Nunca los días son iguales. A veces. El de hoy ha sido como nuevo y mezcla de revivido, siempre con matices. He pasado la mañana paseando [ya sé que llueve desde medio día pero no íba a nivel de suelo] con quien hubiera podido ser el hombre de uno de mis fines de semana. Sabemos que no ando tras los compromisos y que hay gestos y detalles que me desarman. Un acento sudamericano y la imaginación al vuelo. El motivo del interés: quizá saber que la esposa aguarda al otro lado del mar o que lleva encima cuatro largas semanas de ausencia, en viaje... Quizá tarde tres minutos en olvidar el encuentro y saber que la mente descansa obediente en algún otro lugar todavía inexistente.
Todo cambia. Incluso dentro, en el cada día. Cambian ellos y hasta desaparezco yo, que nunca más seré como antes de la herida que alguien me profirió y todavía desconoce la magnitud del daño, la existencia de la ofensa, la sensación bajo la piel. No siempre aparecen lágrimas, a veces por pereza se abstienen. Otras, porque nadie me enseñó a llorar. Y me seco, sin miedo...
Aquí se viene a jugar con las palabras. A vaciar nostalgias. A comprender miradas y silencios. A compartir sin disfraces. Con seudónimo pero el alma verdadera...
martes, 31 de marzo de 2009
lunes, 30 de marzo de 2009
Sería increíble si no me hubiera sucedido a mi...
No quiero hablar de redes sociales, pero la vida nos sorprende a menudo. Con amores incombustibles o primeros enamoramientos a una tierna edad que hace que las sombras se conviertan en posibilidades. Algún quizá. O tal vez. Personas que no viven más en este país, en mi ciudad, que se dedican a apagar fuegos desde el aire, a dirigir grandes empresas, a vivir con prisa. Mientras a mi la vida me conduce a lugares más remotos, ahora que no me queda ninguna ambición. Ninguna. Solamente la de ser capaz de continuar, con los míos, con las mías y, también, haciendo lo que quiero. Saliéndome con ellas, por tanto.
En fin. Son esos posts que no hacen falta. Pero que pueden llegar a ser útiles. Tal vez...
En fin. Son esos posts que no hacen falta. Pero que pueden llegar a ser útiles. Tal vez...
viernes, 27 de marzo de 2009
Sueños y carretera...
Conducir hacia el sur. Aunque no tanto como para llegar hasta ti. En soledad, interrumpida con conversaciones y voces diferentes a las que cantan. Observando el camino, tan recto y tan curvo, tan simple. Horizonte en el que perder la mirada, al frente. A la izquierda un mar tranquilo, que brilla, devolviendo sol. Tiempo por delante y pensamientos fugaces. Soy de revisar, de recordar, de repasar. Y de otros infinitivos, pero son de otra cosa. Así que me dedico y me explayo, sin prisa, cambiando de asunto, moviéndome entre recuerdos, jugando con la cintura y las etapas de la vida, que tanto ha cambiado.
Pienso en quién soy ahora, en dónde estoy, en cómo vivo y en quién me acompaña. pensar en el más mínimo cambio me produce vértigo, mareo, náusaeas, secreción de bilis y salivación masiva. Pero hoy sé que todo este escenario cambiará. Y siento un cosquilleo extraño, en éstos últimos tiempos, que advierte, alarma, avisa, comunica... No puedo decir la dirección ni el sentido, tampoco que haya una razón sólida. Siempre he sido algo temerosa e insegura en esto del trabajo. Y ahora no está fácil pero es altamente improbable, que no imposible. Y no puedo evitar proyectarme hacia adelante y en un lugar determinado. Como si fuera un sueño más que otra cosa... Como si no fuera realidad...
He acabado el post. Y quería contar que el mar me gusta mucho. Aunque parezca una obviedad.
Pienso en quién soy ahora, en dónde estoy, en cómo vivo y en quién me acompaña. pensar en el más mínimo cambio me produce vértigo, mareo, náusaeas, secreción de bilis y salivación masiva. Pero hoy sé que todo este escenario cambiará. Y siento un cosquilleo extraño, en éstos últimos tiempos, que advierte, alarma, avisa, comunica... No puedo decir la dirección ni el sentido, tampoco que haya una razón sólida. Siempre he sido algo temerosa e insegura en esto del trabajo. Y ahora no está fácil pero es altamente improbable, que no imposible. Y no puedo evitar proyectarme hacia adelante y en un lugar determinado. Como si fuera un sueño más que otra cosa... Como si no fuera realidad...
He acabado el post. Y quería contar que el mar me gusta mucho. Aunque parezca una obviedad.
jueves, 26 de marzo de 2009
Yo no sé llorar...
Ayer por la mañana nos despedimos sin hablarnos. Es decir, no nos despedimos...
Salió del coche cuidando de no dar un golpe demasiado fuerte, que siempre le pido lo mismo: "con cui-da-doooooo". Y no se volvió a verme, después de dar los tres o cuatro pasos habituales. Solo pude seguirla, el corazón pequeño, viendo su gran cartera y su melena con mechas rubias. No se volvió. No me quedó otra que acelerar suavemente y dejar que desapareciera de mi campo de visión. Sin una palabra, si poder adivinar cómo se sentía...
El día transcurrió difícil, lento. Por la noche no la vería, que el miércoles no regresa a casa. Decidí aprovechar el silencio del sofá vacío y cancelé cualquier encuentro. Me sorprendió su letra, poco cuidada, apresurada, en una pequeña hoja de papel. La primera palabra era "perdón" y luego una petición de tipo práctico, bien planteada.
No me apetecía sonreir. Perdí un par de lágrimas entre la televisión y el baño. Deduje que tampoco su día había sido feliz, porque había recordado que en estos casos siempre le digo que hay que pedir perdón, solo si nos consideramos culpables o responsables de algo. No es bueno callar. Es una palabra que abre todos los caminos.
Minutos después el móvil. Su voz. De nuevo su "perdón". Tanto me alegró escucharla, tanto... Mantuvimos una conversación muy breve, que dirigí yo, en la que no eran necesarias las palabras, solo algún silencio, únicamente el tono, el timbre, la entonación...
Estuve arrastrando todo el día la tristeza de nuestro enfado y el miedo a que algo se hubiera roto entre nosotras. Su voz me liberó y la liberé a ella. Volvía a sonreir...
Me acosté temprano y la eché de menos a mi lado. Seguí avanzando en mi libro. me costó dejar de llorar...
Salió del coche cuidando de no dar un golpe demasiado fuerte, que siempre le pido lo mismo: "con cui-da-doooooo". Y no se volvió a verme, después de dar los tres o cuatro pasos habituales. Solo pude seguirla, el corazón pequeño, viendo su gran cartera y su melena con mechas rubias. No se volvió. No me quedó otra que acelerar suavemente y dejar que desapareciera de mi campo de visión. Sin una palabra, si poder adivinar cómo se sentía...
