Dos entradas el mismo día... uhm... self-explanatory para las buenas interpretadoras, supongo...
Pero sucede que hoy me han hecho varios regalos: escucharme al otro lado, lejos, diría que como siempre que necesito ser escuchada, con idéntica dedicación y disponibilidad y paciencia, aunque sean los silencios del llanto, los hipos, el dolor, las frustraciones y las impotencias. Escuchar mi soledad hoy ha sido una preciosidad. A pesar de que no estuviera en condiciones de procesar los mensajes que iba recibiendo, rotundos, serios, imperativos, ciertos.
Y como ese regalo parece que no era suficiente, me ha obsequiado también una frase de una película [no me ha quedado claro si me la recomendaba o no, si lo único que vale la pena es la frase en sí, no sé...]. La película se titula Una pastelería en Tokio y la frase de marras es la siguiente:
"Hemos nacido en este mundo para verlo, para escucharlo.
No importa en qué nos convirtamos.
No hace falta ser alguien en la vida.
Cada uno de nosotros le da sentido a la vida de los demás".
Pienso serenamente en la última frase y enlazo el pensamiento con el título de otra película que vi hoy por la calle, en algún póster de parada de autobús: Me gustaría que alguien me esperara en algún lugar [o algo muy similar] y también me ha parecido bonito. Que alguien espere a otro alguien, quiero decir... Solo en cines, señoras...
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