Avui vull desitjar-te bona nit. Tot i saber que no em pots sentir i que tampoc podràs percebre la meva absència, amb tantes ocupacions i aquesta pressa. Vull desitjar-te una bona nit, ara que comença a refrescar perquè la tardor s'ha instal·lat als carrers, escurçant els dies i refredant les cases i jo no vull que passis fred. Vull que tinguis una bona nit mentre jo estic desperta i dono voltes al llit i m'aixeco i neguitejo. Bona nit, perquè puguis reposar les angoixes i les teves pors, perquè netegis l'ansietat i aquesta mica de tristor que portes a la cara, sota els ulls. Perquè vull cuidar-te i perquè t'acaronaria tota la nit, dormint abrigada amb els meus braços, perquè t'apartaria els cabells de la cara, que s'estàn tornant impossibles, com tu, com jo. Bona nit, perquè m'agradaria compartir-la amb tu i que el llit ens semblés tan petit i el temps tan fonedís i volàtil. Bona nit...
Aquí se viene a jugar con las palabras. A vaciar nostalgias. A comprender miradas y silencios. A compartir sin disfraces. Con seudónimo pero el alma verdadera...
miércoles, 29 de septiembre de 2010
martes, 28 de septiembre de 2010
Escenarios nuevos para idénticas realidades...
Y de pronto, como de repente y sin solución de continuidad, las pequeñas cosas que conformaban mis días se han desvanecido, o han mutado, o ambas cosas a la vez. Así, mi paisaje diario, mi rutina, se ha transformado justo a las pequeñas cosas, esas de las que acabo de hablar. Todo tan grande, al final, una vez adicionado. Nada es lo que era porque las letras han cesado, hay voces que nunca acaban de pronunciarse y hay muchas caras que son casi parientes, de lo familiares que están siendo. También hay ángeles que nunca llegan, igual que sucede con determinadas explicaciones y así, claro, todo son adivinanzas. Se me fue el tiempo y hoy solo hay prisa, acompañada de una generosa dosis de ansiedad. Sigo soñando mucho y durmiendo mal y confieso que hoy la sensación de impotencia se me ha agolpado en los ojos y en la boca del estómago, durante un eterno momento crítico en el que solo pensaba en que al menos me estás esperando para cortar con esta realidad pegajosa...
domingo, 26 de septiembre de 2010
Nada...
Regreso con la cabeza llena de verdes y azules, de sol y de naranjas y grandes espacios, la humedad y el frío del otoño y algún efecto de la convivencia paseándose sobre mi piel. He regresado con todas las ganas de que desaparezcan volando cinco días y llegue de nuevo el paréntesis para romperlo todo y recomenzar, sintiéndome capaz. Pereza y miedo, a partes idénticas. Intentando convencerme de que hay tiempo para todo, hasta para las enormes conversaciones que a veces se cargan de silencio y de suspiros. Encajadas entre otras actividades ya accesorias. Hace frío...
miércoles, 22 de septiembre de 2010
Puntualmente me enfurezco y se me pasará...
Un día largo y quince horas fuera de casa. Salir y regresar con un cielo anochecido y negro, con el frío que se trae consigo este otoño tan poco esperado y de contrastes, como todos los otoños [aunque sea otra primera vez que se comparte, en un caso determinado y del todo remarcable]. Un día largo y aprovechado, en aplastante y hasta insultante minoría, envuelta entre trajes oscuros y corbatas de colores estridentes. Observaciones y conclusiones: el verde contrasta bien sobre el marengo; los de la capital visten zapato italizno con cordones y los de Barcelona los mocasines americanos. Me pregunto dónde nos metemos, en qué lugar están esos altos porcentajes de mujeres en alta dirección, que airean a diario los periódicos económicos y también los generales. Veinte a cuatro. A ver si eso no es goleada. Y encima para oirse un "qué bien que asistan chicas... así ponéis la nota de color a la reunión", como si fuéramos floreros o elementos decorativos, embellecedores como los cromados de un automóvil. Siglo veintiuno y cargos en ejercicio formados al más alto nivel, recuerdo; de los que aparecen en prensa como elementos determinantes en nuestra particular catástrofe económica... La dinámica de trabajar y tratar de hacerlo mejor no cambia nada, al parecer. Que ya son tantos años y no se percibe ni un pequeño movimiento ni mejoría. En serio...
martes, 21 de septiembre de 2010
De imposibilidades y frío...
