Leo en algún lugar que las preguntas y las palabras que se atascan en la garganta conviene sacarlas, expulsarlas, vomitarlas violentamente, si es necesario. También recuerdo lo que se dice sobre las emociones contenidas, que hacen bola, bajan defensas, acaban por enfermar si se las ignora. Incluso lo que alguien me dijo no hace mucho sobre llamar si apetece hablar, pedir si se desea algo, compartir los sentimientos... y no dejar que sean los otros quienes adivinen y se equivoquen, por lógica. Aplastante.
Y como a mi se me está haciendo una bola de proporciones gigantescas, del tipo diámetro de satélite, globo terráqueo, planeta, voy a deshacerme de las dudas. Y pregunto al cosmos, a mis guías o ángeles custodios, a quien sea que vele por mi [si sigue desempeñando sus funciones, cosa dudosa últimamente...] por qué se ha desvanecido, por qué se aleja cuando hay distancia física, por qué no comparte lo que sean sus pensamientos, por qué abandona la partida y la transforma en un solitario, por qué no encaja estar pensando y proyectando un camino compartido y sentirse apartada, nadie, un estorbo...?
Por qué es tan difícil avanzar en un objetivo común, que requiere esfuerzo, voluntad, ganas y encaje? Por qué sentirse nada, nadie cuando existen posibilidades y opciones y hay privilegios y luego siempre compensa, cuando se comparte en las circunstancias adecuadas? Por qué de pronto no me funciona ninguno de los recursos que antes dominaba para pacificar, proyectar, disfrutar viviendo? Por qué me duele estos horrores el adivinar el fracaso, buscar mi responsabilidad...?
Hoy, que he huído de mi misma y del lugar que debía ser mi paraíso para adentrarme e instalarme en el confortable y cálido hueco de mi casa, solo me asaltan los por qués en la rendija que deja el desasosiego, entre la soledad y los miedos... Un plan horrible, cierto?
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