Borracha de sensaciones y primeras veces, me doy cuenta de que todas las búsquedas llevan al mismo lugar: compartir y compañía. Son el denominador común de nuestra infancia, lo que nos mueve a encontrar y nos empuja a salir ahí afuera.
Me desenvuelvo mejor de lo esperado [siempre fui una optimista contrariada] y me concentro bien en lo que tengo entre manos para no caer en la trampa de chapotear en el barro del pasado o soñar como una niña en lo que ha de venir.
Hago planes, sin más. Me concentro en lo que me apetece de verdad y no espero ni me entretengo porque ya no quiero distraerme del objetivo final. Y camino por lugares nuevos, hablo poco, sonrío mucho pero apenas río, me tocan a cambio de una contraprestación económica y me tonifico. Cuido lo que como porque lo dice la ayurveda: no tengo otro lugar en el que vivir. Sigo sorprendida el cumplimiento de la mayoría de las predicciones anuales y veo con inquietud no disimulada que se acerca una nueva cita, lo que significa que se cierra una etapa de 365 días de nuevo.
Adoro cómo hablan y cómo piensan. Es inevitable que me atrapen otras maneras de vivir...
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