Da gusto. Y con sinceridad lo digo. Este es verdaderamente un lugar seguro, íntimo y discreto.
La verdad es que entran los "perdidos". Quienes no saben ni lo que buscan.
Y eso es bueno. Porque una puede venir, contar, vaciar y explicar. Y no pasa nada.
Por eso dejo constancia (un poco más para mi misma que por otra cosa) de que estreno etapa, justo antes de acabar el año.
Etapa de mirar hacia adentro, de planificar, de valorar el punto exacto en el que estoy para ver hacia dónde voy y qué hago para llegar ahí.
Ahora mismo hay distancias, nudo en la garganta, momentos de profunda oscuridad, de lágrimas perdidas que se escapan (y me pregunto un poco por qué, cuando eso sucede), de incertidumbres y consciencia de que hay que definir.
Eso me ha pasado antes. Cuando iba siguiendo, sin saber bien el qué o a quién o el motivo o hacia dónde.
La vida empieza a ser larga, ahora. Y ha dado bastante de sí.
Como para sentir que repito etapa, a lo mejor. Como para pensar que hay que diseñar las nuevas. ¿Dónde, cuándo?
Pero no hay respuestas. Todavía no.
Quizá hay más miedo e incertidumbre que otra cosa. Porque la mayoría de todo lo que se tambalea no depende de mí.
Quizá sea por eso. Quizá no...
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