Esa sería la medida que tiene hoy mi autoestima. Sin exagerar.
El peso lo ignoro.
Pero la medida es la de un excremento de araña.
De araña española y peninsular. No de araña australiana o canaria, de esas más grandes que una mano de leñador abierta.
Poca cosa, ¿verdad?
¿Qué cómo se llega hasta aquí?
¡Ahhhhh, amigaaaaa!!!!
La historia es larga. Y predecible. Y vosotras muy inteligentes. E innecesario de explicar. Al menos a mi no me apetece. Franchement.
Solo me interesa dejar constancia para el mañana que ha de venir.
Estoy relativamente segura de que en algún momento de mi vida, cuando no pueda moverme de un sillón confortable y me aburra tan soberanamente como en esta etapa de mi vida, abriré este blog y me leeré todas las entradas desde hace más de 15 años (creo). No del tirón, claro.
En pequeñas diócesis. Lentamente. Sin prisa, porque lo más urgente que voy a tener que hacer en determinadas horas será tomar medicación, puntualmente.
Y me gustará intentar recordar para quién escribí cada frase, por qué, el momento exacto... Será difícil porque siempre he sido muy críptica. Era parte esencial del juego, para mi.
Yo sé que me encantará. Aunque sea coñazo a ratos. Como quien se propone releer Ulises o Cien años de soledad...
Muchas alegrías me dio este blog. Supongo que algún disgusto también. Pero de eso suelo olvidarme. Es mejor así...
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