Aquí se viene a jugar con las palabras. A vaciar nostalgias. A comprender miradas y silencios. A compartir sin disfraces. Con seudónimo pero el alma verdadera...

martes, 28 de octubre de 2025

Esos principios...

Qué bonitos los principios...

Esos en los que no conoces a la otra parte.

En los que tú misma te muestras preciosa.

Sin grises, ni miedos, ni presiones, ni nada malo.

Todo son planes de futuro y ganas de hacer cosas, nuevas o no.

En la otra punta del mundo. Como si no hubiera guerras, ni países peligrosos, ni zonas catastróficas.

Tú quieres marcharte. Cuanto más lejos, mucho mejor.

Esos momentos en los que acabas de coincidir y os miráis con las babas cayendo a ambos lados de las comisuras de los labios. Con admiración y devoción.

Esos de antes de que lleguen las nuevas rutinas, cada pareja las suyas.

Los principios de los empujones a la cama, las risas, los atropellos, desnudarse deprisa y chocar de dientes entre besos apasionados.

Los de priorizar a la otra parte por encima de todo, los de desdibujarte para priorizarla, los de decir a casi todo que sí, aunque dé pereza o no apetezca nada, los de conocer a las familias y morir de vergüenza, a los amigos...

El principio en el que te ves compartiendo la vida hasta el final de todos los tiempos y te pides marcharte la primera, para no sufrir.

Las largas conversaciones en las que salen las coincidencias, si practica los mismos deportes que tú, si le gusta volar, qué tipo de comida prefiere, ¿el cafè?, ¿picante?, su país preferido, si vive con alguien, cuántas relaciones ha tenido, cuál le marcó más...

Y todo eso produce el efecto del pegamento a cada frase, con cada respuesta, cada plan. Y te vas colando y se va introduciendo, hasta crear el hábito más difícil de olvidar.

Esos inolvidables principios...

lunes, 27 de octubre de 2025

Gris claro, casi beige...

Sigo soñando con una casa de una sola planta, blanca, cerca del mar Mediterráneo. Con un jardín asumible que cuidar, sin grandes obligaciones.

Veo un césped bien regado porque no tenemos restricciones de agua y llueve cuando debe llover, sin que la lluvia destroce nada.

Hay un microclima que permite estar en manga corta incluso en noviembre, aunque no sea siempre. Si hago tareas dentro o fuera de la casa, creo que hará el suficiente calor y no hará falta más que un delgado jersey de entretiempo o una sudadera, de esas anchas.

Tiene una piscina de tamaño medio y fácil de mantener. Ahora que he aprendido, siento que puedo con todo. El fondo es amarillento y el agua cristalina.

Buganvillas, lavanda, tomillo, algunas rastreras (como tanta gente) y espacios limpios y verdes, que me ocupo de cortar yo personalmente. Y de cuidar.

El terreno es liso o con poca pendiente y está perimetrado por un muro no muy alto pero igualmente blanco, tocado con losas catalanas o árabes.

No hay soledad pero sí intimidad. y todas las aperturas (puertas, ventanas) disponen de rejas de seguridad por si es necesario. Invisibles.

Hay un gran salón comedor estar, con una larga mesa de madera para muchos comensales. Diez, por lo menos. O doce. Cerca de la cocina, abierta, que cuenta con una pequeña mesa redonda donde voy a querer desayunar cuando no lo haga de pie, como últimamente.

El suelo es de microcemento, para ir descalza y deslizarte, en toda la casa. De un gris claro, casi beige.

La zona de sofás es un peligro, porque una vez te tumbas a leer o a charlar, ya no quieres salir de ahí nunca más. Las vistas al mar cortan la respiración. Son grandes y mullidos, en lino de varios colores.

En la parte trasera hay algunos árboles frutales. Uno de cada. Un cerezo, un olivo, un limonero, un naranjo, un manzano... Y jazmín y galán de noche y otras plantas aromáticas. Cuando vuelvo de mi paseo diario y entro por la puerta principal de la casa las remuevo y me quedo oliendo, con la cabeza ligeramente inclinada hacia arriba y con los ojos cerrados.

Son los recuerdos...