El día transcurrió difícil, lento. Por la noche no la vería, que el miércoles no regresa a casa. Decidí aprovechar el silencio del sofá vacío y cancelé cualquier encuentro. Me sorprendió su letra, poco cuidada, apresurada, en una pequeña hoja de papel. La primera palabra era "perdón" y luego una petición de tipo práctico, bien planteada.
No me apetecía sonreir. Perdí un par de lágrimas entre la televisión y el baño. Deduje que tampoco su día había sido feliz, porque había recordado que en estos casos siempre le digo que hay que pedir perdón, solo si nos consideramos culpables o responsables de algo. No es bueno callar. Es una palabra que abre todos los caminos.
Minutos después el móvil. Su voz. De nuevo su "perdón". Tanto me alegró escucharla, tanto... Mantuvimos una conversación muy breve, que dirigí yo, en la que no eran necesarias las palabras, solo algún silencio, únicamente el tono, el timbre, la entonación...
Estuve arrastrando todo el día la tristeza de nuestro enfado y el miedo a que algo se hubiera roto entre nosotras. Su voz me liberó y la liberé a ella. Volvía a sonreir...
Me acosté temprano y la eché de menos a mi lado. Seguí avanzando en mi libro. me costó dejar de llorar...
miércoles, 25 de marzo de 2009
Bromas aparte...
He querido representar el silencio. Absoluto. La nada. Ni el eco.
Pero el sistema no me ha permitido publicar espacios en blanco.
No importa.
Supongo que tampoco nadie hubiera comprendido nada.
¿Dije nadie?
Estoy de broma...
Pero el sistema no me ha permitido publicar espacios en blanco.
No importa.
Supongo que tampoco nadie hubiera comprendido nada.
¿Dije nadie?
Estoy de broma...
Podrías ser tú...
Suena el teléfono y, por un segundo, miro la pantalla con una expresión difícil de definir. Se acerca más a la alegría que al temor. Podrías ser tú.
Cuando me muevo por las calles de mi ciudad, de alguno de los lugares en los que coincidimos [tiempo, espacio, conexión], a veces lo hago pensando que quien está caminado delante de mi, subiendo las escaleras mecánicas, volviendo esa esquina, cruzando la plaza, podrías ser tú.
Hay días en los que apetece especialmente echarte de menos, marcar tu número, hablar un poco y callar mucho para escucharte, que sé que tienes tanto que contar, aunque te hayas resistido tanto tiempo. Y lo que aguantarás, lo sé.
A veces, desde el coche, observo coches como el tuyo, del mismo color; me fijo en la matrícula, que no pude memorizar el día que me lo enseñaste, tan nuevo, para ver si coinciden las pocas letras que me sé. Y es que podrías ser tú regresando a casa, después del trabajo, de dar un paseo.
Podrías ser tú la responsable de mis lágrimas, de esta tristeza pegajosa que no desaparece, de mi pena.
Ojalá fueras tú...
Cuando me muevo por las calles de mi ciudad, de alguno de los lugares en los que coincidimos [tiempo, espacio, conexión], a veces lo hago pensando que quien está caminado delante de mi, subiendo las escaleras mecánicas, volviendo esa esquina, cruzando la plaza, podrías ser tú.
Hay días en los que apetece especialmente echarte de menos, marcar tu número, hablar un poco y callar mucho para escucharte, que sé que tienes tanto que contar, aunque te hayas resistido tanto tiempo. Y lo que aguantarás, lo sé.
A veces, desde el coche, observo coches como el tuyo, del mismo color; me fijo en la matrícula, que no pude memorizar el día que me lo enseñaste, tan nuevo, para ver si coinciden las pocas letras que me sé. Y es que podrías ser tú regresando a casa, después del trabajo, de dar un paseo.
Podrías ser tú la responsable de mis lágrimas, de esta tristeza pegajosa que no desaparece, de mi pena.
Ojalá fueras tú...
martes, 24 de marzo de 2009
Me siento...
Pequeña.
Mínima.
Minúscula.
Enana.
Invisible.
Escueta.
Limitada.
Prescindible.
Evitable.
Menor.
Básica.
Elemental.
Escasa.
Previsible.
Intento sonreir...
Mínima.
Minúscula.
Enana.
Invisible.
Escueta.
Limitada.
Prescindible.
Evitable.
Menor.
Básica.
Elemental.
Escasa.
Previsible.
Intento sonreir...
lunes, 23 de marzo de 2009
Cambios...
No valoramos nada. Solamente vivimos y nos entretenemos en tantas cosas que no podemos darnos cuenta de que estamos viviendo.
Llevo un dedo de la mano izquierda con una férula. Ya me dirás... Y resulta que tengo dificultades en escribir, en comer, en conducir y molestias para dormir, ducharme y vestirme. No quiero ni preguntarme cómo se organizan la vida quienes no tienen algúna extremidad. Porque sé la respuesta. Te organizas hasta que lo extraordinario deviene costumbre.
Se ha repetido, movimiento a movimiento, la escena de la muerte de mi propio ascendiente. Hace ya veinticinco años y quién lo diría. Y me está costando salir del shock. Sé que no estoy tan mal como otros, me consta, pero me cuesta. Igualmente.
Todo se replantea, despacio, buscando nuevos lugares, rutinas distintas, costumbres exrañas.
La vida cambia en un segundo. No tengo nada que ver con la persona que escribió el post previo. En serio. Crecimiento de una coraza algo más gruesa, recubrimiento de una pátina de tristeza. Distinta...
Llevo un dedo de la mano izquierda con una férula. Ya me dirás... Y resulta que tengo dificultades en escribir, en comer, en conducir y molestias para dormir, ducharme y vestirme. No quiero ni preguntarme cómo se organizan la vida quienes no tienen algúna extremidad. Porque sé la respuesta. Te organizas hasta que lo extraordinario deviene costumbre.
Se ha repetido, movimiento a movimiento, la escena de la muerte de mi propio ascendiente. Hace ya veinticinco años y quién lo diría. Y me está costando salir del shock. Sé que no estoy tan mal como otros, me consta, pero me cuesta. Igualmente.
Todo se replantea, despacio, buscando nuevos lugares, rutinas distintas, costumbres exrañas.
La vida cambia en un segundo. No tengo nada que ver con la persona que escribió el post previo. En serio. Crecimiento de una coraza algo más gruesa, recubrimiento de una pátina de tristeza. Distinta...
jueves, 19 de marzo de 2009
Una cosa lleva a la otra y...
Me gusta entretenerme, un poco, viendo los colores de la luz. Prefiero las transparencias, atravesarla, limpiamente. Y lo que más me gusta, después de eso, es iluminar las sombras. Me incomoda la oscuridad y en el corto lapso de tiempo que transcurre desde que cierro las luces de mi habitación y me acomodo para dormir, normalmente vuelta hacia la derecha, suelo cerrar fuerte los ojos, para ver esas luces pequeñas y cambiantes, de varios colores, que aparecen y se mueven dentro de los ojos. Tienen un nombre que no recuerdo. Tengo mala memoria para esas cosas. Para otras la tengo insuperable.