Necesito besos enormes y algún abrazo. El cuerpo me avisa que algo no anda bien y que seguir con el ritmo sin dormir va a tener un precio. Hoy quiero saberte sonriendo, en algún lugar, entre bolas, mientras me balanceo entre recuerdos de catorce horas, que se diluyen y se entretienen, como suspendidos, mientras [es inevitable] se transforman. Es lo que tienen los recuerdos, que se redondean con el tiempo, se matizan y tantas veces se mejoran. Quiero recordar sin modificar realidades, el contacto frugal y las miradas esquinadas. Y que el tiempo pase en balde también para ese día, el único que ha sido, el que no tiene reemplazo, aquel cuya repetición es imposible. Puentes en el aire y tendencias a seguir a más de mil kilómetros, que me contarán en diagonal diciendo que ha sido una lástima habérmelo perdido. Y es que hay tantos imposibles, a veces...
lunes, 20 de septiembre de 2010
Estado de insatisfacción permanente...
Los días como este hacen pensar y reír a carcajadas o dejar pasar el tiempo para quedarme absorta en alguna idea o recuerdo; y soñar, muerta de frío. Los lunes como este se comienza con energía y mucha prisa, que las cosas que hay que hacer se amontonan, en cola, como los aviones sobre el mar, esperando a aterrizar en el aeropuerto del Prat, mientras la gente mira desde la playa. Hay días como el de hoy en los que manejar distintas voluntades parece fácil y resulta serlo, que los nervios andan bajo control. Algunos lunes, como éste, recolocan las situaciones, acortando distancias y restando nombres de pueblos y alguna ciudad. Los días como hoy parecen llenar de oxigeno los pulmones y de sonrisas la cara, a pesar de algunas molestias que se perciben, precisamente, al sonreir, al masticar. Algunos lunes una se cree más indefensa que nunca, al percibir que se acortan los días y que el frío llega a grandes zancadas, que ya vistes jersey. Un día como el que ha sido puede transcurrir volando, concatenando actividades sin transiciones fáciles, mientras se echa de menos lo que acaba de ser, lo que nunca ha sido. Hay algunos lunes que nadie diría que lo han sido...
domingo, 19 de septiembre de 2010
I'm your hell, I'm your dream...
Es un paseo frente al mar igual que todos los que perfilan nuestra costa, sobre las rocas, al este peninsular. Es un paseo de ronda, de piedra, con bancos de hierro negro y madera de tanto en tanto y algunas escaleras que dan acceso a pequeños embarcaderos naturales, en los que solo puede haber amarrada una barca pequeña, a merced de los movimientos bruscos o calmados del agua. El paseo termina al sur en una pequeña rotonda sobre un acantilado: rocas y más mar. Y al norte es infinito. Enlaza playas de cantos rodados con otras de arena, paseos, pueblos y puertos deportivos. Y todo el mar, de diferentes azules: aguamarina, esmeralda, indantreno y laguna. Todos los azules. Este paseo lo frecuentan ciclistas aficionad#s, parejas de enamorad#s, corredor#s de fondo con el agua en la mano y paseantes solitari#s. Y en primavera, en otoño, alguna vez yo, que lo paseo absorta en los colores, el horizonte, un fuerte olor a mar provocado por la acumulación de gran cantidad de pequeñas algas marrones, las olas y mis silencios y el contacto de tu piel...
viernes, 17 de septiembre de 2010
Waiting for a voice...
