jueves, 26 de febrero de 2009

Explosiones, imagenes y vida...

Hay aqui cerca un lugar dónde trituran vehículos en desguace. Los que acaban convertidos en enormes cubos de hierro que de vez en cuando circulan por las carreteras dentro de camiones. A veces explosionan por la temperatura o los productos químicos [tóxicos y nocivos] que quedan en su interior. Y pasa entonces por mi ventana, a cámara lenta, empujada suavemente por el viento, una enorme bola blanca, de humo espeso, seguida de un pequeño estruendo acompañado de un temblor de cristales. No sé si lo había contado antes. Pero acaba de suceder de nuevo. A veces también se disparan piezas metálicas que se convierten en peligrosa metralla.
Se observa con especial interés y atención el aspecto, la cara, el cuerpo [todo, vamos] de quien hace treinta años que no ves. Se producen cruces de imagenes, que regresan [torpes e indefinidas] del pasado y las que se suceden en directo, con el sujeto en movimiento. Entrañable momento, el de oir eso de "estás igual! pero de todo!".
Cuánto hemos vivido en ese tiempo... Una vida. Por lo menos. Creo que en mi caso han sido varias... Vivir es una auténtica aventura con final triste, aunque nos empeñemos en cambiarlo por el camino. Nos vamos estropeando, nos vamos asustando y nos deterioramos un poco cada día, hasta que resultamos alguien completamente distinto. A mi, por lo menos, me gusta.
Como lo de tener planes y la cabeza llena de viajes o de paseos. Quiero verlo todo, sin excepción. Aunque lo digo porque sé que a todo no me va a dar tiempo y renunciaré a lo menos agradable. Hay golpes que sé imposibles de sobrevivir...

miércoles, 25 de febrero de 2009

Transcursos...

El reloj avanza, cierto. Y lo acerca todo. También separa, pero eso no es de lo que apetece hablar. El día de hoy es extrañamente dulce, regresa bondades y éxitos. Ayer fue todo lo contrario. Y ayer ya pasó. Mis momentos de abstracción en negro, ojos cerrados y suspiro, me permiten proyectar y visualizar un poco de lo que ha de venir. Se agota la cuenta atrás. Una de tantas que tengo en marcha. Y todo lo que viene por delante tiene una fuerte carga y está lleno de largas esperas, de tiempos infinitos y necesidades que compartir. Hay días que se sueñan. A veces los sueños se cumplen y otras veces es la percepción la que cambia, porque hemos dejado de exigir, de pedir, de esperar. La vida nos va dando, nos va quitando y tantas veces nos quedamos de pie, con la mirada fija y sorprendida, sin reacción alguna. Si es bueno, por inesperado. Si no lo fuera, por inmerecido. Que siempre nos creemos merecedores de deudas universales y los planetas, los cometas y las galaxias tienen otras cosas en las que ocuparse. Nuestra importancia es tan relativa que podría ser insignificancia e incluso no ser. Y sin embargo seguimos empujando y todo está en movimiento, aunque las cosas de verdad importantes no sean visibles...

martes, 24 de febrero de 2009

Micro relato...

Una vez me dijiste cosas bonitas. No aisladamente, no. Tenías esa costumbre. Escribías frases sueltas y construías un mensaje de correo para mi. Inventabas unas palabras y me las hacías llegar en un texto corto al teléfono. A media mañana, desde la calle, a media tarde, desde tu casa o haciendo la compra. Me escondías notas en los rincones de casa y en el bolso. Escribías con el dedo sobre el vaho del espejo del baño y surgían espontáneamente mágicos dibujos en forma de corazón monocromático, en metálico gris. Creo que necesitabas inspirarte para poder escucharte a ti misma. Te enamoraste de una situación y no te entretuviste en traspasarla hasta llegar a la persona. No importaba el sujeto amado. Necesitabas amar, simplemente. Y tener alguien con quien representar el papel de ese amor, vivirlo intensamente, diseñándote el sueño que arrastrabas contigo desde siempre. Tu historia duró muchos meses y se convirtió en dos años, que no está nada mal para ser tú. Querías poder comportarte como lo hacen los enamorados, sentir lo mismo, tener idéntica mirada, estar de color rosa, perder el sueño y el apetito, respirar mal por la impaciencia, los nervios, la excitación de una próxima cita. Y planear, diseñando sorpresas, inventando lugares desconocidos por los que pasear. Luego todo eso se desvaneció. Ya te habías exprimido a fondo y había que tratar de reinventarse, volver a capturar cientos de mariposas de colores para comerlas después y que volvieran a revolotear, nerviosas, en tu estómago. Gritaste ¡siguiente! en bajito y acudieron nuevas posibilidades de amar [amarse a sí mismo, diría yo] y ser amado. Todo se acabó. El micro relato funde en negro...