Cuando observo esas luces, con los ojos cerrados y apretados fuerte, ya no tomo conciencia de que existen las sombras, mucho menos la oscuridad, y todo es más fácil porque tampoco aparecen ni los miedos ni siquiera los temores. Solo a veces, cuando algunas escenas difíciles de películas aparecen en mi cabeza cuando voy desde el baño hasta el dormitorio, con todas las luces cerradas de la casa, apresuro el paso como si quisieran pillarme, como si me esperaran detrás de las puertas, como si el aliento de algun extraño se fuera a estrellar contra mi cuello, como si quisieran tocarme y alcanzaran solo a rozarme la piel de un brazo con una ropa ligera y vaporosa, como por descuido.
Pero eso sucede pocas veces, porque sé que los temores están en la mente, como el picor, que se encuentra en el cerebro y es inútil rascarse, porque es una sensación mental. Cuando sucede hiperventilo, además de avanzar a grandes zancadas por la casa sobre un parquet crujiente como una chocolatina rellena de arroz inflado. Y mira que al instalador, hace dos mil años, le advertí que pusiera el que quisiera y que se esmerara porque no quería crujidos, pero yo no quería parket. Nunca quise muchas cosas que luego tuve o sucedieron o las padecí. No he sido capaz de gobernar mi vida hacia algunos lugares [odio la manida frase pseudo intelectualoide de "lugares comunes" que tanto se usa ahora. La odio. ¿Significa algo, en realidad?] innecesarios y hasta indeseables. Como todo#s, imagino...
Cuando observo esas luces, con los ojos cerrados y apretados fuerte, ya no tomo conciencia de que existen las sombras, mucho menos la oscuridad, y todo es más fácil porque tampoco aparecen ni los miedos ni siquiera los temores. Solo a veces, cuando algunas escenas difíciles de películas aparecen en mi cabeza cuando voy desde el baño hasta el dormitorio, con todas las luces cerradas de la casa, apresuro el paso como si quisieran pillarme, como si me esperaran detrás de las puertas, como si el aliento de algun extraño se fuera a estrellar contra mi cuello, como si quisieran tocarme y alcanzaran solo a rozarme la piel de un brazo con una ropa ligera y vaporosa, como por descuido.
Pero eso sucede pocas veces, porque sé que los temores están en la mente, como el picor, que se encuentra en el cerebro y es inútil rascarse, porque es una sensación mental. Cuando sucede hiperventilo, además de avanzar a grandes zancadas por la casa sobre un parquet crujiente como una chocolatina rellena de arroz inflado. Y mira que al instalador, hace dos mil años, le advertí que pusiera el que quisiera y que se esmerara porque no quería crujidos, pero yo no quería parket. Nunca quise muchas cosas que luego tuve o sucedieron o las padecí. No he sido capaz de gobernar mi vida hacia algunos lugares [odio la manida frase pseudo intelectualoide de "lugares comunes" que tanto se usa ahora. La odio. ¿Significa algo, en realidad?] innecesarios y hasta indeseables. Como todo#s, imagino...
miércoles, 18 de marzo de 2009
Hay posts, como este, que sería mejor no haber escrito nunca...
Menos escribo, menos ganas tengo. Y esas ganas no quiero perderlas. Tendré que esforzarme un poco. Porque leo lugares ajenos, con su estilo personal, y envidio la facilidad de letra, la fluidez con que cuentan y me recuerdo a mi misma cuando me resultaba tan agradable. Bueno, quizá siga resultándomelo, pero me falta el tiempo.
Podría contar, y extenderme, que voy atrapada de tiempo, que las cosas hacen cola en la mesa y queda muy poco para que lleguen las primeras reclamaciones. También podría decir que adivino la primavera en todos los rincones y me sorprendo con los olores. Como cada año, me alegra infinitamente y lo celebro, de alguna forma, sonriendo. Además, acabaron los examenes y todo apunta a que bien. Y tiene su mérito si consideramos que tiene el corazón lleno de un nombre femenino por vez primera y anda distraído y preocupado. El conejo crece saludable y algo nervioso, dando brincos dentro y fuera de su jaula. Tengo cerrado el próximo viaje familiar de fin de semana y nos tiene ilusionad#s a tod#s. Se me va pasando la descompensación que la noticia de la semana pasada me produjo. Y eso que me tuvo todo el fin de semana ausente y abstraída. Y costó un mundo estar a la altura, presente, que no se percibiera desde fuera... Un mundo...
Al aparcar el coche, esta mañana, me ha producido una extraña sensación de tristeza ver las puertas, varias, cerradas en la zona de los almacenes. Hay poca actividad, ya decidieron reducir las horas en producción y los presagios...
Podría contar, y extenderme, que voy atrapada de tiempo, que las cosas hacen cola en la mesa y queda muy poco para que lleguen las primeras reclamaciones. También podría decir que adivino la primavera en todos los rincones y me sorprendo con los olores. Como cada año, me alegra infinitamente y lo celebro, de alguna forma, sonriendo. Además, acabaron los examenes y todo apunta a que bien. Y tiene su mérito si consideramos que tiene el corazón lleno de un nombre femenino por vez primera y anda distraído y preocupado. El conejo crece saludable y algo nervioso, dando brincos dentro y fuera de su jaula. Tengo cerrado el próximo viaje familiar de fin de semana y nos tiene ilusionad#s a tod#s. Se me va pasando la descompensación que la noticia de la semana pasada me produjo. Y eso que me tuvo todo el fin de semana ausente y abstraída. Y costó un mundo estar a la altura, presente, que no se percibiera desde fuera... Un mundo...
Al aparcar el coche, esta mañana, me ha producido una extraña sensación de tristeza ver las puertas, varias, cerradas en la zona de los almacenes. Hay poca actividad, ya decidieron reducir las horas en producción y los presagios...
lunes, 16 de marzo de 2009
jueves, 12 de marzo de 2009
Lanzamiento de reproches a media voz y alguna lágrima...
Ven aqui, anda. Mírame a los ojos. Y ahora piensa, con calma, tratando de recordar, cuántas veces comentamos que la vida gira, cambia, modifica y altera a las personas. Yo me refería a ti, naturalmente. Usé el plural, incluso. Y negaste, como Judas, repetidamente.
No han de pasar muchos años y te remodelarás, a ti y a tu entorno. Rediseñarás tus lugares, tus compañías y serás otra persona, tan distinta a lo que eres hoy... Y nunca me creíste. Tenías todo lo suficiente, por lo que luchaste como objetivo. Te faltaba una compañía mucho más comprometida, más a largo plazo. Y nunca lo fui. Solo pude entretenerte, distraerte de tu camino, una suma de bastantes meses. Pero sabíamos que eso no podía ser definitivo. Jamás trazamos un plan más allá de las siguientes vacaciones. Eso era de todo punto inviable.
Pero ¿y el sentimiento?
