La sensación es la de borrachera. El dormir mal y a trozos, aunque cómodamente. Pero con antifaz y auriculares de los que quitan el hipo (ay, no! el ruido). Vestida, con manta que resbala, frío y calor a la vez. Ruidos, gente que se levanta, campanitas.
Caminar entre vuelos por enormes aeropuertos. [Se nos está escapando de las manos, esto].
Esperar y mirar pantallas. Estar alerta.
Camas enormes de hoteles cuidados. Duchas con bañera más grandes que una cocina, por ejemplo.
Depende de la cocina, claro.
Esta vez no he enfermado. Cosa que pienso celebrar, porque era una mierda de rutina, últimamente. Encontrarme mal, mucho y a menudo. Especialmente, de viaje.
Y esa es una sensación bastante terrible, por si no lo sabíais.
Tener wifi para chatear ahí arriba ha sido una bonita sensación de no soledad. Aunque no iba sola.
Las insomnes hasta dialogaban conmigo, a esas horas, a esa altura...
Alguna intentó llamar. Otra no se lo creyó. No había forma de demostrarlo...
Por cierto, ya ni siquiera sellan el pasaporte, al menos en ese país.
Me marché y vuelvo contenta. Ha sido provechoso y agradable.
Dormir bien, del tirón, durante horas a la ida me salvó la vida. Hoy estoy para el arrastre (como los pescadores que practican este tipo de técnica para pescar), pero hago lo que suelo: que me de la luz del sol para enterarme bien del cambio de hora.
Tan pocos días hacen imposible, materialmente, tener problemas de adaptación. Pero el sueño y el cansancio a mi no me los quita nadie. Por desgracia...
Cuenta atrás para el nuevo viaje lejos y a un país que nunca he visitado. Qué ilusión, oyes...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No serás de l#s que creen que intimido y por eso no comentan nunca, ¿verdad? :) ¡¡Venga!! ¡¡Anímate!!