Llevo doce años escribiendo en este blog. Antes venía de otro en motime, que cerraron y me obligó a migrar, perdiéndolo todo, como los náufragos antes de llegar a la orilla de una playa desierta y rubia o quienes ven arder su casa, con las dos manos abiertas en las mejillas y expresión horrorizada. Ahí había otros varios años de escritura automática y casi diaria.
He intentado repasar mentalmente las vidas que están aquí descritas, mis etapas, sus sonrisas y lágrimas, nombres de quienes fueron, en su momento, mis amores eternos. Por suerte, la mayoría han durado más de los seis meses que dicen dura el amor eterno...
Es rara la vez en la que releo alguna entrada. Porque no suelo recordar ni de quién o sobre qué escribía y porque remueve sentimientos que están mejor ahí, ignorados y ordenados en el olvido. Eso me hace pensar en que quizá no tenga ningún sentido ser tan meticulosa y tener archivados por fecha los recuerdos.
Mi descendiente femenina sabe de la existencia de este lugar y ha leído conmigo alguna de las entradas. Pero le prestó el mínimo interés, un poco forzada por la situación y para devolver mi gesto, deduzco. Nunca más ha entrado. Pero pienso que, cuando yo falte, si lee esta montaña de letras unidas poco a poco y con paciencia, descubrirá una ascendiente totalmente desconocida, en parte.
Porque aquí también soy esencialmente yo. Y, si me estás leyendo, que sepas que has sido (sin ninguna duda) uno de los amores de mi vida. Te quiero...
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