Eso me pregunto. Quizá ni tú ni yo quisiéramos conjugar el verbo comprometer. Tal vez ni siquiera sabíamos, entonces, cómo hacerlo. Tú ensayabas, seguramente en secreto de mi, en la soledad de tus horas muertas en casa, esperándome. No era fácil representar el papel de canalla, para mi. Aunque tú aprendiste más rápido y acabaste protagonizándonos, decidiendo, largámdote tras alguien que te contó lo mucho que eres, tanto como sabes y la atracción que solo tú sabes desplegar, magnífica, cuando tienes una presa que perseguir y atrapar.
Redes largas, las tuyas.
Mente preclara, también. Experta en pronponerse cosas, personas, hasta lugares.
Te he pedido que me miraras a los ojos. Quizá así veas las lágrimas que escuchaste por teléfono, el día en que me prometiste una llamada que aún ha de llegar. Me oías, pero te ahorraste el momento rojo y mojado. Son cosas desagradables que no quieres para ti, ni en tu vida. El centro...
Todo ha cambiado tanto, ¿verdad? Al menos para ti. Ningún paisaje es ahora común al que fue cuando estuve. Te adaptas pero medio año ya es una cantidad de meses nada desdeñable para estar en plena integración, que es la fase dos de la historia de un traslado. Y más si vas con guía, con lazarillo, con apoyo, con motor. Y tú vas...
Me hubiera gustado que te despidieras, ¿para qué negarlo? Y que vinieras, de algún modo, a contarme de ti, de lo que esperas del futuro, de la vida, de la gente... Es que he perdido todas las esperanzas por el camino y siempre es bueno conversar para imbuirse de otros planteamientos... La vida... Pero no lo hiciste, quizá porque era bueno huir de ti, hasta de mi insignificante recuerdo, imagino. Todo atrás y tú hacia delante, a pesar de todos, muy en el estilo imperante...
Lamento el regusto amargo de esta entrada, de nuestra conversación a una sola voz, pero hay cosas que tienen que salir y este es el mejor lugar que conozco para lanzarlas...
No han de pasar muchos años y te remodelarás, a ti y a tu entorno. Rediseñarás tus lugares, tus compañías y serás otra persona, tan distinta a lo que eres hoy... Y nunca me creíste. Tenías todo lo suficiente, por lo que luchaste como objetivo. Te faltaba una compañía mucho más comprometida, más a largo plazo. Y nunca lo fui. Solo pude entretenerte, distraerte de tu camino, una suma de bastantes meses. Pero sabíamos que eso no podía ser definitivo. Jamás trazamos un plan más allá de las siguientes vacaciones. Eso era de todo punto inviable.
Pero ¿y el sentimiento?
Eso me pregunto. Quizá ni tú ni yo quisiéramos conjugar el verbo comprometer. Tal vez ni siquiera sabíamos, entonces, cómo hacerlo. Tú ensayabas, seguramente en secreto de mi, en la soledad de tus horas muertas en casa, esperándome. No era fácil representar el papel de canalla, para mi. Aunque tú aprendiste más rápido y acabaste protagonizándonos, decidiendo, largámdote tras alguien que te contó lo mucho que eres, tanto como sabes y la atracción que solo tú sabes desplegar, magnífica, cuando tienes una presa que perseguir y atrapar.
Redes largas, las tuyas.
Mente preclara, también. Experta en pronponerse cosas, personas, hasta lugares.
Te he pedido que me miraras a los ojos. Quizá así veas las lágrimas que escuchaste por teléfono, el día en que me prometiste una llamada que aún ha de llegar. Me oías, pero te ahorraste el momento rojo y mojado. Son cosas desagradables que no quieres para ti, ni en tu vida. El centro...
Todo ha cambiado tanto, ¿verdad? Al menos para ti. Ningún paisaje es ahora común al que fue cuando estuve. Te adaptas pero medio año ya es una cantidad de meses nada desdeñable para estar en plena integración, que es la fase dos de la historia de un traslado. Y más si vas con guía, con lazarillo, con apoyo, con motor. Y tú vas...
Me hubiera gustado que te despidieras, ¿para qué negarlo? Y que vinieras, de algún modo, a contarme de ti, de lo que esperas del futuro, de la vida, de la gente... Es que he perdido todas las esperanzas por el camino y siempre es bueno conversar para imbuirse de otros planteamientos... La vida... Pero no lo hiciste, quizá porque era bueno huir de ti, hasta de mi insignificante recuerdo, imagino. Todo atrás y tú hacia delante, a pesar de todos, muy en el estilo imperante...
Lamento el regusto amargo de esta entrada, de nuestra conversación a una sola voz, pero hay cosas que tienen que salir y este es el mejor lugar que conozco para lanzarlas...
miércoles, 11 de marzo de 2009
Tres párrafos y punto...
Siete correos para darle la vuelta al mismo tema estúpido. Porfavor. Si entra uno más en mi buzón, no sé qué va a suceder. Lo peor es que me temo que todavía no ha dicho la última palabra...
Desde el viernes volvemos a ser cuatro en casa. Un conejo toy holandés azul de 200 gramos y poco más de un mes habita una enorme jaula [¿cómo trasladar "eso" en un coche en el que se carga el equipaje del verano o las vacaciones, por ejemplo? ni en el familiar, vamos...] dispuesta en un lugar del salón. Tan escondido como es posible. Es decir, a la vista. Pero es tan agradable de acariciar... Ayer, mientras le limpiaban la jaula, me tocó sujetarlo de pie. Estuvimos más de cinco minutos, yo balanceándome de lado como si pretendiera dormir a un bebé, él [es macho] sin mover ni un bigote, dejándose hacer... Terapéutico, para una noche como la de ayer...
Yo ya tengo la cabeza lejos de aqui, en pleno fin de semana. Necesito marcharme, más que nunca...
Desde el viernes volvemos a ser cuatro en casa. Un conejo toy holandés azul de 200 gramos y poco más de un mes habita una enorme jaula [¿cómo trasladar "eso" en un coche en el que se carga el equipaje del verano o las vacaciones, por ejemplo? ni en el familiar, vamos...] dispuesta en un lugar del salón. Tan escondido como es posible. Es decir, a la vista. Pero es tan agradable de acariciar... Ayer, mientras le limpiaban la jaula, me tocó sujetarlo de pie. Estuvimos más de cinco minutos, yo balanceándome de lado como si pretendiera dormir a un bebé, él [es macho] sin mover ni un bigote, dejándose hacer... Terapéutico, para una noche como la de ayer...
Yo ya tengo la cabeza lejos de aqui, en pleno fin de semana. Necesito marcharme, más que nunca...
Distancias...
La noche pasó y dormí de tirón. Bueno, miento. Tuve que sacarme de encima o bien las piernas enredadas o bien todo el cuerpo de más de treinta kilos de mi descendiente menor. Un poco pesado, si. Pero mi mente descansó plácidamente, contra todo pronóstico, supongo. A veces solo necesito ordenar las ideas y decidir. Luego, todo es más fácil que al principio.
He tenido disgustos y sorpresas, a partes iguales. Es curioso cuánto pueden llegar a afectarme ambos. Opté por quedarme con la alegría de una voz preocupada en mi buzón, preguntándose, preguntándome... A veces el don de la oportunidad es como una bendición...
