Recorro el valle a trote corto por cumplir con los propósitos y a pesar de que mi mitad inferior proteste por la falta de hábitos. Necesito disponer de los escasos y extraordinarios momentos de tiempo libre haciendo lo planeado. Necesito orden. Las listas de música siguen creciendo y me dejo envolver en cada caso y según el momento, la mente entretenida y sonriente. Regreso a casa y, de lejos, las dos chimeneas humean un cielo gris, la luz advierte que hay gente en el interior y yo adivino que hay charlas, risas y, seguramente, algún grito. La convivencia, ya se sabe. Un poco cada un# a lo suyo, excepto algun#s que lanzan directrices constantes, sin dejar parar, sin evitar interrupciones. Y la mesa, que, por dos veces, nos reúne a tod#s...
He detenido el coche en cualquier lugar, con prisa, con ilusión, para escuchar tu voz esta mañana y que se me volcara el corazón una y otra vez. Quizá no sepas que he revisitado todos los rincones de una vida, considerando miles de posibilidades y opciones, haciendo planteamientos distintos. Sonriendo, también he ido llegando a conclusiones y a alguna pequeña certeza, si es que eso es considerable, si se puede considerar (quiero decir) y existe; y, de existir, si conviene valorarlos, todos, algunos. Ha regresado por un momento, en el principio y por sorpresa, el miedo a repetir días de gloria, a aparecer entre silencios y vacíos, de nuevo. Aún siendo inexplicable la sensación y el sentimiento, lo sé. Aún temiéndolos a ambos, respetándote sobre todas las cosas y en plural, también. Todo tiene consecuencias y es imprescindible minimizar cualquier cosa que acompañe a la palabra "colateral". Es un mandamiento que me resulta imposible de ignorar, porque me gusta tratar como quiero ser tratada...
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