lunes, 23 de febrero de 2009

Quietudes...

He tenido que sacudirme el humor raro y el cansancio con algunos golpes secos. No se despegaban. Demasiado movimiento y ya no estoy acostumbrada. Hacía falta reorganizar la quietud en la ausencia y me ha costado un esfuerzo. Han sido días extraños y no hablo de carnaval. Me regalaron espárragos trigueros (crudos, claro) y procedían de un varón casado con descendiente. Hice spinning con una enorme peluca afro que seguía mejor que yo el ritmo de la música. Ví llorar en público a una mujer profesional que perdió los papeles. Una gruesa rama de un árbol que estaba siendo podado acabó en mi cuádriceps derecho y hoy no hubo gim. Acabé el segundo volúmen de una trilogía que me tiene atrapada desde hace un par de meses y [spoiler] me angustió mucho el hecho de que la prta acabara con un balazo en el cráneo y enterrada viva. Menuda manera de creer que te mueres. Han sido tres días fuera del despacho y el fin de semana. El campo estaba precioso, con este sol débil y perpendicular que aparece ahi en invierno. Solo tengo ganas de contar hasta el viernes, de descontar hasta ti...

jueves, 19 de febrero de 2009

Inevitables sensaciones...

Encajábamos, suave y dulcemente. Nuestra piel se encontraba, se reconocía. Nos deslizábamos entre los labios. Se abrian todos los poros y cerrábamos el abraz, estrecho, las manos caminándonos por todas partes y los ojos cerrados. El alma callada, percibiendo, atentamente, y sintiendo.
Encajábamos, redondeándonos, rodeándonos. Nos observábamos con cuidado, pendientes del detalle, del gesto, el suspiro y la caricia. Te quería. Para mi...

lunes, 16 de febrero de 2009

Sábado detenido...

La vida en sábado. El día comienza tranquilo, sin ninguna prisa, con la conciencia de que queda todo por delante, va a ser largo [la noche fue corta] y está por vivir. Y se vive, como si nadie se diera cuenta de que es, precisamente, sábado. Discurre y llega la tarde, que se aprovecha, se comprime, se saborea y se exprime. De pronto anochece y se acorta la alegría inicial. Pero todavía queda, que la noche de hoy va a ser larga. Que todo se detenga aqui, que no avance, que no llegue jamás el domingo con su tarde triste, un ocaso agónico. Pero avanza. Y llega. Inevitable...

viernes, 13 de febrero de 2009

Vamos a mirarnos a los ojos...

Ha tardado en llegar. Se ha hecho larga, la espera. He intentado preparar mi mente y olvidar algunos recuerdos, durante estas semanas. Y sigo temiendo ser incapaz de relativizar las escenas que han de venir. Sé que me acercaré para alejarme, para abrirme a situaciones ajenas, pasar desapercibida, dejar que las cosas se sucedan y limitarme a estar correctamente presente. Te enamoró hasta la más completa de las felicidades. Te abandonó a tus soledades. Te sustituyó por quien consideró mejor que tú. Doble golpe, pues. Por su ausencia y su vacío, brutales. Por contarte con sus gestos y en silencio que habías dejado de ser su vida, que ya vivía otra y no se la dabas tú. Tan simple, tan habitual, esto de desenamorarse pero notificarlo de repente, inesperadamente.
Allí estará, procesando que dejaste de ser y no te gobierna. Queriendo retroceder lo justo para sentir otra vez el poder que ejercía. Consciente de que su lugar lo están ocupando y calma, paz, confianza lo invaden todo.
Vas a mirarme a los ojos. Estudiarás mis movimientos, mis gestos y sobretodo mis silencios. Te impacientarás ante mi frialdad y mi falta de reacción cuando la complicidad regrese por momentos. Y te preguntarás por qué. De tantas cosas que solo sabes tú.
Voy a mirarte a los ojos y te observaré. Tiempo por delante para tratar de comprender, encajar y mantener la calma.
Nadie jugará su verdadero papel, sintiéndose objeto de observación, precisa y disimulada. Costará reconocerse, no extrañarse ni sorprenderse ni echar de menos y resultarán vencedor#s y vencid#s, que la competición es tu esencia; algunas veces, excepcionalmente, también la mía. Contigo. Sobretodo. Casi exclusivamente, ahora que recapacito. No me importa que me gane quien es mejor que yo. No. Pero tú...