Hago muchas menos cosas de las que querría. Es más: dejo de hacer lo que me apetecería. No puedo. Los días se persiguen y hasta se estrangulan, pero me falta tiempo para llegar hasta algunos rincones. Igual parece que es falta de interés, hasta olvido o indiferencia. Y es por eso por lo que no me gusta no poder llegar.
Me han convocado para una cena. He descubierto un nuevo blog. Me espera un fin de semana único, porque cierra temporada. Esta noche tendré el sofá para mi y algo de tiempo para decidir si leo, veo tv o me siento frente al pc. Me apetece ir al gimnasio, por tercera vez esta semana, y tengo previsto volver mañana, si una lesión indeseada no me lo impide. Hoy prepararé las maletas para que mañana pueda pasar por la clínica. Es fácil ser hermana de mi hermana, de esa hermana. Y van a intervenirla y no quiero perdérmelo...
Siempre hay cosas, Lareth, siempre. Las pequeñas son las más abundantes. Solo basta con buscar un poco. Y moverse. Creo que hay que moverse para combatir la soledad. Es horrible estar tan lejos, la verdad...
He tenido disgustos y sorpresas, a partes iguales. Es curioso cuánto pueden llegar a afectarme ambos. Opté por quedarme con la alegría de una voz preocupada en mi buzón, preguntándose, preguntándome... A veces el don de la oportunidad es como una bendición...
Hago muchas menos cosas de las que querría. Es más: dejo de hacer lo que me apetecería. No puedo. Los días se persiguen y hasta se estrangulan, pero me falta tiempo para llegar hasta algunos rincones. Igual parece que es falta de interés, hasta olvido o indiferencia. Y es por eso por lo que no me gusta no poder llegar.
Me han convocado para una cena. He descubierto un nuevo blog. Me espera un fin de semana único, porque cierra temporada. Esta noche tendré el sofá para mi y algo de tiempo para decidir si leo, veo tv o me siento frente al pc. Me apetece ir al gimnasio, por tercera vez esta semana, y tengo previsto volver mañana, si una lesión indeseada no me lo impide. Hoy prepararé las maletas para que mañana pueda pasar por la clínica. Es fácil ser hermana de mi hermana, de esa hermana. Y van a intervenirla y no quiero perdérmelo...
Siempre hay cosas, Lareth, siempre. Las pequeñas son las más abundantes. Solo basta con buscar un poco. Y moverse. Creo que hay que moverse para combatir la soledad. Es horrible estar tan lejos, la verdad...
martes, 10 de marzo de 2009
Bona nit...
Menudo día, pordiosanto.
Que esto se acabe pronto, por favor.
No sé si meterme en la cama [sólo son las nueve y media, es impensable, a mi edad] o hacer inmersión en una extraña sesión de televisión y dejar que mi cerebro esponjoso se empape de banalidades infantiles o abrir el libro de las cometas y dejar que me traslade o levantar el auricular y empezar a hablar y hablar y que alguien me escuche.
¿He hablado alguna vez de la soledad que se siente a veces tratando de educar a un par de menores de edad preadolescentes [uno sin el prefijo pre-]?
Imagino que es como la tan cacareada soledad del poder...
Lo imagino.
No sé si tu proveedor de la capital es de color naranja o ese más musical que comienza por j. Pero sé que estás ahi, estabas, siguiendo.
Tú y la otra mitad, la que está al sur, como tantas otras cosas buenas.
En fin.
No es bueno escribir durante estados alterados.
Y lo estoy.
Que hay cosas que no me importa reconocer. Al menos yo me hablo a mi misma, en busca de mis problemas, propios y reales, para acabar reconociendo si tengo o no alguno. Que esto de las adicciones es muy malo. Muy malo. Sobretodo cuando no se tiene conciencia de ellas. Solo entonces es cuando se convierten en auténtico problema. Y su abstinencia tiende a generar situaciones extremas, extrañas, desproporcionadas. Y más cosas, que ya me lo sé y sé de lo que hablo.
[Aqui van -a modo de colofón- tres tacos. Que los pienso. Pero otra cosa es escribirlos y a mi me parece horrible, aunque allá cada cual que haga lo que le plazca, si es que a escribir tacos alguien le puede encontrar placer, claro...].
Bona nit. Espero que sigui millor que el día... Espero que demà, quan em desperti, tot sigui el record d'un malson, una mentida, la fantasia d'una nit infinita i creativa. Potser canvia alguna cosa, que la esperança es manté, encara. Potser...
Que esto se acabe pronto, por favor.
No sé si meterme en la cama [sólo son las nueve y media, es impensable, a mi edad] o hacer inmersión en una extraña sesión de televisión y dejar que mi cerebro esponjoso se empape de banalidades infantiles o abrir el libro de las cometas y dejar que me traslade o levantar el auricular y empezar a hablar y hablar y que alguien me escuche.
¿He hablado alguna vez de la soledad que se siente a veces tratando de educar a un par de menores de edad preadolescentes [uno sin el prefijo pre-]?
Imagino que es como la tan cacareada soledad del poder...
Lo imagino.
No sé si tu proveedor de la capital es de color naranja o ese más musical que comienza por j. Pero sé que estás ahi, estabas, siguiendo.
Tú y la otra mitad, la que está al sur, como tantas otras cosas buenas.
En fin.
No es bueno escribir durante estados alterados.
Y lo estoy.
Que hay cosas que no me importa reconocer. Al menos yo me hablo a mi misma, en busca de mis problemas, propios y reales, para acabar reconociendo si tengo o no alguno. Que esto de las adicciones es muy malo. Muy malo. Sobretodo cuando no se tiene conciencia de ellas. Solo entonces es cuando se convierten en auténtico problema. Y su abstinencia tiende a generar situaciones extremas, extrañas, desproporcionadas. Y más cosas, que ya me lo sé y sé de lo que hablo.
[Aqui van -a modo de colofón- tres tacos. Que los pienso. Pero otra cosa es escribirlos y a mi me parece horrible, aunque allá cada cual que haga lo que le plazca, si es que a escribir tacos alguien le puede encontrar placer, claro...].
Bona nit. Espero que sigui millor que el día... Espero que demà, quan em desperti, tot sigui el record d'un malson, una mentida, la fantasia d'una nit infinita i creativa. Potser canvia alguna cosa, que la esperança es manté, encara. Potser...
Lo predije...
Corrió agua abajo. Circuló sobre cada uno de los poros de mi piel. Se derramó mezclado entre el champú y el gel. Atravesó los dedos de mis pies descalzos. Se deslizó, despacio...
Tu olor se ha ido de mi cuerpo. Ya no está. Lo cambié por otro [que carga consigo otras épocas, así que recomenzó otra historia].
Pero no hay manera de sacarlo del recuerdo, donde parece que se ha instalado, por unos días. Probablemente.
Adiós y bienvenido...
