay días que merecen ser vividos intensamente para soñar que alguna vez pueden llegar a repetirse, si los astros vuelven a conjugarse y los escenarios y los protagonistas no mutan demasiado...
Creo que todos los días debieran ser vividos así, si no desperdiciamos vida y tiempo.
ResponderEliminarApuro la mía como si alguien fuera a quitármela, dintel, por si acaso...
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