Llueve mucho y hace humedad, de la que se pega por dentro. Las ventanas están llenas de gotas en forma de rayas verticales porque el agua cae con fuerza, casi con la misma intensidad con la que yo, desde aqui, te estoy echando de menos. Aunque sea inútil, aunque no vayas a saberlo o aunque tardes en hacerlo, de manera extemporánea y estéril. Pero yo lo hago espontáneamente, sin grandes valoraciones. Miro a la izquierda, veo (a través del agua pegada a los cristales, como la humedad) un cielo absolutamente gris y gente con paraguas e inmediatamente lo asocio a una cierta tristeza nostálgica, quizá a una nostalgia triste. Bueno, como sea. Hago informes y voy recordando que me prometiste una llamada, después de tus primeros tres mensajes en el buzón de voz, todos idénticamente breves, como con sorpresa y toda la prudencia. Y la espera asociada a esa llamada se me está haciendo complicada, como la jornada, llena de kilómetros al volante, en una ruta que ha devenido familiar [como Farala devino bloguera, un día; siempre que conjugo este verbo la recuerdo...] a fuerza de repetirla, como todo. Voy a seguir informando a todo aquél o aquella que lo solicite, a ver si con eso me distraigo un poco, en la espera larga, en el interín inquieto...
jueves, 16 de septiembre de 2010
El miedo que describí en aquel post...
Dicen que va a llover, dijiste muy despacio, con voz de radio...
Y hoy que no estás, que has alargado distancias añadiendo kilómetros a nuestros lugares, hoy, es como si escribir fuera inncesario y se me hubieran desaparecido las cosas que decir y hasta las sensaciones que contar. Quizá porque te extraño o porque te sé lejos o porque puedo adivinarte como adaptándote a los corchetes entre los que nos padecemos, resignándote y acostumbrándote a sentirte así.
Hoy es una noche rara y me descubro totalmente rutinaria e incorporada al nuevo curso, a pesar de sentir que no alcanzo a la mitad de lo que debiera y encima llego al final del día en puro estado catártico cuando debiera perseguir el nirvánico. Lo sé. No puedo hacerlo mejor ni encontrar el tiempo para preguntarte cómo van los proyectos, cuántas veces has recordado hoy, esta semana, a quien disparó la foto azul que tanto me gusta o hacerte memoria de que habrá que visitar al dermatólogo en cuanto sea posible, sin pasar por intermediarias. A veces, entre las cosas, me viene el recuerdo de que no he podido preguntarte qué tal se siente él esta semana, cuándo vuelve a tocar tratamiento y si al final eligió imagen y sonido o no. Yo, lo confieso, creo que esta es la mejor opción pero, ya sabes, a mi las rimas se me dan perfectamente mal y se me aparecen ripios, los que detesto y más si se hablan con voz de cazalla y guitarra en mano. Y el rap es otra cosa. Tampoco sé si sabes tocarla [hablaba de una guitarra... lo recuerdo], aunque sepa que no me quieres cantar y que algunas noches tienes miedo. Como yo...
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Dime dramática, por favor...
Creo que voy a tener que pedirte que no vuelvas a llamarme cariño. No de esa forma, como escapado, en un susurro, sin querer, confundiéndome con otro alguien, turbándome a mi. Creo que tendré que atreverme a decirte que [como si no lo supieras] esa palabra está en otro diccionario, que forma parte de un compartimento estanco distinto al de las cortinas provenzales y el chocolate blanco, a ese lugar de largas y prolongadas estancias que conoces porque ahí perteneces. No sé cómo enfrentarme al momento en el que explicarte que hay letras que no se pueden combinar para desembocar en palabras como esa, tan importantes, tan grandes y tan llenas de contenidos y de significados. Me gustaría guardar un momento de silencio, la próxima vez que se te escape [porque, lo sé, ha sido un desliz, una confusión, un sinquerer, que te atrapé con la guardia baja; y lo sabemos, pero a mi -¿qué quieres?- me gusta el drama] y decirte, como antes, que no vuelvas a hacerlo y, cuando me digas ¿el qué? yo te responda un ya sabes a qué me refiero... y me digas que claro, sin problema cambiemos de tema y enlacemos nuevas risas. Y, sin embargo, ahora no puedo saber si alguna vez vas a volver a llamarme cariño...
martes, 14 de septiembre de 2010
Símiles complicados...
