viernes, 28 de agosto de 2020

Fondo...

Me lo advierten. Me lo repito. Intento interiorizarlo, cuidadosamente. Lo sé. Perfectamente. Vuelvo a repetírmelo, que me conozco. No puedo con mi impaciencia y eso que persevero, invento mantras, con mis medidas exactas, intransferibles, me los cuento en bajito, en muchos lugares -la ducha, el coche, antes de dormir, el duermevela, bebiendo-. Me lo trabajo, vamos.

La teoría es tan fácil. Luego, a traición, algo me despierta en medio de la noche. Quizá el vacío, quizá un movimiento, probablemente el calor. Y ahí me instalo un par de horas, en un insomnio total, cielo negro, humedad pegajosa, pensamientos extraños, incómodos, difíciles, inciertos de gestionar. Quizá imposibles. Hago lo que puedo para que el tiempo se deslice silenciosamente en la habitación, procurando moverme poco y no importunar, rescatando paciencia de dónde no queda más. Quiero ver amanecer, aunque sean las cuatro y media.

Por fin sé de qué color es. Y la textura. No es ni de azulejos pequeños ni de pintura rugosa ni de plástico. El fondo de la piscina que estoy paseando desde hace un poco es de microcemento, beige. No es muy profunda, solo lo justo para cubrir y un poco más. Todavía está en buen estado y no rasca ni resbala. Cuasi perfecto, cuasi. Porque un fondo no puede ser perfecto. Es un lugar inhóspito, una señal de alarma, un aviso. 

Por fin toqué fondo. Ese lugar esperado, como detonante, catarsis, después. Ahora habrá que saber hasta cuándo me va a ser posible aguantar la respiración ahí abajo, de dónde habrán de venir las fuerzas que me impulsen de nuevo hacia la superficie, a por mi bocanada de aire nuevo...

jueves, 27 de agosto de 2020

Paréntesis...

(Silencio)
(soledad)
(y de pronto)
(un recuerdo tuyo)
(me pregunto cómo estás)
(pienso)
(y espero)
(y no puntúo)
(...)
Me respondes, pocas horas después, hablando de cansancios, sitios y lugares. Silencios...
Y aquí estamos...

miércoles, 26 de agosto de 2020

Tiempos inciertos...

Leo en diferentes lugares símiles marinos para todo tipo de navegantes que nos advierten, de manera repetida, que nos enfrentamos a unos meses en los que habremos perdido el rumbo y el timón. Se refieren al de nuestras vidas y parecen sugerir que hay que centrarse a muy corto y verlas venir. Las tempestades, imagino.

Esto afecta no solo a la economía, naturalmente, si no en especial a las relaciones personales, que hay que reforzar para tomar decisiones, limpiar lo que sobra y centrarse en lo que ha de venir. Etapa de fuertes sensibilidades y pieles finas, de repliegue y espiritualidad, algún idealismo y toda la incertidumbre. 

Nada parece fácil y una parte del éxito puede venir del modo "dejarse llevar". Eso, precisamente, que -junto a la práctica de la paciencia- a mi se me da tan teriblemente mal...

lunes, 24 de agosto de 2020

Mucho de lo que soy...

Es cierto que convivo con la nostalgia, aunque trabajo duro para cerrar puertas tras de mi y dejar orden en lo vivido. También lo es que soy melancólica y algunas veces me entretengo más de lo debido en episodios irreversibles.

Reconozco ser un personaje romántico, que potencia en ocasiones detalles ínfimos y los magnifico. Creo firmemente que pasar realidades por el tamiz rosa no es mal asunto si no todo lo contrario. Es poner la mirada en lo bello, en el detalle, en lo fuera de serie. Es potenciar el “te echo de menos” que ya no es posible susurrar al oido, remarcar el “adoro tus piernas sin querer evitarlo” o dotar de importancia a la caricia del dedo meñique sobre un nudillo cualquiera, sobre la toalla. Es dar reconocimiento a que alguien enlace suavemente un par de dedos de tu mano derecha [los otros sueltos] caminando por la calle.

Prefiero vivir todo eso. Y sentirlo. Reconocerlo y escribirlo aqui, volcado sin premeditación ni alevosía. Aún a riesgo de que me llamen romántica. Por supuesto...

miércoles, 19 de agosto de 2020

De apneas y directrices...

Este es tiempo de paz, de sentarse en la arena abrazando las piernas flexionadas y respirar, época de silencios y ausencia de ruido, de cosas simples, básicas, originales y primigenias. 

Tiempo de instintos y de emociones sobre la piel, de ilusión e incertidumbre, de no ser nada, de no ocupar, de pasar de puntillas, y de sentir y padecer. 