jueves, 12 de febrero de 2009

Apúrame...

Sé que un día ha de llegar. Lo sé. Siempre ha sido así, que las vidas suelen ser cíclicas. Y llega el momento en que no queda otra, hay que tomar alguna decisión, que esto no puede mantenerse, para cambiar ese algo que no marcha bien, lo que empezó estupendo y mutó a gris, rutina y/o costumbre, con el tiempo. No tanto, en realidad. No tanto. No me exageres ahora...
Cuando menos fuerte te sientes, todo se presenta imposible. Hasta te parece presentir síntomas de asfixia, definitivos, letales. Y no hablo en sentido figurado. No, no. Luego, despiertas de esa larga y negra noche en soledad [más larga y más negra que una travesía nocturna por el desierto, con sus dunas y sus oasis, palmeras y camellos, frío y oscuridad] y te das cuenta que la determinación que alguna vez tuviste [y llegó a caracterizarte] regresó y vas a poder con todo, con todo, ahora sí, porque ni siquiera después habrá remordimientos o carencias o nostalgias. Quizá los hubiera en algún momento, antes, hace tiempo, pero tú has cambiado tanto que eso ya no se repetirá. Es imposible que regrese tu fragilidad alguna vez. Y te decides, sin grandes reflexiones previas, como siempre. Esto tiene que cambiar. Y esto. Y hablas, rompes, procurando no doler. Comunicas con la frialdad de profesional del ramo y justificas, razonas, animas. Yo diría que hasta empujas, para convencer. El gigantismo que sientes tarda unos días en desaparecer pero lo hace, por sorpresa y [su ausencia y las consecuencias] se instalan en el sofá vacío. Era una obviedad que eso sucedería pero no avisa y, claro, estás baja de reflejos, que no has podido preparar ni táctica ni estrategia ni siquiera reacción. De repente tu vida es distinta, ha cambiado casi todo, con ese pequeño [gran] gesto que perseguía alterar rutinas y costumbres. Quisiste y lo conseguiste, como no podía ser de otra manera. Siempre tan precipitadamente, tus movimientos. Como si los actos propios no tuvieran consecuencias. Para ti. Porque para l#s tercer#s ajen#s que recibieron el notición de forma sorpresiva [y sorprendente, como tú misma] no aciertan a comprender nada. Quizá permanezcan a la espera, atentos, como si presagiaran [¿necesitaran?] un regreso y algunas horas de conversaciones dando explicaciones infinitas. Que es lo que sucede cuando se trata de tratar lo inexplicable e incomprensible.
Y es que no. Una no puede ir pensando en cambiar de vida, ni temiendo el día en que la decisión será tomada, sin largas disquisiciones, valoraciones y hasta reflexiones. Si me apuras.
Apúrame, pues. Se nos acercan épocas de cambios...

miércoles, 11 de febrero de 2009

A veces los sentimientos no coinciden...

