Volver a Barcelona me ha hecho ilusión. Más que nada, por cerrar etapas que ya tenía ganas de cerrar, después de haber vaciado de energías y otras mierdas (con perdón) los espacios en los que habito a ratos.
Limpios y cristalinos. Sin ruido y en silencio...
Así que ya está.
Las cosas están en el mismo sitio en el que me encontré las mías.
En mi caso, dejadas a buen recaudo bajo la supervisión de un portero (idiota, de verdad).
En el suyo (de caso), abandonadas (mis cosas) a su suerte durante horas en un rellano por el que circula siempre gente, y más en festivo, sin previo aviso.
En fin, estos gestos hablan de quienes somos, al final. Y tú te has retratado y has quedado preciosa, chata. Como en la foto de tu perfil, interpretada (con cero gracia, de paso lo digo), por la IA: pelo sucio, recogido en una coleta y la bufanda de verano cual collar canino; menos favorecedor imposible.
Ya solo queda un fleco. Y la cuenta atrás está avanzadísima.
Volver a Barcelona me ha encantado porque, además de todo lo anterior, hoy es Sant Jordi. La ciudad está llena de rosas, libros, gente paseando y hace sol.
Poco más se puede pedir para un día como hoy. El sector, me consta, está pletórico y ha tomado las calles con ilusión.
Han llegado rosas, en plural, muy plural, en realidad; y algún libro.
Esta tarde saldré a pasear y seguro que acabo comprando y respirando sol, ahora que vivimos la primavera...
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