Es momento de saber callar y cargar paciencia, de escuchar y oir y comprender. Empatizar sabiendo que la travesía puede no ser fácil también para los demás. 

Etapa extraña de tomar medidas, dejar pasar, esperar y no trazar planes más que a extracorto. De no impacientarse ni desesperarse, de dejarse llevar, deslizarse y fluir. 

Ahora toca no pedir, no exigir, no apelar, no alzar la voz, no protestar ni discutir, no polemizar ni banalizar. No arriesgar ni ponerse en juego. Perfil bajo. Pasar desapercibido, discreción y no moverse del lugar natural. 

Todo lo demás es un error. Fatal. 404. 

Quedan algunos meses de aguantar la respiración. Bajo el agua. Sobre todo, bajo el aire...

martes, 18 de agosto de 2020

Keep walking...

Volaron cuatro años desde el día en que se rompió media vida, cambiaron todas las reglas y se borró el pasado. Cuatro de un verano negro y tristísimo, de congojas y remordimientos, de repasar lo dicho y lo callado. Cuatro. Y nada ha vuelto a ser lo mismo y lo dejo escrito como homenaje. Porque hay ausencias que acompañan. Y sonrío al recordarla...

Contra todo pronóstico volveré a volar, de manera inesperada y con miedo, pero lo haré. Y me pegaré a la ventanilla y vestiré cara de tonta, tratando de vivir esos momentos con toda la intensidad y no muy hacia adentro, que luego ya se sabe que cuesta desencriptarme, justo hoy que sé que vienen meses de profunda introspección en un año que apunta difícil, en particular.

Keep walking...

domingo, 16 de agosto de 2020

De fuerzas e indiferencias...

Dónde no hay. De flaqueza y de debajo de las piedras. Ahí buscamos la fuerza cuando falla. Para avanzar, para seguir, para encontrar el sentido de todas las cosas. Para respirar otra bocanada. Para mantenerse en pie.

Hay que estar atentos a las señales, y escuchar los ruidos, los silencios. Los gritos mudos de palabras, la indiferencia, la falta de ganas. El gesto ausente. Todo contiene mensajes que debemos decodificar e interpretar cuidadosamente si hay algo que una. O que separe. A ratos o para siempre.

Llegan reproches acobardados y silencios difíciles. En ausencia de fuerza la gestión deviene sobrehumana y tiende a errar. Y quizá el momento sea complejo para todos los que estamos retransmitiendo [y emitiendo, también] códigos que solo sirven para incomunicar, alejar, liberar terreno. Dejamos espacios vacíos que otros pueden conquistar. Después, los lamentos, el no me valoraste, ahora es tarde, cuándo dejé de amarte, ya nada es igual y alguna súplica entre sollozos que apela una segunda oportunidad. O era la quinta...?

Cuánto cuidados omitimos. Qué cantidad de gestos no practicamos. Qué fácil intentar ver todo con la mirada del otro. Para anticiparse, para interpretar, para reconocer las señales que marcan el camino.

Porque lo contrario del amor jamás fue el odio si no la indiferencia, que a veces se interpreta con la ausencia de contacto, un largo silencio o mil reproches largamente guardados aquí, en la garganta... Que se disparan con la fuerza de un animal malherido y a destiempo...

sábado, 15 de agosto de 2020

Epítome de un día de agosto..,

Miles de paisajes y nadie. Sol y calor y cielos negros. Unos minutos más y me diluvia encima. Cambios de ruta e improvisaciones. Ermitas cerradas con ‘abrefácil’, austeras y vacías, llenas de aire sin circular y olor húmedo. Orquídeas salvajes, pequeñas, concentradas, lilas. Lo sublime hecho flor. Más de 22.000 pasos y 60 pisos. Escasas casas, diseminadas y alejadas. El mismo rio, en dos o tres ocasiones, un par o tres de brazadas, sin abrazos. Campos a través y alguna foto, solo campo y cielo y sol.

Hay días de verano que se resumen tan fácil...

jueves, 13 de agosto de 2020

La vida, cuando se hace bola...

Suceden etapas en las que todo es aéreo, líquido, sutil y fragil. Los cada vez menos compartimentos estanco tienen filtraciones y más que frentes una planta cara a frontones. Abiertos. El más difícil todavía.

Mire dónde mire hay algo que cambiar y decidir. Y me preguntan si soy impetuosa, respondo solemne que creo ser resolutiva y no convenzo. Está claro que, si hay que decidir, se decide, sin dilaciones ni procrastinaciones y poca paciencia. Pero se da el paso. Quién dijo miedo? A los errores, mucho miedo...