Voy al pueblo con una bici eléctrica o un quad o una moto pequeña y manejable. Ni necesito más ni quiero ruidos ni tengo fuerza ya para sujetar cosas más grandes.

El garaje, para dos coches, es un edificio independiente, con mucho espacio y todo organizado en las paredes y cajones, al lado de la casa de invitados, que suelen ocupar amigos y familia. Me encanta tener gente en casa, si ellos también se sienten en su casa. Sin cumplidos.

Leo, escribo, medito, hago actividades en el pueblo más cercano y me cuidan. El gimnasio tiene lo que ha de tener y unas vistas... Tomo el sol cuando debo, pero en la justa medida. La piel me ha pasado a estas alturas una factura inasumible...

En la cocina estás tú, con un vestido de lino azul, que deja a la vista unas preciosas piernas morenas y bien formadas, cocinando una de tus últimas recetas. Por el olor diría que es un suquet de pescado, ¿verdad? 

Yo me acerco por detrás, te abrazo por la cintura y pego mi mejilla derecha en tu espalda. Un buen rato, balanceándote despacio en un giro pequeño, repetido. Te secas las manos, las pones sobre las mías y suspiras profundamente. Sin prisa.

Ya lo sé. Me pongo a preparar la ensalada, que me he entretenido y se nos está haciendo tarde...

Faltan plantas...

¡Qué curiosa, la vida!

Después de pasar un fin de semana introducida en una naturaleza salvaje, verde y de todos los colores del otoño, con sus degradados de marrones a amarillos, con un grupo de personas que me quieren y a las que quiero, me siento de nuevo a la mesa del despacho, con la cabeza fuera.

Como si no hubiera vuelto, ¿sabes?

Como si no quisiera volver, en realidad.

Como si estar desocupada fuera una solución, en lugar de catástrofe.

Digamos que ya estoy casi del todo instalada en mi nuevo lugar.

Estoy a medias de mi cambio de armario, pero reconozco que me cuesta ubicar las cosas y que con la ropa de verano cometí errores de distribución.

Valoro enormemente el espacio, cada rincón que he ido montando. Hay rincones encantadores en cada lugar y a mi me convence bastante, además de ser un poco útero, lugar seguro, con vistas y profundidad, con mucha luz y bien ventilado.

Aunque mi frase preferida sobre este asunto es una: "la casa perfecta no existe".

No voy a extenderme en eso, pero si se piensa bien es así.

Solo faltaría que ese espacio respirara vida. 

Quizá falten plantas... 

;)

martes, 14 de octubre de 2025

Etapas y proyectos...

Que la vida está construida de etapas es algo sabido.

Darte cuenta de que has cerrado una dignamente y empiezas otra con ilusión es muy bonito.

Como por milagro me he estabilizado, aunque no paro de pensar en cambiar de vida. Y me refiero a lo profesional.

Me atropella la idea de ¿y qué voy a hacer si se me vacía la agenda y me quedo sin responsabilidades y todo eso?

Pues no lo sé.

La verdad, no lo sé.

Lo único que sé con certeza es que no vendrá nadie a buscarme por mi cv, como mucho se piensan (lo sé porque ya he estado ahí y no sucedió), que no encontraré nada remunerado si soy yo quien se pone a buscar (todo lo que sea mentorizar y dar charlas va sin dinerito anexo, que yo lo sé).

Ponerme a cambiar cosas financieras, cambiar inmuebles, comprar o -lo más probable- vender llena unos meses y poco más.

Peluquería, masajes, fisio, deportes, gardening, bicis asistidas y socializar aparentan llenar poco la agenda.

Añado estudiar cosas que me interesen. Y escribir algún relato corto.

Insuficiente, para mi.

Viajar. Vale. Todo depende...

En esas ando: intentando estar aquí mirando fijamente a mis pies y mi próximo paso para no agobiarme, por un lado, y por otro soñando con construir una vida que está tomando forma...

Aquí está todo...

Acerca de los datos personales

Mi foto
Si. Claro. Cómo si fuera tan fácil hacer una definición completa y, además, ecuánime de una misma a estas alturas de la vida... Creo que, por lo menos, necesitaría un fin de semana. ¿Hace? ¿Si? :)

Por si se pierde algo...

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