Me
habrás quedado pendiente… Al final.
Tú y
darte un beso para saber a qué sabes.
Y
abrazarte, para que me devolvieras el abrazo y saber cómo te gusta que te
abracen. Tocarte la piel. Olerte.
Me
habrá quedado pendiente hacer algún plan contigo, compartir proteína, volver a
verte. Hacer deporte, ganarte a las palas y tirarme a la arena sin dar bola por
perdida.
Y
viajar. A cualquier lugar, seguramente a Grecia. También.
Conocer
a tu familia. Y a tus amigos.
Presentarte
a la mía. A los míos.
Conducir
y darte la mano. Cantar a gritos y bailar sentadas en el coche. Alegres.
Ver
cómo se te riza el pelo con el salitre, tu piel bronceada y preparar ensaladas
en cualquier cocina. Verte despeinada en la cubierta de un barco, en bikini,
con un pantalón corto de lino blanco.
Enviarte
el último mensaje diciendo que apago, que el avión está rodando por la pista. Y
que recibieras el primero, al aterrizar.
Me
habrá faltado disfrutar de ti, de tu manera de amar, de pasar horas en
horizontal en cientos de camas de hotel y mirarnos en silencio, largamente.
Bañarme
desnuda en cualquier playa contigo y tomar el sol. Que pusieras banda sonora a
nuestras vidas. Con ese gusto casi siempre exquisito por la música.
Enseñarte
los rincones en los que crecí y las piedras de una casa que, como losas, cargo
a solas en mi espalda.
¿Sabes?
Me habrá quedado pendiente tomarte de la mano y llevarte a algún lugar,
preparar una escapada o unas vacaciones muy lejos, donde a mí me gusta estar,
sin cobertura, sin poder cerrar la boca ante la belleza natural de países
lejanos y nuevos.
Cederte
la ventanilla en los aviones y dormirme apoyada en tu hombro derecho. Darte la
mano debajo de la manta del avión. Y acariciarte.
Me
habrá faltado pasear contigo, ahora que hace buen tiempo. O cuando haga tanto
frío, abrigadas, con las manos en los bolsillos. Tu mano derecha enlazada en la
mía, dentro de alguna de nuestras chaquetas.
Darte
los buenos días, la caricia del buenas noches, abrazarte por la espalda,
ducharme contigo y desayunar juntas. Leer las noticias.
Me
hubiera encantado conjugar plurales contigo, mucho tiempo, todo el tiempo,
hasta el fin de los tiempos, en realidad.
Yo
quería que fueras casa, lugar seguro, puerto, ancla y sitio al que querer
volver. Mi azimut. Y ser tu casa, tu lugar, tu ancla.
Quería
y quiero amar bien. Sin dar celos, sin sentirlos. Vivir tan intensamente que no
me interese nadie más en el mundo (aunque seamos diez mil millones de
personas). Dejar de buscar, porque ya te había encontrado.
Me
hubiera gustado mucho llenar el paréntesis del silencio (que siempre te he
devuelto vacío y sordo) con un te quiero. Y verte salir huyendo o callar
largamente por no saber qué hacer con eso.
Pero
me hubiera gustado y estuve a punto de hacerlo varias veces. Fui cobarde.
Callé.
Yo
quería que fueras tú. Escribirte a ti. Para ti. Que me protagonizaras. Me
inspiraras. Priorizarte, focalizarme en ti y en toooodo lo que había de venir.
Cuidarte,
como quien se ocupa del bien más preciado. En la salud y en la enfermedad.
Libremente, porque me gustaba hacerlo, porque te gustaba que lo hiciera. Quizá
a mi manera, seguramente con torpezas. Aprendiendo, ajustando, encajando.
Hablar, explicarme, compartir, contarte, buscar respuestas contigo. Y
caracolas y cristales de colores en la arena de muchas playas.
También
huyo cuando estoy asustada. También me escondo del mundo cuando pueden herirme.
Es mi escondite… de los miedos y los abandonos y la soledad y el castigo.
Menudas
dos se han juntado! Una jugada del destino, ¿verdad? Y tan corta…
Hubiera
matado por encenderte el fuego y leer a tu lado, bajo una manta de cuadros, en
el sofá de casa. Si. La música la ponías tú, en ese sueño.
¿Sabes?
Pensé que reunías todo aquello que alguna vez pedí. Que eras buena persona. Que
eras libre. Que podríamos vivirnos sin límites ni fronteras. Con el mundo a
nuestros pies, decidir sobre la marcha, marchar sin tener que dar
explicaciones.
Pero
no habré podido saberlo.
Porque
nos ha faltado tiempo. Y compartir. Y una comida. Y estar en una misma
habitación. Y vernos.
Me
habrá faltado acariciarte. Y mirarte a los ojos sin morir de la vergüenza. Ir a
la playa. De compras, pedirte que te compres doscientos skinnys de todos los
colores…
Admirarte,
verte, comunicarme contigo con sonrisas a lo lejos entre la gente. Y con algún
gesto obvio solo para nosotras dos. Impresionarme con tu altura, tu presencia,
tu autoridad. Tu belleza.
Me
habrás faltado, (...). Me habrás quedado pendiente.
Me
hubiera encantado, todo eso.
Lo
lamento por mi. Lo siento por nosotras. Podía haber sido una historia
impresionante. Al menos en mi sueño lo era…
Y
sí. Te he querido tanto como he podido, a ciegas, sin atreverme, con miedos,
haciendo lo que podía. Sin decírtelo. Sin que lo supieras.
Pero
te he querido.
Un
beso, largo, (...).
Sparkling
[Esto a mi me parece tan bonito que no he podido evitar subirlo, para que quede constancia de que puede haber sido un sueño. O probablemente no].