Voy a la cocina a hacerme un vaso grande de café y, como siempre, mi mano confunde los botes y se acerca al de cacao. Como si el ondulado de cristal, granate, se pareciera en algo al cilíndrico, metálico y a base de amarillo. Muchos meses sin chocolate, también. Pienso en lo que daría por un vaso enorme de un marrón oscuro, cargado. Y desecho la tentación y me preparo, como decía, uno de café descafeinado, que a estas horas... Además, prefiero ese sabor al del café normal. Es al abrir la nevera, fíjate qué tontería ha relacionado mi mente, cuando he recordado la conversación y la forma en que me dijiste, por la noche, de pie en la calle Aribau, se acercaba la navidad y hacía frío, que no lo hiciera, que me equivocaba, que no era la persona adecuada para mi. No continuaste la frase con una contraoferta porque a los veintitrés nadie puede ofrecer gran cosa. Pero tu expresión tristísima sí me trasladó tu angustia, tu miedo, tu impotencia y tu soledad, aunque no supiera interpretarlos. A veces pasa con los desconocidos... El tiempo te dio la razón y dejaste de ser mejor amigo para ser una presencia lejana, espaciada. Nunca perdimos el contacto, para eso es bueno tener amig#s comunes. Y los tenemos. La ciudad es tan pequeña. Después de que tomara la Gran Decisión, intenté acercarme pero, como ocurre con los mejores baños, estabas ocupado. Y feliz, dentro de esa infelicidad que jamás aprenderás a superar. Quizá porque no quieres, por eso ni lo intentas. Y al tiempo te llegó a ti, el ser solo, impar, single, singular. Y nos vimos alguna vez. Tienes los mejores ojos verdes de la ciudad. Y tan tristes. Y llevas los cuarenta con una dignidad envidiable, que por eso hiciste la carrera de los deportistas. Creo que te disuadieron los descendientes. A ti, que rompiste tu matrimonio porque ella te pedía un bebé...

He recuperado un microrecuerdo...

Decidiste que las cosas irían muy despacio. Hasta la desesperación, fueron. Nada resultaba previsible y no gobernaba la situación, nunca. Una sorpresa seguía a otra y mi vida se redujo a un montón de añicos, de tanta novedad. Encendiste y despertaste cada uno de mis sentidos y pusiste en alerta todos los mecanismos para su percepción. Tus planes parecían no acabar y tenías el tiempo suficiente para entretenerte inventando nuevas caricias. Otro sinónimo de tortura, al fin y al cabo. Nuestro tiempo era para eso y no estaba limitado. El entorno cuidadosamente estudiado para el estímulo. Luz, velas. Olor a sándalo y limón. una música femenina. Todo a oscuras y en horizontal. Era un esfuerzo salir de esa casa con dignidad, mal disimulando las ganas de volver, silenciando la cuenta atrás de números invisibles que comenzaban a acercarnos de nuevo. Un trámite, la vida, hasta el nuevo encuentro, desde la despedida, en la puerta del ascensor, besando los cristales que ya no transmitían ni el calor ni la humedad de tus labios. Tus labios...

martes, 10 de febrero de 2009

Velada...

Sigo sin poder ir al gim. Remiten las molestias pero están ahi. Junto con mi personal preocupación de que algo anda mal. Este finde no me gustaría perdérmelo por esta razón. Serán días largos, de muchas horas de deporte seguidas, de pequeños retos y competiciones. Y quiero sentirme bien. Imagino que tod#s l#os pacientes que pueblan las camas de los hospitales, clínicas y ambulatorios estarán pensando lo mismo. Vale. Pero, por favor, que las molestias remitan solo esos dos días. Luego ya me ocuparé de solucionarlo si no basta con este reposo que me empieza a reconcomer. Quiero moverme y sentir agujetas otra vez. Cambio. Anoche fue exrtraño. Mi descendiente menor pidió ir a estudiar, cenar y dormir a casa de una amiga. No me gustan ese tipo de desórdenes pero creí que era adecuado porque así la amiga tenía el libro, los apuntes y el resumen para poder preparar el control de hoy, que los había olvidado en el colegio. Con ello, mi descendiente mayor se descubrió solo en casa y, después de encender algo parecido al incienso en el salón, me sacó todo el partido que pudo: preparación de dictado, resumen de un tema para control de mañana, repaso de la materia para él [y ya para mi] más compleja. Luego una cena a la carta [les suelo preguntar qué prefieren, aunque mucha gente piense que eso no hay que hacerlo y hay que servirles lo que proceda. Dentro del equilibrio que persigo en su dieta y de las limitaciones que tenemos (el bogavante, la carne de canguro y de tortuga todavía no las he podido -por una u otra razón- incorporar a su dieta), prefiero que me informen de lo que su cuerpo les pide. Soy de las que creen que las apetencias reflejan ciertas carencias orgánicas. Y me gusta poder satisfacerlas, como si fueran adultos, que ya casi son...] y algo de televisión, él con su psp y sus nuevos juegos. Compartimos sofá y alguna frase espaciada, corta e insustancial, además de otras interjecciones que sin lugar a dudas manifestaban enfado por el desarrollo de su carrera de quads, que todo el mundo se le caía encima y no le dejaban ganar (¿?). Quizá lo más relevante fue su compañía, que normalmente se pasa todo el tiempo en su cuarto. Y, yo se lo permito, pero le echo de menos, aunque él no lo sabe. Una agradable velada, tranquila. Es un buen tipo...

