Tengo que reconocer que en este viaje de auto conocimiento voy descubriendo cosas nuevas cada día. La última, crucial, es que soy extremadamente exigente. No digo que no. Todo lo contrario, seguramente. Porque lo soy conmigo y lo hago extensivo a los que me rodean, envuelven, acompañan. No podía ser de otra manera, claro. Espero poco, en realidad. De mi, de los demás. Pero con firmeza, lo hago.
Fidelidad, compromiso, libertad, confianza, bienestar, felicidad, oportunidades, crecimiento, aventura, diversión, fe. Respeto. Compartir. Sin expectativas. Porque las cosas pueden salir bien. O no. Y hay que estar alerta. Hay que prepararse para no caer en la pataleta de niña mimada, cuando algo no sale como yo esperaba o quería. Soy mayor, soy responsable. Tengo auto control. Me adapto. Persevero. Intento enmendar todo lo que procede de mis actos y que ha salido mal. Pongo remedios, tanto como puedo.
Espero un poco de todo y todo tan a fondo. Pero hay unos mínimos que sí, que no perdono y eso parece que me convierte en un ser extremadamente exigente.
Lo soy. Sin duda. Siempre me han dicho que soy implacable y otra palabra tremenda que ahora no consigo recordar. Era como sinónimo de la anterior. ¡Sí! ¡intransigente...! era esa...
Porque el tiempo se vuela, los tiempos cambian, las esperanzas mutan y la soledad acaba por imponerse. Fin de las tonterías. Porque soy de las que me tuteo y me cuento la verdad, esa que mucha gente no quiere ver ni escuchar, que ignoran para seguir adelante como los seres irracionales. Para seguir el camino hay que saber hacia dónde hay que dirigirse. Y eso es un trabajo difícil, que se debe hacer en soledad, en silencio. No se vale hacer trampas al solitario, hablar de bailarinas, omitir reflexionar, no pensar en los por qués y las consecuencias, dejar de valorar los resultados de actos y omisiones, los beneficios de una palabra amable, de una mirada dulce...
Tengo dos trucos, que comparto ahora que tengo la oportunidad. Uno, ver "desde fuera" y tratar de reconocer a la persona que está conmigo, saber si me mueve, si me conmueve, si la siento. Si todavía siento... El segundo truco es el de cerrar los ojos, imaginar un paraíso de todos los que he podido visitar o los que tengo creados en mi mente en la lista de pendientes de viajar y pensar en quien me gustaría que se sentara a mi lado, la compañía que elegiría. Eso, las dos cosas, me cuentan si estoy yendo por la vía correcta, la que me marca el corazón, la que debe conducirme a la felicidad.
Soy extremadamente exigente con casi todo. Y hoy, ¿sabes?, te elijo a ti...
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