Hay días... como este, a veces. Largo, difícil, agotador y enredado. Una llamada telefónica familiar que solo podía anunciar ceremonia me ha despedazado un paréntesis planeado lejos. Me he cortado el pulgar izquierdo y simultáneamente se me ha caído una lágrima, como quien pierde un billete de metro o el papel con una lista de compras que hacer. Todavía no sé si es por el fastidio, el dolor del corte, el día completo, mi agotamiento, esta ansiedad o la impotencia. O todo junto. En silencio, discretamente. La lágrima. Solo ha resonado detrás de la caja torácica y me ha parecido un estruendo ensordecedor. Una lágrima que horas antes alguien mutó en risa. Alguien que hace fáciles las confesiones más personales y, me atrevo a decirlo, íntimas. Que comparte ideas e ingentes cantidades de palabras, algunas de las cuales totalmente nuevas y a veces sin significado conocido, solo utilizadas por la fonía, por la rima. Que regala poemas como si el arte fuera fácil de crear...
Destiempos...
Sí, te estuve observando. Con detenimiento, desde lejos, prudente. Me dí cuenta de que los pantalones eran de loneta de algodón y finas líneas verticales y que tenías las manos pequeñas. Me fijé en los zapatos y en lo abundante de tu pelo azabache. Sé que tienes los labios finos y la piel oscura, poco vello y la estatura de nuestra media nacional. Era fácil observar que soy algo más alta que tú y que tienes la espalda más estrecha. Te miré de reojo las pocas veces en las que me atreví porque te sabía absorbiendo impactos externos, saboreando luces y colores, los sabores del Mediterráneo. Debía conocer los detalles de los que alguna vez me habías hablado y fijarme en que te habían crecido las uñas y que no sabes arañar. Hoy sé que empiezas a ver mal de cerca y que te escoras a la izquierda cuando paseas, sin darte cuenta y muy despacio. Que te acercas a tu acompañante hasta rozar los brazos [caídos en paralelo al cuerpo, en suave balanceo, o ligeramente inclinados hacia adelannte, en flexión natural] y, en ese preciso momento, rectificas el rumbo y te alejas algo así como un palmo. Un palmo solo. Y se recomienza en un sutil y apenas perceptible acercamiento, un baile de movimientos y espacios. Ojos oscuros y distraídos, de miope, y sonrisa fácil. Quizá sean estos los rasgos encargados de dar la bienvenida al extraño, a la extraña. La mirada y la sonrisa. Te observé lo que pude, tanto como me dejaste, lo que me permitió el miedo a ser sorprendida, a cruzar la mirada y quedar expuesta, en evidencia, dispuesta yo también a que hicieras exactamente lo mismo conmigo y comenzaras tu examen. Ahora sé de ti que no vistes ni pulseras ni reloj ni anillos, solamente algo en el cuello y unos pendientes, como dijiste. Te gusta pasear y coleccionas paseos memorables para los anales. Hablas desordenada y apresuradamente porque los nervios te traicionan, como a mi me secan la voz y alguna vez callo. Con torpeza, no para mejorar el silencio. No. Pero sí, tienes razón, me dí cuenta de que eres de contacto y que te gustan las expresiones físicas, ese tipo de manifestaciones; pero eso nos atrapó a destiempo, con las cabezas demasiado llenas, demasiado dispuestas...
lunes, 13 de septiembre de 2010
Ni me desprendo ni te vas...
Soy de impulsos y de repente ni me desprendo ni te vas. Discretamente, te paseas entre mis papeles y te confundes con los expedientes. Sin hacer ningún ruido, es como si te sentaras ante mi mesa, en una de esas cómodas sillas de color negro y reposabrazos, con los pies colgando, balanceándolos, sin detenerte. Mirándome. Como esperando algo sobrenatural o una señal inesperada. Estás presente sin haberte instalado aqui ni haber solicitado permiso para quedarte, de forma sutil y callada, concentrada en todas las cosas, hasta en los detalles. Me gustaría escribir que todo eso es una molestia para mi...
domingo, 12 de septiembre de 2010
Ignorancias y desconocimientos...