lunes, 9 de febrero de 2009

Espacios vacíos...

Estos lugares, con nuestras cosas, trascienden a pesar de nuestra ausencia. Lo escribo pensando en alguien que ha fallecido, muy joven, y ha dejado abiertos un sinnúmero de espacios que reflejaban su vida y su forma de vivirla. Fotos, mensajes, momentos. Todo eso está ahi recogido y ya nadie podrá acceder ahi. Las sonrisas perpétuas, quizá alguna broma de la que se arrepintió después, diálogos cortos con ese chico que tanto le gustaba pero que amaba a otra, su perro y sus deportes favoritos. Todo está ahi, ahora con los mensajes de pésame, incrédulos, cortos y sentidos. Imagino que alguien les contará a sus padres que ese espacio existe, para que entren en algún momento y conozcan esa parte de la hija que les resultaba ajena, desconocida, vetada. No es la primera vez que me paseo por el lugar de alguien que ha dejado de estar aqui. Es una sensación extraña para mi que me conmociona, cada vez. Esa especie de tablón en el que amigos, conocidos, familia, acuden de tanto en tanto para dejar alguna frase escrita, para demostrar que no ha muerto porque sigue viva en nuestro recuerdo, como un desafío, con el temor de que se cierre por desuso y desaparezca el documento para siempre, que solo queden los recuerdos... Ese tablón, esos mensajes, a mi, me hacen llorar...

Frase...

Mami, jo a tu t'estimaré... ¡por todas partes!
La frase la pronunció con entusiasmo mi descendiente mayor, a eso de los tres años. La encontré ayer [la frase] en una libreta que, desde que nació, utilicé para anotar anécdotas, su evolución, sus logros y esas cosas. Luego dejé de escribir. En esa libreta, porque tiene otra en la que escribí cosas menos públicas, que son entre él y yo, que podrá leer cuando quiera. O mejor... cuando le guste leer y tenga interés y/o curiosidad. Ahora ya es lo suficientemente mayor para saber cuan largamente le estuve esperando, lo difícil que ha sido todo y el elevado precio de la experiencia para que ocupara un lugar en nuestro sofá, del que luego acabó saliendo un miembro importante. Y ya nunca volvió...

Vivir, convivir...

