No he tenido ni tiempo ni memoria para venir a dejar constancia de mi sueño de la noche del sábado pasado.
Porque fue un sueño, realmente.
No una pesadilla, no.
Fue revivir un momento loco pero bonito de mi vida con una protagonista igual (loca, bonita).
Con esa claridad y nitidez de los sueños especiales. Esos que cuando despiertas te maldices porque ha terminado.
En mi caso, desperté incorporándome de repente como la escena de la niña del exorcista que vomita puré de guisantes. A la misma velocidad, sí.
Fui capaz de recordar los pocos fotogramas de realidades soñadas y mejoradas que me permitieron construir un relato en movimiento y disfrutarlo. Todo el día. A medida que hacía cosas sin parar.
Una delicia, vamos.
Me dijo que estaba embarazada del cuarto. Ella, que no tenía instinto maternal.
Y luego de soñar este tipo de momentos y personas, te quedas (más) idiotizada y como levitando, revisitando cada palabra, cada imagen. Y te enfadas porque nunca existió, ni puede volver, ni se va a repetir.
Y es imposible.
Pero qué gusto, por favor...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No serás de l#s que creen que intimido y por eso no comentan nunca, ¿verdad? :) ¡¡Venga!! ¡¡Anímate!!