Meses sin recordar mis sueños. Ese despertar confuso e intranquilo típico de imágenes que te rondan, sueltas, sin significado. Detrás de la taza de café que no tomo, al salir de la ducha, que repito generosamente y a demanda. A veces fundida en negro, vacía. Sin el mínimo recuerdo. Inquieta. Una no es nadie, si no puede soñar. Tampoco si, pudiendo, no tiene la capacidad de chapotear en sus locuras mentales sin atar. Algo debe significar, pienso.
Y buscaba explicaciones a ciertos fotogramas, para encajarlos en algo que pudiera tener algo de sentido. Nada. Fragmentos sueltos sin motivos ni excusas ni razones.
Han sido muchas noches de insomnio severo, natural, sin rectificar con artificios. Tampoco con químicos. Algunas hierbas, sin convencimiento, ni siquiera algo de fe. Inútil. Mi sueño está en otro lugar de una vida distinta. Tengo el diagnóstico del gurú desde hace milenios. Bueno, menos. Pero una década diría que no me la quita nadie.
Esta noche soñé que estaba embarcada en un crucero. Sola. Llegaba antes de zarpar con el tiempo justo. No encontraba a nadie que me contara lo normal: mi camarote, horarios, distribución de los enormes espacios. Esperaba un rato, poco paciente. Y me encontraba abriendo puertas que estaban sin cerrar por dentro y llenas. Finalmente, sí, lograba encontrar el 131. No sé si mi equipaje estaba ahí dentro cuando llegué. Hacía muy mala mar y tenía que encontrar un lugar en el que había una charla. Caras conocidas. Sin nombre. Familiares.
Para una noche que recuerdo mi sueño y me quedo más removida que antes. He decidido muchas cosas importantes y una es que no pienso hacer el más mínimo esfuerzo para recordar las mierdas que sueño...
Un sueño lúcido. O lucido.
ResponderEliminarHay que soñar. Es la mejor forma de entender la muerte.
Beso, spark.
Intento soñar hasta despierta. Pero me temo que no me dejan. ¿A ti si?
ResponderEliminarBesos y burbujas.