Quizá no. Bien, en realidad es una certeza, que no. Pero déjame que te cuente. Así sabrás que, tan pronto como los niños bajan del coche para acudir a la escuela, mi mano derecha comienza a marcar tu número y aparece tu voz. Eso es a primera hora de la mañana, aunque haga más de dos que sonó mi despertador. Cada día es una conversación diferente, que conoce ya [tanto tiempo] casi todos los registros: la explicación plana de algún hecho, el rememorar tiempo compartido en algún lugar de ya tantos continentes, el pasearse por el fin de semana que ha de venir y que -siempre- nos apetece por alguna razón que hemos disfrazado de excusa, la pérdida de la paciencia o rebelarse contra la resignación que es el único camino, la furia por algún problema de tráfico, incluso los silencios y tantas risas, los sueños. Esa larga conversación finaliza al llegar al trabajo y te aviso con voz débil y un ya estoy en el párking... Transcurre la mañana laboral y sueles llamarme un par de veces, de nuevo con alguna nueva excusa, y poco podemos decir porque tenemos gente próxima. Después de la comida una breve llamada resumiendo los pormenores de la mañana laboral y explicando los planes para la tarde, mientras sigo en el despacho. Es al salir de él cuando, justo antes de tomar la curva, vuelvo a llamarte con la derecha, que la izquierda se entretiene con el volante, la mirada fija en la carretera, que ya nunca he vuelto a despistarme desde aquel día. Es otra larga charla, un poco más alegre, más feliz, que el día está acabando y nos acerca un poco más, la jornada terminó y hay tiempo por delante para escuchar, oir, callar. Se suceden los detalles, las anécdotas y las reacciones, las pequeñas quejas y las conversaciones de conocid#s, amig#s y familiares, los planes de los demás y los nuestros, una nueva idea sobre algún lugar que visitar porque se inauguró un restaurante o un hotel o una ruta o nos hablaron tan bien de algún paseo o país... De nuevo aviso con la frase en cursiva, mientras se abre la puerta muy despacio, aunque sin desesperar porque voy con la prisa justa, la de no querer entrar, la de querer subir cuanto antes a casa para cambiar de actividad y de profesión y condición. Algún correo escrito de pie en algún rincón de la casa y el indefectible mensaje corto de cuando te acuestas, para contarme que el día sí acaba en ese momento, estás en orden y en casa y ya falta menos. Sí, ya sé que no vivimos en el mismo lugar. Pero a mi me cuesta discernir entre la sutileza de vivir con alguien [ningún sentimiento, la cama muerta, los silencios interpuestos y los mundos paralelos, además de la conviviencia] y vivir con alguien [aqui va el post entero, el que cuenta las ganas y la alegría, la cuenta atrás y las risas, los silencios y las penas, los miedos y el planear nuevas posibilidades].

viernes, 6 de febrero de 2009

Media vida...

He visto mis arrugas reflejadas en la taza de te. Ya no me sorprenden porque he tomado conciencia de que forman parte de mi. Esa es una de las ventajas de estar ya en la segunda mitad de la vida. Se ha vivido ya de todo y lo que queda no es precisamente lo mejor. Es mi versión optimista de un escenario en el que soy tan longeva como mis antecesores femeninos [cuadrando las estadísticas españolas de esperanza de vida impecablemente] y donde el factor accidente, el riesgo, la enfermedad no existen. ¿Para qué? Me gusta pensar eso aunque sé que la vida misma puede sorprenderme en cualquier momento y acabarse, de repente, en un coche, una esquina, cualquier calle o en plena naturaleza. Es la incertidumbre de vivir, esa aventura...
Mi media vida. Lo curioso y sorprendente es que a veces dejo de mirar atrás para proyectarme hacia delante y me gusta imaginarme. Conozco el escenario en el que me gustaría establecerme, las actividades a las que me dedicaría, la compañía elegida y la forma de vivir. Eso tiene el inconveniente de que tantas veces intento empujar el tiempo para que avance, para que vuele y me acerque un poco más a todo eso que sueño cuando mis sábanas siguen calientes, mi cama abierta y la almohada pensando en mis abrazos nocturnos. Aqui y ahora. Ese es el mensaje, el único válido. Ni antes ni a partir de mañana. Las sensaciones que provoca el teclado en mis yemas, el parpadeo para hidratar mis ojos, lasa muñecas en el reposabrazos, el dulce sabor del té, los oídos pendientes de cada uno de los ruidos que conforman el paisaje del despacho. El rumor de los pensamientos mezclado con el taconeo de alguna compañera por el pasillo, voces entretenidas en conversaciones telefónicas y ruido de camiones reduciendo la marcha para tomar la curva. Media vida...

jueves, 5 de febrero de 2009

Me gustaría decirte que te quiero...

