La ambivalencia y la dualidad de no saber todavía si me fastidia o me alegra recibir, por tierra, mar y aire, un alud de felicitaciones.
Si fueron 200 (que no las conté), 190 fueron vacías, por rutina, por quedar bien. Hasta ahí llego sobrada.
Pero las otras diez, llamadas telefónicas especialmente, fueron oro puro.
Ya casi no hablamos por teléfono, ¿verdad? Unas palabras y listo. Hemos cumplido, el balón está en el otro campo.
Pues ayer llamó quien debía llamar. Incluso me mandó una larga nota de voz con sabias reflexiones. Gracias. Por hacerme pensar.
De una manera o de otra os las arreglasteis para estar, conscientes de que velabais por mi desde diferentes puntos, con un interés genuino.
Me hicisteis soplar velas. Me cantasteis y me escuchasteis. Una puesta al día formal y deliciosa, ahora que hacía demasiado que no lo hacíamos.
Estoy como flotando.
Y dándole vueltas a aquella frase de que nadie debe ser responsable de tu propia felicidad.
Estoy aprendiendo, deprisa. Lo estoy haciendo bien.
Lo bueno buenísimo está por llegar... Ya veréis...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No serás de l#s que creen que intimido y por eso no comentan nunca, ¿verdad? :) ¡¡Venga!! ¡¡Anímate!!