Aquí se viene a jugar con las palabras. A vaciar nostalgias. A comprender miradas y silencios. A compartir sin disfraces. Con seudónimo pero el alma verdadera...

miércoles, 24 de febrero de 2010

Fracaso...

Tener hijos te llena la vida de matices. Se pasan momentos difíciles y se viven experiencias irrepetibles. Una de las más agradables para mi ha sido la de encontrar lecturas adecuadas a cada etapa, edad y momento de su evolución. Al principio [los cuentos] eran pequeños, delgados, con muchos dibujos y vivos colores, apenas con letra ligada. Ahora que estamos en la fase de libros gruesos con tapas negras y algo de rojo [sagas conocidas, by the way] que -confieso- prefieren tener sin necesidad de leerlos, ahora -decía- estoy revisando su colección inicial y hace unos días dí con uno, cuadrado y delgado, al que le tengo un cariño especial. Tanto que, como otras muchas veces, lo volví a leer y observar y acariciar mientras mi hija seguía durmiendo sus cinco minutos más de cada mañana antes de despertar para ir al colegio. Leí sus frases cortas con la perfecta letra fina y de imprenta. Observé las magníficas ilustraciones en gama de ocre suave y azul claro perfilado todo en negro. El maridaje del protagonista con el argumento y los dibujos me parece, por alguna extraña razón, sublime. Me atrapa. Es uno de los pocos cuentos infantiles que pienso conservar para siempre. A veces me imagino evocándonos en esa etapa de vivencias y convivencias de niños, con el libro abierto entre las manos, sentada bajo una manta y observando la calle desde la residencia que [imagino, supongo, deduzco] va a acogerme en mis últimas épocas.
Es tanta la atracción que el cuento me produce que me entretuve en leer el nombre del autor, el del ilustrador, hasta el del editor. Inmediatamente pensé que a ellos les gustaría saber que una madre ha caído rendida ante su obra, años después de haber sido editada y acudí al google para localizar a la persona que había creado unas frases tan evocativas, tan acertadas, tan concisas y perfectas. Fue con tristeza como descubrí que murió hace algunos años, pocos.
Si hubiera reaccionado antes, cuando los niños eran más pequeños, habría llegado a tiempo de hacerle llegar unas líneas.
Siempre llego tarde. La muerte me deja demasiado a menudo con las palabras en la boca. Y esas palabras son tan indigestas...

4 comentarios:

  1. y pienso en la peli "cosas que nunca te dije", donde uno de los protas dice que las cosas que nunca se dicen son siempre las más importantes.

    deberías eviar esas palabras, quizá alguien cercano al autro las lea y le guste hacerlo.

    un beso

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  2. Gracias, Jei. Seguro que tienes razón. Quizá lo haga, aunque me de tanta pereza... :)

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  3. Pereza
    palabra que sin servir de escusa
    parece perdonar cualquier defecto.

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Si. Claro. Cómo si fuera tan fácil hacer una definición completa y, además, ecuánime de una misma a estas alturas de la vida... Creo que, por lo menos, necesitaría un fin de semana. ¿Hace? ¿Si? :)

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