Me atrevo a dejarlo todo atrás. A poner límites. Acotar lo que resta o duele o es desproporcionado o excesivo. Y huyo.
Hacia delante o a los lados, despacio y en silencio. Recomenzando.
Esta técnica, a la que recurro de tanto en tanto, tiene bondades, según dicen los expertos. Pero no es fácil.
En esta ocasión está suponiendo una riada de novedades, personas, proyectos. Madurez. Energía. Nostalgia. Mucho por hacer. Distracciones.
Lo único invariable en mi vida desde hace algunos años son los hechos desequilibrantes (no, el csmbio ya no lo digo porque está manidamente repetido). Y el último hecho me recibió ayer mismo al entrar en casa.
El nivel de tensión, que ya de por sí era nuy elevado, ha dado un salto virando a nuevos temas de esos de los que sí preocupan de verdad según la trilogía eterna de la salud, el dinero o el amor.
Falla otra de esas patas. No puedo salir huyendo. Y a veces pienso eso de: si esto es la vida…
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