Las incertidumbres agarrotan la garganta [la faringe y la laringe, me puntualizaron hoy] y puedo trabajar respiración y algunas vocales. Sabemos que mejora esa ansiedad que se me ha pegado como el calor de agosto pero en ningún caso soluciona el origen del conflicto. Eso es obvio.

Vuelvo a mirar cientos de casas y no veo ningún hogar. Verlos llenos de muebles espantosos no ayuda mucho. Pero imaginarlos vacíos [en los dos sentidos] es misión imposible y algo desgarrador. No saber si busco aquí o mucho más allí es más desolador aún. Mar o montaña? Moderno o singular? Céntrico o apartado? Luminoso o más moderado? Cómo de grande? Sigo nómada o me instalo? Mar o montaña? Moderno...? Bucle. Infinito.

Palabras clave: ansiedad, desolación, desconcierto, preocupación e incertidumbre. #nostamal #semehacebola

Ego sum res nullius...

La expresión “lugares comunes” me parece muy forzada, me repele y no suelo usarla y, sin embargo, hoy me visita con la fuerza de un huracán, ahora que muevo el codo izquierdo y el dolor me inmoviliza. 

Hace algunos veranos que me acompaña una cicatriz en la pierna izquierda, bajo la rodilla, vertical. Consecuencia de una caída que me detuvo y me reinició, drástica, dramáticamente. Esa caída marcó el final de una etapa, fue una decisión, un después de.

Hoy la herida es en la palma de la mano, también izquierda y es pronto para saber qué puede significar. De momento, me produce pavor la coincidencia de la propia caída y la fecha en la que se priduce y la simbología añadida de la caída. A pesar de estar alerta. Aunque me hubieran advertido. Pero hay tantas cosas que nunca cambian, verdad?

Es cierto que hay similitudes en las épocas, en las señales, en las ganas de arrancar y avanzar. También en la tristeza, el desconcierto y la desorientación o falta de rumbo. Otra vez esa tremenda sensación de ser una res nullius de manual. Sin poder evitarlo, sin saber cambiarlo. Otra vez. Como si fuera nueva y esto no sonara a repetido, a déjà vu. 

Justamente ahora que, observando el cielo cruzado de estrellas fugaces, ni siquiera recuerdo que es posible pedir un deseo...

N.B.: anoto brevemente aquí que hoy, a las 21:00, se han cumplido cuatro años desde que comenzaras a irte, fulminada, irreversiblemente, en este mismo lugar. Y eso, por fuerza, lo recuerdo intensamente.

miércoles, 12 de agosto de 2020

El último emoticono...

Circula por algunas redes algo parecido a un juego que supone que el último de los emoticonos que has usado es el que te representa.

Acabo de chequear que el mío es el de toda la vida, el genuino, original y entrañable de la sonrisa normal.

Un poco como de encefalograma plano o sonrisa de compromiso un poco forzada, el que se usa cuando una no sabe bien qué decir, el comodín que cierra preguntas o silencios incómodos.

Quizá el jueguecito tenga razón y ese sea el emoticono que se ajusta más a éstos mis tiempos raros, sin estridencias ni grandes aspavientos...

Control...

Me cuesta leer textos largos y libros en general. La concentración huyó de mi caja de herramientas y hago lo que puedo, con proyectos asequibles y facilones.

Revolotea una frase, hoy: “el control de una relación lo tiene quién quiere menos”. Imagino que porque tiene menos que perder.

Pero eso me recuerda que por el camino ha quedado medio olvidado un objetivo crucial para mi, que me he propuesto trabajar en numerosas ocasiones: aprender a amar bien. Confiando, sin miedo al abandono, comprometida, escuchando y respetando, admirando, con calma.

Y tantas otras cosas que no me corresponde a mi listar, vista la montaña de obras, autores y entradas que tratan este tema. Ahí dejo la frase, para valorarla...


martes, 11 de agosto de 2020

Hoy es tu cumpleaños...

Querida Vic:

He perdido la cuenta de las veces que hemos cumplido desde que las letras nos juntaron en nuestras distancias. Lo que no se me puede olvidar es la felicidad que supone ver pasar el tiempo y que se convierta en años y que nos acompañemos, indefectiblemente, como una certeza cuasi absoluta.

Porque nos conocimos en un momento especial y nos escribimos todo y nos contamos con detalles mínimos. Y eso fueron cimientos fuertes, sinceros, entregados. Desde entonces hemos reído juntas ynos hemos leído y nos hemos oído llorar, en otras ocasiones mucho menos bonitas que la vida nos ha ido entregando en fascículos para olvidar. 

