Aquí anochece después, hace calor y es otra estación. Los espacios son muy grandes y van algo después en determinados avances. Viven despacio y hablan con desgana, arrastrando sílabas, vocalizando poco y son más dulces, se apoyan en muletas muy tópicas. Hablan displicentes, perdonando.
El sol quema intenso, la gente me mira a los ojos y la comida es muy real. Los horizontes quedan lejos y las nubes son marcadas y ampulosas, exageradas. Los niños juegan con cualquier cosa en la calle y a veces familias de tres se desplazan en un ciclomotor. Hay pobreza y no consideran la higiene una prioridad.
Una se puede acostumbrar a las sonrisas y a preguntas cándidas. A todos nos gusta que nos amen, al fin y al cabo...
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