Un peso en la cabeza y esta vez es cierto: es la presión, hacer cien cosas a la vez, tener en pantalla un asunto, una perdida en el móvil y la oreja izquierda pegada al fijo, leyendo tres correos en el mismo número de cuentas. Simultáneamente, claro. Sino no tiene ninguna gracia.
Quiero ponerme en pausa, quiero beber agua, necesito tus caricias, como el otro día. Y que te distraigas por mi piel.
Se me acerca esa fase en la que el comienzo de vacaciones es como un nudo en la garganta: se rompen las rutinas, aparecen los silencios, me alejo de tantas posibilidades y solo la pequeña pantalla de la BB pegada a mi piel, vibrando seguido, tan a menudo. Todo cambia. Mis paisajes son otros y el silencio de tus palabras se instituye realidad...
Las citas empujándose y ningunas ganas de sonreir.
Hoy estoy oscura.
Hay un nombre de ciudad que me persigue. Por todas partes. Como cuando te hieres levemente: todos los golpes van al mismo punto, a generar dolor. Pues igual. Cada día escucho la fonética de ese lugar que tanto me gustaba y que ha devenido tabú, imposible, impensable. Escenarios familiares que no podré volver a pisar, supongo que por si acaso, imagino que para no intranquilizar. Que hay fantasmas durmiendo que incomodan a las presencias inmateriales.
Y no me gusta doler, a pesar de que practicara ese deporte en el pasado. Me rehabilitó mi nueva vida, esa que aprendemos a vivir cada día. Me enseñaron y me gradué. Practicaba, pero lo dejé. Hay cosas que no se hacen. Hay cosas que tampoco se hacen así. Y te lo dicen un día y no te crees nada porque estás completamente convencia de que tus actos son, apartando modestias, impecables, sin tacha, sin dudas. Innegables e incuestionables.
Truena ahí fuera, todo está gris.
Me siento oscura.
Y me dudo porque siempre lo he hecho.
Soy de hábitos, de digestiones largas, de frases cortas y largos silencios, de olvidos imposibles, a veces fiel...
Aquí se viene a jugar con las palabras. A vaciar nostalgias. A comprender miradas y silencios. A compartir sin disfraces. Con seudónimo pero el alma verdadera...
miércoles, 1 de abril de 2009
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- Si. Claro. Cómo si fuera tan fácil hacer una definición completa y, además, ecuánime de una misma a estas alturas de la vida... Creo que, por lo menos, necesitaría un fin de semana. ¿Hace? ¿Si? :)
Difícil. A veces la vida es difícil, más bien siempre. Lo que sí es seguro es que cambia en un minuto.Como los descrito. Y no deja de parecerme curioso, los elementos son los mismos y de repente nos hacen sentir algo muy diferente, cambia en nuestra cabeza su significado, y nos revuelve nuestra ordenada vida.
ResponderEliminarAunque quién sabe, quizá eso sea sentirse viva, la incomodidad de que en este juego todas las figuras se mueven en el tablero de una forma imprevisible, afectando nuestro movimiento.
Bon día.
Petó, especial, d'aquests que porten llum.
Entretenida, por lo menos... la vida...
ResponderEliminarCambia, todo cambia...
Un beso, clarísimo.