Tu olor se ha ido de mi cuerpo. Ya no está. Lo cambié por otro [que carga consigo otras épocas, así que recomenzó otra historia].
Pero no hay manera de sacarlo del recuerdo, donde parece que se ha instalado, por unos días. Probablemente.
Adiós y bienvenido...
Olores, dolores...
No puedo controlar la ansiedad. Lo cierto es que se me enredan las ganas por todo el cuerpo, especialmente entre las piernas. La prisa me empuja con violencia hacia delante. Y tengo la impaciencia instalada sobre los ojos, que se me nublan. Solo un poco.
Ayer la tarde se me hizo larga, a pesar de ser corta. Una nueva ausencia del despacho, entre lágrimas del género enfado por impotencia. Decía que la tarde se me hizo eterna, como algunos amores mal resueltos, y decidí sumergirme en lo pendiente. Un asunto tras otro, buscando el silencio, tecleando, revisando e informando. Listo. Siguiente. De nuevo la revisión de antecedentes, la breve reflexión, el resultado, la respuesta pasada rápida por las teclas. Fin. Nota para revisión en un mes, quizá quince días. Todo depende.
También he dicho que la tarde se vio interrumpida por un asunto triste. Tant triste que no quiero hablar de él, ni volver a pensarlo.
Me equivoqué, hoy. Visto una de sus colonias. Mientras pulverizaba, abundantemente, mi cuello, mi escote, y frotaba sobre esas zonas los dorsos y reversos de mis manos, también tomaba conciencia del error, grave, que cometía. Bueno, no será para tanto, me dije, que en el gim me ducharé y desaparecerá todo el rastro. Lo peor es que mi cerebro no deja de asociar ese olor con imagenes y hasta vivencias y, sobretodo, recuerdos. Como la última [única] vez que lo escogí después de comprar la colonia en no recuerdo qué aeropuerto en pleno síndrome premenstrual. Seguro. Sé que desaparecerá de mi cuerpo y sabrá permanecer en mi mente.
Y aqui estamos. Mis recuerdos, el aroma y yo, debatiéndonos por imponer un ritmo frenético parecido al de ayer para que mi mente se ocupe y entretenga; y una suerte de bloqueo, que procede de la nariz, me lo impide. Inspiro, inspiro. Pretendo acostumbrarme, que cada bocanada nueva no me desestabilice ni me desplace. Intento que cada vez que lleno mi tórax de aire no vuelvan imagenes de su casa, su cama, su piel, sus manos, su boca.
Falta todavía demasiado para que pueda quitarme ese olor de la piel. Quizá lo mejor sea dejar de respirar...
Ayer la tarde se me hizo larga, a pesar de ser corta. Una nueva ausencia del despacho, entre lágrimas del género enfado por impotencia. Decía que la tarde se me hizo eterna, como algunos amores mal resueltos, y decidí sumergirme en lo pendiente. Un asunto tras otro, buscando el silencio, tecleando, revisando e informando. Listo. Siguiente. De nuevo la revisión de antecedentes, la breve reflexión, el resultado, la respuesta pasada rápida por las teclas. Fin. Nota para revisión en un mes, quizá quince días. Todo depende.
También he dicho que la tarde se vio interrumpida por un asunto triste. Tant triste que no quiero hablar de él, ni volver a pensarlo.
Me equivoqué, hoy. Visto una de sus colonias. Mientras pulverizaba, abundantemente, mi cuello, mi escote, y frotaba sobre esas zonas los dorsos y reversos de mis manos, también tomaba conciencia del error, grave, que cometía. Bueno, no será para tanto, me dije, que en el gim me ducharé y desaparecerá todo el rastro. Lo peor es que mi cerebro no deja de asociar ese olor con imagenes y hasta vivencias y, sobretodo, recuerdos. Como la última [única] vez que lo escogí después de comprar la colonia en no recuerdo qué aeropuerto en pleno síndrome premenstrual. Seguro. Sé que desaparecerá de mi cuerpo y sabrá permanecer en mi mente.
Y aqui estamos. Mis recuerdos, el aroma y yo, debatiéndonos por imponer un ritmo frenético parecido al de ayer para que mi mente se ocupe y entretenga; y una suerte de bloqueo, que procede de la nariz, me lo impide. Inspiro, inspiro. Pretendo acostumbrarme, que cada bocanada nueva no me desestabilice ni me desplace. Intento que cada vez que lleno mi tórax de aire no vuelvan imagenes de su casa, su cama, su piel, sus manos, su boca.
Falta todavía demasiado para que pueda quitarme ese olor de la piel. Quizá lo mejor sea dejar de respirar...
lunes, 9 de marzo de 2009
No sé si el miedo es un sentimiento o una sensación...
Me sigue pareciendo de estudio el hecho de que el lugar del que vengo tenga, todavía ahora [cerrado, inactivo, desde hace meses] más visitas que este. Curiosa sensación, la que me provoca. La idea no es que esto se llene de gente y comentarios. No. Porque luego me ataca la timidez y mis palabras dejan de saberse a salvo en la intimidad de un par o tres de ojos que sí dicen cosas. Esa es una situación bajo control.
Un fin de semana con muy poco movimiento y muchos controles que organizar. Materia por repartir, lecciones que tomar y hasta comarcas que preguntar. No las había estudiado nunca antes. Esa es la parte buena, junto con la posibilidad de leer los diarios justo antes de que caduquen. Y acostarnos tarde, algo más tarde, porque al día siguiente hay margen para alargar, solo un poco.
Son momentos de detenerse y pensar en las personas extrañadas, que prosiguen, caminan y viven, quizá también echando de menos. O no. Y convencerte de que ya no queda nada, apenas nada, para el nuevo paréntesis que aguarda, para recargar y conseguir que todo sea simple con una dosis doble de paciencia. ¿O dije resignación? Boh. No importa el término. Creo.
Recomienza una semana, a la que me enfrento con más pereza que lo que suele ser normal. Repito acciones y movimientos, que se convirtieron en rutina a fuerza de ser repetidos un día tras otro. Mi paso por la cocina para quitarme el ayuno. Lo primero. Mi estancia en el baño y los gestos rituales. Hasta la dirección de las manos mientras me enjabono el pelo, todo el cuerpo. O empezar el cepillado de los dientes siempre por el lado derecho, esperar al último minuto para pulverizar mi colonia o calzarme antes de salir por el ascensor, todavía lanzando voces e instrucciones, que se olvidan la cartera o la luz abierta y no acabaron el desayuno. Son esas rutinas que están destinadas, tantas, a ser extrañadas cuando la salida de casa la haga sola y acostumbrada a su ausencia. Qué suerte, que la vida me haya reforzado y hasta vuelto egoísta, porque ya sé lo que ha de venir y, en efecto, confieso estar muerta de miedo.
Pero prometo que ese sentimiento, esa sensación desde fuera no se nota...
Un fin de semana con muy poco movimiento y muchos controles que organizar. Materia por repartir, lecciones que tomar y hasta comarcas que preguntar. No las había estudiado nunca antes. Esa es la parte buena, junto con la posibilidad de leer los diarios justo antes de que caduquen. Y acostarnos tarde, algo más tarde, porque al día siguiente hay margen para alargar, solo un poco.