A veces la jornada se complica tanto que no tengo tiempo ni de pasar por aqui. Y eso que hacerlo tiene un cierto efecto positivo sobre mi. Normalmente entro sin tener idea del tema que quiero tratar. Supongo que se percibe con nitidez. Otras veces sí sé qué me gustaría comentar. También espero que consiga trasladarlo al texto. Pero, en cualquier caso, escribir sin guión ni minuta previa, dejar que los dedos se paseen por el teclado y la vista por la pantalla [incluso a la inversa, también], me proporciona algunos minutos de desconexión, en medio de la mañana o también de la tarde, esa parte del día que tan larga suele hacerse. Es tiempo para mi entre la correspondencia, los textos pendientes de leer o redactar, los expedientes y las llamadas, las reuniones.
Ayer, conduciendo de vuelta a la ciudad, pensé un post. Empezaba con esta frase: "Me gustaría decirte que te quiero". Intenté continuar en mi contexto real, el de querer decirle a alguien a quién has dejado de ver y de quién no tienes ni noticias desde hace algunos -poco- años, en esa imposibilidad. Luego me paseé por la idea extraña de que hoy ya no estoy queriendo, ya es imposible, sólo me quedan mis propios recuerdos elaborados con tiempo, dedicación y cuidado. Hoy, si nos encontráramos, seguramente ya no sentiríamos nada más que algo de cariño, algo así, parecido. Pero querer...
Creo que es la primera vez que me detengo a intentar encontrar las sutiles diferencias entre los verbos querer y amar...

martes, 3 de febrero de 2009

Pensamientos sueltos, como los de siempre...

Veo la mitad de una luna entera a través de mi ventana y trozos de cielo azul. Al fin. Mi cabeza acusa los cambios de presión atmosférica que este tiempo loco nos regala desde hace algunas semanas. Y mi lesión, que impide ir al gim e ir corriendo a correr y subir a una bici o manejar pesas que pesan poco. Aqui dentro la temperatura es agradable y hoy estuve a punto de comer en una de las mesas exteriores. Luego pensé que me buscaba lo que no tengo. Que ya tengo suficiente con lo que estoy teniendo [la falta de gim, sobretodo] y que no me haría falta nada más. Quedarme como estoy, así, no me parece mal negocio. Aunque, a poder ser, me pediría ser capaz de mejorar un poco mi humor, que no anda en condiciones normales. Estoy atrapada en la lectura, de nuevo. Hacía tiempo que no podía dedicarme a leer y ahora [que quizá tampoco puedo por falta de tiempo y cansancio arrastrado conmigo] he regresado al viejo hábito de sumergirme en otras vidas antes de acostarme. Desde que cambié la habitació y la cama de sitio, siguiendo los consejos de un informe de feng-shui, sueño muy poco. En casa, digo. Porque en los hoteles, en casas ajenas, suelo regresar a mis pesadillas de siempre, a las persecuciones y caídas dignas de los mejores guiones cinematográficos de norteamérica y, quizá, la india... Ando tan sensible, últimamente, que la intersección del aura de algunas personas me inquieta y me irrita. Quizá sea eso, que nos pisamos tanto el espacio que nos superponemos. Y hasta aqui han escrito mis dedos algunos pensamientos sueltos que quizá nunca debería haber verbalizado. Pero lo hice...

lunes, 2 de febrero de 2009

Escala de grises...

Se me hace difícil estar alegre, en este entorno gris. Y reir.
Me gustaría pensar que es provisional, temporal, que todo volverá a su posición original.
Es poco probable.
Pienso que me apetece abrir mi libro y sumergirme en esa vida, en esa historia, que no son mías.
Y es una de las pocoas cosas que realmente me apetece hacer. Todo lo demás, simplemente lo hago...

domingo, 1 de febrero de 2009

Inauguración...

Se me acabaron las palabras. Y las ganas de hablar. Creo que es de tanto usarlas, de tanto pronunciar. Muchos años abusando. Se veía venir. Esto no es una queja...
Se me fueron las ganas de sentarme a escribir y se me acabó la paciencia. No sé esperar a que regresen. No puedo invocarlas. Nada nuevo que contar, todo lo antiguo [que siempre suena a viejo, a usado, a revisado, a repetido]. Solo lo anterior.
Se instalará el silencio y volveré a leer, sin esperar a que nada regrese. No buscaré palabras ni pensaré más párrafos. Tampoco jugaré con alguna frase que haya llamado mi atención, durante horas, porque no tendré que recordarla para pasarla por el teclado. Ya no será necesario memorizar relatos breves ni el tema de un nuevo post.
Abrimos nuevas etapas apenas sin darnos cuenta, ni tener conciencia. Yo sí. Hoy es un día inaugural...