Boca abajo me siento segura. No va a poder repetirse la escena increíble de la primera vez, el momento imposible que se ha ido fundiendo de tanto repasar, recordar, visitar. Esta vez estoy a salvo, suspiro y cierro los ojos, llenándome de calor, música, luz anaranjada y aroma de sándalo y vainilla.
Comienza su masaje por las manos. Es tan incómodo que un desconocido te haga caricias en las manos, que siempre pienso que mejor que sea breve, esa parte del cuerpo. Brazos y antebrazos. Hombros.
De pronto, sin ninguna lógica, sus manos se detienen sobre mis tobillos y muy despacio separa ligeramente mis piernas. Me resulta muy extraño que decida hacer la mitad inferior antes que terminar la superior, que no ha ni comenzado. Sus motivos tendrá, pienso.
Y siento sus dos palmas de las manos boca arriba y en horizontal tratando de colocarse bajo mis caderas, en paralelo, con la fuerza suficiente para que me abandone, me deje dirigir y la suavidad de siempre. Es Shen...
La adivino detrás de mi, en la parte inferior de la camilla, de pie. Pero no puedo verla. Y noto como tira de mis caderas hacia arriba, hacia ella. Todo muy a cámara lenta, como soñándolo. Y la toalla que me cubre va subiendo hacia mi espalda, dejando mis piernas entreabiertas al descubierto, y ella sigue guiándome y cambiando mi posición. No pongo resistencia pero tampoco serviría de nada. Fuerte y segura, avanza hasta colocarme con las rodillas sobre la camilla y mis brazos estirados en paralelo sobre mi cabeza.
Completamente expuesta, sé que está ahí detrás, observándome, esperándome, provocándome, sorprendida. La siento respirar. Noto sus caricias suaves y lentas, cómo conquista un centímetro tras otro, la forma de ir y venir cuándo y dónde menos la espero. Sopla ligeramente, de arriba abajo y me estremezco con un suspiro involuntario, preludio de lo que he de sentir, que la anima a seguir un poco más. Y me visita primero con los dedos, en caricias cortas y breves, y después con los labios, húmedos y calientes, que abre despacio pero por completo hasta envolverme toda. Y después, todo a la vez. confuso, sorprendente e inesperado.
Me remuevo sobre mi misma y mis labios la buscan porque necesitan besar, como respuesta, como sensación, no como sentimiento. Pero ella sigue ahí abajo, introduciendo sus dedos índice y pulgar alternativa o simultáneamente, el anular, imposible reconocer nada, con sus movimientos sutiles y ágiles, su tacto, sus manos, combinándolos con sus labios y su lengua, que creo que aparece a ratos.
Me encantaría que la historia hubiera sido más larga, dejarla hacer, ser capaz de resistirme, controlar. Imposible. Con Shen es materialmente imposible...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No serás de l#s que creen que intimido y por eso no comentan nunca, ¿verdad? :) ¡¡Venga!! ¡¡Anímate!!