En el armario, un jersey que todavía huele a ti. Lo dejé ahi, sin lavar. Y es que estaba limpio al salir de casa y creo que los diez minutos en los que te abrigó fueron insignificantes. Hoy, al regresar, el olor de una colonia distinta entre mis cosas tan conocidas me ha detenido y he caído en la cuenta de que estaba, aún. También tengo muchas palabras que escribir y el firme convencimiento de que no estamos para literaturas, ni para que me digas dramática... Hay cosas que no tocan, como dijera el político catalán en su momento. Bien. Puedo no estar de acuerdo [porque en realidad me encanta el drama y las palabras bonitas] pero me empeñaré a fondo, lo prometo, para que todo eso no suceda. Todo lo que podría ser dicho, quiero decir. Y es que solamente fue un día, que se disolvió en una atmósfera azul y a una velocidad desconocida. Así que no procede ir más allá para dilatar un tiempo que no fue, ni proyectarse hacia adelante a lugares que ignoramos si serán, ni materializar lo que quizá nos gustaría que fuera, alguna vez. Porque quién sabe qué será. Y al menos yo no lo sé...
viernes, 10 de septiembre de 2010
De jaquecas, gestos y bajones...
Me detengo. Siento las pulsaciones en ambas sienes. Inspiro hondo, para oxigenar los pulmones, Cruzo las manos por los extremos de los dedos frente a la cara, a ambos lados de la nariz, de forma paralela; las yemas de los dedos frente a los ojos y los pulgares justo debajo de la barbilla. Y cierro los ojos. Es un gesto mío, que suelo repetir, sobretodo cuando esta jaqueca extraña me atrapa por ambos lados la cabeza. Voy a necesitar una sobredosis de descanso a la vista de lo que se me echa encima. Veré lo que puedo hacer. El reto me pilla de bajón...
jueves, 9 de septiembre de 2010
Un banco de color marrón en el parque...
Vuelve a ser invierno (lo parece, por el horario, vamos) y a mi las inspecciones, qué quieres, me provocan ansiedad. Hay que adoptar decisiones rápido, pero -lo más importante- correctas. Y conjugar el binomio en cuestión es algo complejo. Miro hacia arriba, alto, y me encuentro recepcionando responsabilidades, de las que alguien se desprende, hace dejación, voluntaria. Como (conjugación del verbo comer) de nuevo con normalidad en este lugar habiendo decidido alejarme del ejercicio hasta una nueva semana, dado que no puedo expulsarme cansancios de ayer. Juro que no había vuelto a ese parque y no dejo de preguntarme la razón de que hoy, precisamente hoy, haya pensado en él y haya acudido ahí en busca de nuestro banco. Día de azules y blancos espléndidos y cuatro minutos de sol, sola. Suficiente para ser detectada y mi nombre pronunciado con cariño, a una distancia prudente y voy queda. Esas cosas, lo del cariño, se notan y esto no es Manhattan: esconderse es tarea árdua. Volvamos al banco, decía. Uno común, de tiras de madera paralelas de color marrón oscuro, no demasiado cómodo; mobiliario urbano suministrado por algún proveedor al Ayuntamiento, sin secreto ni truco, normal. En un parque amplio con árboles y suelo de tierra amarilla, de la que duele cuando caes impactando con manos y rodillas, de niñ#, y deja cicatriz. El mismo banco -idéntico, que me lo sé- que, sin embargo, nos acogía algunos días, después de comer, haciendo tiempo antes de la despedida, abrigándonos con abrazos estrechos y mal disimulados, acariciándonos muy a escondidas, en movimientos pequeños y lentos, yo siempre tumbada boca arriba sobre tu regazo. Me tocabas el pelo, te miraba, me relajaba y nos despedíamos. Quizá otro día podrías volver a escaparte, a acercarte, a conducir hasta aqui, sin que yo tuviera que pedírtelo...
Catorce horas y dieciocho canicas...
No podía saber qué sería caminar a tu lado y me ciñes a la izquierda, sin darte cuenta, muy despacio. Y cada vez rectifico la dirección, para volver a centrarnos, para reubicarnos, de nuevo en el lugar que corresponde. Impresionante cielo azul y el sol justo para pegárseme a la piel y hacerme sentir un poco más desprotegida, aunque el viento en la cara pueda suavizar tantas cosas.
