Es época de muchas cosas, ésta. De listas de propósitos y de nostalgias. De oportunidades y de vacíos. De pasos atras para coger carrerilla e impulso. Cigüeñas, consejos, rocas extraterrestres, masajes relajantes, lesiones musculares, música para meditar, agua para flotar y larguísimos paseos por la playa. Época de aprendizaje y de definición de papeles, roles y esperanzas. La década arranca guerrera, con ganas y mucha fuerza. Ocasos y cartas de despedida, actitudes mucho más que prudentes, miedo a volver a errar, a confiar, a entregar el alma y también el cuerpo. Espacio, tiempo, silencio, interior, a corto, de frente, seguir, un paso, inhalar, llorar, pensar poco, listar objetivos, desaparecer, huir. Escapar. Todos los sinónimos.
Reviso el pasado inmediato en busca de respuestas. Sería bueno conocer los errores para no recaer, repetir y volver a cometer idéntico delito. Entro un poco en bucle. Escucho las voces de quienes me aconsejan calma, meditaciones, aprovechar el momento para salir reforzada, mirar hacia adelante y dejar atrás lo vivido. A veces me está faltando el aire, entro en pánico y esquivo peor que mejor las crisis de ansiedad. Me rumbo sobre una mullida alfombra gris, de cara a la ventana, y hago respiraciones de manual, dejo mi mente en blanco y atraigo pensamientos positivos. Cuando falta la ilusión no es sencillo conseguirlo. Gano tiempo. El tiempo me mejora.
Y la vida se ríe un poco y mi cuerpo se lesiona. Cambio de planes. Si no puedo correr tendré que quemar de otra forma, dedicar el tiempo a otras actividades. Y lo voy haciendo, sin grandes proyectos, sin pensar casi. Ahora como algo, mal. Ahora duermo media hora. Me masajean. Floto. Sudo en seco, con las cremas que hacen que brille toda mi piel. Estiramientos. Música, todo el rato. La misma que hace dos veranos. Y muchísimo silencio, porque no hablo con nadie. Unas copas de vino tinto, que es zona de viña.
Así me recargo. Sé que me funciona. Sé que volveré diferente. Con mis listas en una libreta, escritas a mano con rotulador rojo, que pierde tinta y me mancha los dedos, de tantos vuelos que ha tomado, acompañándome. Parezco una estudiante de EGB, 'like a teenager' como me dijo mi descendiente menor la semana pasada. A pesar de mi edad, qué vergüenza ser capaz de adelantarla en una montaña blanca, vestir unos vaqueros y jerseys como ella, como los suyos, que nos intercambiamos [la parte superior. La inferior ni en broma, gracias a Dios para ella]. Voy suspirando, extrañando, intentando visualizarme dentro de tres meses, por ejemplo, o más. Imposible. No sé hacerlo. No creo que deba, tampoco. No ahora. No hoy. No aquí.
La idea de la última década sigue dando vueltas en mi cabeza. Sin renegar de nada ni de nadie, sino todo lo contrario, no me convence. Nada. Los tumbos, los viajes, las fragilidades, las pruebas y experimentos, las frustraciones, los compromisos y los engaños, las traiciones y las soledades. No. No me han gustado.
Al menos sé lo que no quiero, verdad? Es medio camino hacia lo que voy a ser de mayor, quién seré en adelante, cuando consiga salir de este pozo negro, profundo, estrecho y húmedo...
Saber lo que no quieres puede ser incluso la mitad del camino.
ResponderEliminarDel pozo saldrás, porque tienes el propósito. Y porque ya estás en el fondo. Sólo queda subir.
Abrazo
Gracias, Ana. Sabes que tu comentario me ha animado...? Es curioso. Ves tan fácil lo que no te pasa a ti, verdad? Quizá sea ese el truco: objetivizar la vida, cada día, como si no fuera contigo, cuando las cosas andan mal...
ResponderEliminarBurbujas. Y besos.