Son momentos de detenerse y pensar en las personas extrañadas, que prosiguen, caminan y viven, quizá también echando de menos. O no. Y convencerte de que ya no queda nada, apenas nada, para el nuevo paréntesis que aguarda, para recargar y conseguir que todo sea simple con una dosis doble de paciencia. ¿O dije resignación? Boh. No importa el término. Creo.
Recomienza una semana, a la que me enfrento con más pereza que lo que suele ser normal. Repito acciones y movimientos, que se convirtieron en rutina a fuerza de ser repetidos un día tras otro. Mi paso por la cocina para quitarme el ayuno. Lo primero. Mi estancia en el baño y los gestos rituales. Hasta la dirección de las manos mientras me enjabono el pelo, todo el cuerpo. O empezar el cepillado de los dientes siempre por el lado derecho, esperar al último minuto para pulverizar mi colonia o calzarme antes de salir por el ascensor, todavía lanzando voces e instrucciones, que se olvidan la cartera o la luz abierta y no acabaron el desayuno. Son esas rutinas que están destinadas, tantas, a ser extrañadas cuando la salida de casa la haga sola y acostumbrada a su ausencia. Qué suerte, que la vida me haya reforzado y hasta vuelto egoísta, porque ya sé lo que ha de venir y, en efecto, confieso estar muerta de miedo.
Pero prometo que ese sentimiento, esa sensación desde fuera no se nota...
jueves, 5 de marzo de 2009
No hay título para estas palabras. Al menos no puedo encontrarlo...
Me sentaría contigo en el sofá, sobre la pierna derecha, de lado; ese sofá que lleva soportados tanto peso, tantas horas, tantos saltos y algún que otro encuentro horizontal. Acompañada por la música y la oscuridad [es que solo habría un punto de luz, intenso, enfocando hacia el suelo, matizando los relieves y los colores] intentaría hablarte de la soledad y el miedo, que son palabras que maridan irreversiblemente bien.
Quizá tocara por encima la proyección del futuro pero hay algo de lo que sí estoy segura: me recrearía en lo pasado, en aquellas cosas que ya viví y que quizá necesite recordar de vez en cuando. Así no me desoriento por el camino, que tiendo a idealizar.
Altamente improbable que te hablara de lágrimas y abandonos, que prefiero pasearme por entre las sonrisas que me han ido regalando. Una colección. Y una coincidencia que las personas a las que quiero se pierdan mientras me miran a los ojos, expresión tan ausente y familiar por repetida. Pero es que, además, no lloro. Al menos no como propósito ni hábito. A lo sumo, un hecho fisiológico y aislado, además de vergonzante para mi misma.
Te querría contar, apresurada, en un momento, todo lo que he sido. Como si fuera posible. Como si las personas pudieran conocerse a través de una mirada y el tiempo no fuera demasiado crucial, para mi gusto. Pero lo intentaría. Soy de prisas, de contradicciones y de sorpresas. Me gusta negar contrarios y mirarte mientras te incomodas y te mesas el cabello. Quizá debieras dejarlo crecer. Solo un poco. Ya sé que sino se te riza [y adoro los rizos, aunque no te lo dijera antes. Antes de conocerte, quiero decir].
Y te preguntaría, lamentando que esa costumbre sea inevitable deformación profesional. Si te tuviera tan cerca, es seguro que querría absorber todo de ti y observarte. Deducirte de tus movimientos, saber por qué dejaste de moverte y paseas, inquieta, la mirada por mis rincones, quizá buscando que los objetos, su disposición, los vacíos, te cuenten de mi. En el supuesto de que algo de todo eso pueda interesarte.
Te pediría la voz aunque soy de silencios. Y te ofrecería un té caliente, que este invierno viene cargado y lento. Y tomaría la taza entre las manos, en busca del calor, y soplaría suavemente para enfriarlo despacio. Buen momento para un cigarro, ahora que dejé de fumar. Las citas con desconocid#s invitan a casi todo, casi siempre. Y empezaría a quererte, dulcemente, en silencio, en secreto. Soy tan reservada.
Todo el tiempo usé el condicional. ¿Te habías dado cuenta? Es que me he puesto a pensar algo así como ¿te imaginas que alguna vez llegamos a conocernos, de verdad?
Quizá tocara por encima la proyección del futuro pero hay algo de lo que sí estoy segura: me recrearía en lo pasado, en aquellas cosas que ya viví y que quizá necesite recordar de vez en cuando. Así no me desoriento por el camino, que tiendo a idealizar.
Altamente improbable que te hablara de lágrimas y abandonos, que prefiero pasearme por entre las sonrisas que me han ido regalando. Una colección. Y una coincidencia que las personas a las que quiero se pierdan mientras me miran a los ojos, expresión tan ausente y familiar por repetida. Pero es que, además, no lloro. Al menos no como propósito ni hábito. A lo sumo, un hecho fisiológico y aislado, además de vergonzante para mi misma.
Te querría contar, apresurada, en un momento, todo lo que he sido. Como si fuera posible. Como si las personas pudieran conocerse a través de una mirada y el tiempo no fuera demasiado crucial, para mi gusto. Pero lo intentaría. Soy de prisas, de contradicciones y de sorpresas. Me gusta negar contrarios y mirarte mientras te incomodas y te mesas el cabello. Quizá debieras dejarlo crecer. Solo un poco. Ya sé que sino se te riza [y adoro los rizos, aunque no te lo dijera antes. Antes de conocerte, quiero decir].
Y te preguntaría, lamentando que esa costumbre sea inevitable deformación profesional. Si te tuviera tan cerca, es seguro que querría absorber todo de ti y observarte. Deducirte de tus movimientos, saber por qué dejaste de moverte y paseas, inquieta, la mirada por mis rincones, quizá buscando que los objetos, su disposición, los vacíos, te cuenten de mi. En el supuesto de que algo de todo eso pueda interesarte.
Te pediría la voz aunque soy de silencios. Y te ofrecería un té caliente, que este invierno viene cargado y lento. Y tomaría la taza entre las manos, en busca del calor, y soplaría suavemente para enfriarlo despacio. Buen momento para un cigarro, ahora que dejé de fumar. Las citas con desconocid#s invitan a casi todo, casi siempre. Y empezaría a quererte, dulcemente, en silencio, en secreto. Soy tan reservada.
Todo el tiempo usé el condicional. ¿Te habías dado cuenta? Es que me he puesto a pensar algo así como ¿te imaginas que alguna vez llegamos a conocernos, de verdad?
Situaciones...
Estoy entre el grito y el llanto. Me desconcierta no saber de dónde viene la tensión. Y conste que me preocupa. Las contínuas ausencias del despacho y los agónicos regresos: todo en cúmulos, frente a mi, recordándome que voy con retraso, que esperan... ¿Será eso?