Lo bonito ha sido tener tu número, poder marcarlo, escucharte y saber que, por una gigantesca y extraña razón, siempre has comprendido el por qué de tantas cosas mías... Lo que cuento, cómo lo hago y el por qué de lo que siento o me sucede.

Eso es sorprendente.

Va pasando la vida y hoy soplarás unas cuantas velas, o un número de doble dígito, abriendo paso para contarme lo que me va a sobrevenir a mi en dos años. Eres la mayor y siempre me adviertes, me avisas, te anticipas. Y yo tomo nota de qué es lo que va a sobrevenirme.

El mérito inmenso que siempre has tenido llega en forma de generosidad, solo cuando corresponde, para escucharme con profunda atención. Y memorizarme y recordar lo crucial y lo que no lo es. Hoy no tocaba hablarte de mi. Hoy es tu día y te sentí serena, fría, sonriente, completa y acompañada. No puedo pedir nada más. Solamente dar las gracias porque hayáis vuelto a abrirme vuestra casa para acoger mi pequeñez, cuando me adivinaste menguada y distinta y asustada. Y tan poca cosa.

Tenemos un plan conjunto y quiero cumplirlo. Abrazo real antes de fin de año, venciendo miedos, saltando temores, ignorando riesgos. El viaje ha comenzado y el regalo lo hiciste tú. El día de tu cumpleaños, precisamente.

Voy a tener que trabajar duro para ser capaz de llegar hasta vuestra casa, hoy que dar tres pasos seguidos me parece una hazaña. Pero soy disciplinada y quiero regresar ahí y sentir que somos parte de algo importante.

Estás feliz en tu cumpleaños. Lo que deseo para ti... Esa felicidad que a veces da un poco de rabia. Pero no hoy, ni esta vez, ni la tuya, ni la vuestra.

Abrazo largo, con balanceo suave y caricia en la espalda, con la palma bien abierta y presionando un poco, de arriba abajo, repetidamente y despacio.

S.

P.S.: gracias Marieta, por cuidarla y quererla bien... :)

lunes, 10 de agosto de 2020

Ganas...

Hoy las velas de colores sobrevolaban todo, empujadas por el Garbí o la Tramontana típicas de la zona. Caras de felicidad entre deportistas, observadores y turistas, además de entre los miembros de los grupúsculos de amigos que se dan cita cada mañana [bien entrada, después de dormir la fiesta -con efe- de la noche anterior] a la derecha [mirando al mar desde el paseo] del chiringuito (sic).

Felicidad. Preciosa palabra... Aunque la pronuncie solo como observadora de los pequeños detalles de las felicidades ajenas. Siempre me han parecido insultantes cuando yo no estoy en un buen momento... Pero no sabría decir si solo me pasa a mí.

He visto madera de deriva al final de la arena, tocando justamente al paseo. Grandes troncos abandonados, de manera aislada, castigados por el sol y de ese color beige desvaído tan característico de largas temporadas a la intemperie. Vestigio de las tempestades que nos arrasaron antes de que todo cambiara; y he sentido pena, aunque no soy capaz de saber si el sentimiento era por esas maderas, por todo lo vivido últimamente o por mí misma. Pero sí. Ha sido pena.

Tumbarme sobre un pareo boca arriba [hoy que perdí mi toalla color lavanda], después de aplicar la crema de manera concienzuda [allí dónde no me pongo, me quemo], acomodarme dándole forma a la arena para que se adapte a mi cuerpo con precisión y suspirar mientras cierro los ojos. Es un ritual. Eso hice hoy por necesidad. Y algo de oposición externa, que vencí con autoridad. Por supervivencia, probablemente, hoy me regalé playa. Para escapar un rato de mi misma, para huir un poco de todo. Para no tener que hablar, para no verme obligsda a escuchar, para abstraerme metida hacia dentro, para ausentarme de esta realidad.

El mejor momento del día, el rato de playa, a pesar de haber añadido, para hacerlo realidad, coche y cansancio a las rutas de ayer [tan poco acostumbrada como ahora estoy a tocar volante, tan cansada como me desperté hoy de una noche breve], junto con un paseo al trote, en soledad, y silencio que sólo rompía (una dulce) música italiana y brasileña inyectada en mis oídos, mientras se ponía el sol y el mundo se teñía de dorados y naranjas, entre campos de maíz de un verde intenso e insultante, parando a llenar mi botella de agua en la mejor fuente del lugar. 

No he sumergido la cabeza en el agua limpia y fresca. Pero tenía ganas...