Horas de paseo en lugares recónditos y espacios abiertos, adivinando otoños y erizando la piel, que el verano se retira despacio y en esta ciudad es necesaria la chaqueta de lino de color arena del desierto. Y me pregunto a qué desierto debe parecerse porque no soy capaz de recordar ese color en la paleta de la memoria.
Modernismo, nuevos barrios modernos, chaflanes facilísimos, palabras, iglesias y catedrales, baldosas con logotipo, personas y gente, tiritas y botellas de agua, olores infantiles, un helado de nata y sashimi por primera vez.
Un nueve. Un ocho. Un diez.
Entregar un objeto inútil en forma de corazón y una libreta con tres poemas.
Al final, cerrando las catorce horas, una lluvia de canicas y de sonidos de cristal repartiéndose sobre la cerámica, en todas direcciones, con diferente intensidad...
martes, 7 de septiembre de 2010
Silencios sorprendentes...
Supongo que nadie me creerá, pero de repente me he quedado sin cosas que decir. Tengo confianza ciega en que las letras regresen pronto. Pero estas cosas no pueden prometerse, ya se sabe. Voy a golpes, a empujones. Y ahora a silencios...
domingo, 5 de septiembre de 2010
Colores y alguna otra cosa...
Con la retina llena de paisajes verdes y amarillos y de puestas de sol rojas y tan fugaces como para no reaccionar a tiempo, dejar el volante en un rincón de la carretera de curvas y fotografiar el cielo infinito, lleno de blancos y azules. Y dolor muscular en la mitad inferior causado por haber seguido caminos nuevos y de tierra gris, de la que se pega como el polvo a los zapatos, por más de cinco horas. Y silencios que han seguido larguísimas conversaciones, como si los temas de los que hablar no finalizaran nunca jamás, a pesar de haberlos tratado mil veces antes. Con planes que se extienden más allá de la segunda Semana Santa, aunque parezca imposible. Y algo de sueño, el sol pegado a los hombros y la cara llena de masajes. Así regreso...
jueves, 2 de septiembre de 2010
Un pellizco pequeño...
Escribo con furia, haciendo sonar las teclas, apretando con fuerza. Tengo que cerrar los ojos para regresar al lugar en el que estoy porque el agotamiento hace que mi mente se sustraiga y se me escape. Presiono las sienes con disimulo, bajando ligeramente la cabeza para apoyarme en el codo derecho porque soy diestra. Si no lo fuera, no lo haría. Pienso que hoy necesitaba el masaje que no ha podido ser y que ha quedado ahi, sine die. Suspiro hondo y hago series de respiraciones, como aprendí, pero no me ralentizo. Creo que mi jornada de hoy ha superado todo lo imaginable y ha batido record de estres. Una no puede acabar cuerda estando al cien por cien en todos los palos que toca. Es imposible. Y así me encuentro: ceño fruncido, abusando de mis líneas de expresión, contracturada y somnolienta; sin pisar el gimnasio, ni siquiera mi propio despacho. Todo por hacer. Y eso es, para mi, el peor de los castigos: no poder despachar lo que entra, resuelto o quizá no, pero ocuparme de ello. De pronto, la agenda se llena de reuniones, presentaciones, asuntos urgentes. Todo se complica. Y me comunican que Varekai viene a BCN. Ni he mirado si por calendario es viable cumplir con una promesa e invitar a alguien que, parece mentira, va viviendo sin haber asistido a ninguno de los espectáculos que el Cirque tiene en casi todos los continentes, de manera permanente. Tengo un nudo en el estómago y una pena negra. Se me confunden palabras y la mente revuelta. No quiero pensar. No quiero valorar. No quiero planteamientos nuevos. Todo duele y, en mi fragilidad actual, se clava haciendo brotar lágrimas en cualquier lugar. Tengo que centrarme. Tengo que pensar en estar focalizada. Tengo que relativizar. Tengo que pensar en ello...