La inactividad física y la adrenalina que debe retroalimentarme, porque no la puedo liberar sudando profusa, abudantemente. Seguro que eso también influye para acompañarme hasta el estado de histerismo en el que me encuentro. Es apenas perceptible desde el exterior. Solo quien me conozca bien podrá detectar las miradas de odio [es por ponerle algún nombre descriptivo, no porque sea realmente este el sentimiento; quizá fastidio] cuando me interrumpen, me inoportunan, me reclaman.
Todavía nada del SPM.
Sigo acompañada por mi lesión en la cadera, en la cabeza del fémur para hablar con precisión. Bueno, es lo que yo diría, que todavía pende la exploración correspondiente.
Quiero ser más fuerte yo y he regresado al gim, hoy. No podía esperar más. Quiero ver la reacción. Y es que si esto continúa creo que no me escapo de la resonancia, de la espera, de los resultados. Y soy de naturaleza histérica, para estas [y otras muchas] cosas. La acupuntura de ayer debería moderar mi ansiedad. Dicen. Ya. Ya veo.
Vigoréxica, estoy. Y coja, a ratos. Y un poco triste, como entre el grito y el llanto... Ah. Y también estoy cayendo en las redes del dichoso feisbuc. Y eso que yo no quería. Me han obligado [¿Sirve como excusa y justificación es que a mi edad...]. Pero confieso que [¡oh, desgracia!] no me ha regresado a nadie maravilloso del pasado. Es decir, las dos únicas personas [dos] del universo conocido y habitado de quien me gustaría tener noticias están ahi, ambas dos personas. Que las he visto. Pero más calladas que si no estuvieran. No sé si me habré explicado.
La inactividad física y la adrenalina que debe retroalimentarme, porque no la puedo liberar sudando profusa, abudantemente. Seguro que eso también influye para acompañarme hasta el estado de histerismo en el que me encuentro. Es apenas perceptible desde el exterior. Solo quien me conozca bien podrá detectar las miradas de odio [es por ponerle algún nombre descriptivo, no porque sea realmente este el sentimiento; quizá fastidio] cuando me interrumpen, me inoportunan, me reclaman.
Todavía nada del SPM.
Sigo acompañada por mi lesión en la cadera, en la cabeza del fémur para hablar con precisión. Bueno, es lo que yo diría, que todavía pende la exploración correspondiente.
Quiero ser más fuerte yo y he regresado al gim, hoy. No podía esperar más. Quiero ver la reacción. Y es que si esto continúa creo que no me escapo de la resonancia, de la espera, de los resultados. Y soy de naturaleza histérica, para estas [y otras muchas] cosas. La acupuntura de ayer debería moderar mi ansiedad. Dicen. Ya. Ya veo.
Vigoréxica, estoy. Y coja, a ratos. Y un poco triste, como entre el grito y el llanto... Ah. Y también estoy cayendo en las redes del dichoso feisbuc. Y eso que yo no quería. Me han obligado [¿Sirve como excusa y justificación es que a mi edad...]. Pero confieso que [¡oh, desgracia!] no me ha regresado a nadie maravilloso del pasado. Es decir, las dos únicas personas [dos] del universo conocido y habitado de quien me gustaría tener noticias están ahi, ambas dos personas. Que las he visto. Pero más calladas que si no estuvieran. No sé si me habré explicado.
martes, 3 de marzo de 2009
Es apacible...
Desde siempre, cuando estaba en la facultad, he tenido la misma manía. No tiene que ver con el orden. Creo que es algo relacionado con la organización. Cada un# dispone sus cosas en el espacio como prefiere y yo me ocupo primero de lo urgente y de lo breve. Luego voy tratando los temas más complicados, que requieren tiempo y/o silencio. Suele interrumpirme el teléfono cada muy poco, así que me cuesta concentrarme. Por todo eso, mi mesa está, después de tantas ausencias, popblada de pequeños montones de asuntos, incluso en diagonal. Son de un grosor considerable, ergo necesitan dedicación y concentración. Y carezco de las dos cosas, por el momento. Observo los títulos de los expedientes, los idiomas y trato de traer a mi memoria los antecedentes, para adelantar, y abandono. Estoy perezosa y me molesta enormemente [he usado tres veces ya esta palabra, en lo que va de tarde] que esta página no me deje escoger el tipo de letra habitual o marginar justificadamente. Bueno, tampoco me permite la separación entre párrafos desde nunca, así que...
Son, a pesar de todo, días apacibles. Las ausencias [los trenes, los aviones o el coche] son en calma, sin presión. Con estar de cuerpo presente basta. Y mi mente tan lejos, a su bola y ausente. Nadie se da cuenta porque la sensación es la de que estoy altamente concentrada, que con los años se aprende casi todo. Y les oigo hablar. Pero no escucho. Les veo pero ni les miro ni les observo. Y no se me ocurrren más verbos susceptibles de ser jugados [que no conjugados] de esta forma. Pero seguramente los haya. Creo que esta suerte de ya larga estabilidad me la trae el miedo. Sí, el miedo. A no querer enfrentarme a nada, ni siquiera a los pequeños cambios. Mi rebeldía desapareció. He suprimido todos los riesgos, hasta los cosquilleos, las ganas. No sé cómo decir que esta vida plana me reconforta. Tan plana que antes me hubiera parecido aburrida, cuando vivía en el segundo vagón de la montaña rusa. Pero no ahora. Es nutritiva, hdratante, regeneradora y conservante. Se sostiene en el tiempo y apacigua. Creo que voy a ponerle fin a esto que tanto puede parecerse a algo aburrido. Lástima que cada cual escribe para sí misma, ¿verdad?
Son, a pesar de todo, días apacibles. Las ausencias [los trenes, los aviones o el coche] son en calma, sin presión. Con estar de cuerpo presente basta. Y mi mente tan lejos, a su bola y ausente. Nadie se da cuenta porque la sensación es la de que estoy altamente concentrada, que con los años se aprende casi todo. Y les oigo hablar. Pero no escucho. Les veo pero ni les miro ni les observo. Y no se me ocurrren más verbos susceptibles de ser jugados [que no conjugados] de esta forma. Pero seguramente los haya. Creo que esta suerte de ya larga estabilidad me la trae el miedo. Sí, el miedo. A no querer enfrentarme a nada, ni siquiera a los pequeños cambios. Mi rebeldía desapareció. He suprimido todos los riesgos, hasta los cosquilleos, las ganas. No sé cómo decir que esta vida plana me reconforta. Tan plana que antes me hubiera parecido aburrida, cuando vivía en el segundo vagón de la montaña rusa. Pero no ahora. Es nutritiva, hdratante, regeneradora y conservante. Se sostiene en el tiempo y apacigua. Creo que voy a ponerle fin a esto que tanto puede parecerse a algo aburrido. Lástima que cada cual escribe para sí misma, ¿verdad?
lunes, 2 de marzo de 2009
Letras y regalos...
Leerte me hace una persona distinta...
Gracias. Es una de las frases regalo más bonitas que tengo desde hace mucho, mucho tiempo...