Belleza y aprendizajes...

Es fascinante ver cómo cambia todo y se reordena el órden mundial, cómo aprendo paciencia muy rápido y a fijarme en lo que tengo muy cerca, cómo me voy manejando con la incertidumbre de lo que ha de venir a la vuelta. Me fascina igual haber mejorado notablemente mi capacidad de escucha activa, la contención, la no explosión. Y la empatía.

Me faltan grandes cosas en alguna ocasión como poder hablar, explicarme, ser escuchada, contar mis razones, vivir en calma, destinar tiempo y energía a cosas que me permitan crecer un palmo, relativizar, mejorar mi autoestima. Por ejemplo. Pero ya estoy trabajando en ello!

Nada de ésto, de todos éstos cambios, era previsible ni formaba parte del plan, para mi. Y, sin embargo, estoy súper satisfecha de mis avances. Modestos, pero avances, al fin y al cabo.

La belleza es sublime y la de los gestos a mi me quita el aliento. Hechos, no palabras. Como el de adivinar la generosidad. Ponerse en la piel del otro y tratar de sentir lo que siente: un domingo por la tarde en agosto la casa vacía te devora completamente en unos segundos. Cualquier cosa es mejor que eso. Hasta deshacer el camino en coche, a solas, de noche, con dos manos apretándote la garganta, completamente perdida, sin orientación. Interpretando señales de tráfico que a veces no entiendo y pisando el acelerador, con la música alta. Ruido. Necesito ruido para no escuchar mi silencio. Ni mis gritos.

Y una voz al teléfono acompañándome durante el camino. Calmando. Escuchando. Relativizando. Dando esperanza. Generosa. Proponiendo planes. Abriendo puertas y ventanas... Esos son los gestos bellos al final.

Me quedo con la belleza cambiante de lo que me rodea, que también me fascina. Las lluvias, el rio, las puestas de sol, los verdes, algunos rincones, los paseos, el silencio y las pequeñas cosas. Paz. Rutinas. Calma. Tranquilidad. Silencios. Como tengo pautado y necesito.

Me quedo con todo eso y lo valoro, como si no hubiera nada más importante en el mundo ni un mañana al que agarrarse...

martes, 4 de agosto de 2020

Mientras llovía...

La lluvia nos atrapó. Como solo aquí sabe llover, con enormes gotas, muy juntas, a veces cayendo verticales y otras tan inclinadas, en paralelo. Hoy la lluvia nos atrapó bajo un arco, sentadas en el suelo de piedra, muy juntas, mientras trabajabas, cuando yo te observaba. 

Ahora se nos caía un beso, después se escapaba una caricia breve o muy larga, con la palma bien abierta. Dialogaban nuestras sonrisas, las miradas y las palabras, todo a la vez. 

Hubiéramos podido salir, cambiar de lugar, bailar bajo la lluvia, tumbarnos y empezar a besarnos. Y paró de llover...

domingo, 2 de agosto de 2020

#noseque #queseyo

Nada es igual en este mismo lugar. Ni 48 horas después de tu llegada ya cambió la energía y todo se reordena suavemente para que cada cual encuentre un espacio propio en el que instalarse. Ahora justamente que los espacios son como joyas.

Nos observamos por la esquina de los ojos y nos seguimos, para reconocernos, para avanzar. Y también nos ocultamos, más de lo debido, ahora que el armario tiene puertas abiertas y a mi, en especial, no me hacen falta excusas ni justificaciones porque ya dí las explicaciones precisas con antelación.

Siempre he considerado que no ser óbvia cuándo es preferible la discreción tiene un #noseque #queseyo...

sábado, 1 de agosto de 2020

Pantano barométrico...

Es, más o menos, el modo en el que he estado instalada desde que llegué, contando hacia atrás, saboreando [yo, tan impaciente] la espera, el decalaje, el momento. Como la niña pequeña que apenas dejo salir alguna vez, la que fui en este mismo lugar y la que esperaba [tórridas tardes de verano, en soledad] la llegada de algún coche del que salían personas importantes con las que podría jugar y vivir mis aventuras.

Tiempo de construir vínculos, con constancia, ilusión, perseverando, con todos los miedos y la prudencia y las ganas y la templanza. Mucho a la vez y muy intenso. Escuchar, reir, hablar, sonreir, conocer, empatizar, acompañar. Quizá sean éstos algunos de los verbos cruciales en la vida y probablemente sepamos de su importancia, de que son imprescindibles para construir algo sobre unos pilares sólidos. 

Ahora que somos quienes somos y hemos vivido tanto y nos han vivido tan a fondo, a éstas alturas...