Pues sí. Tres meses desde la última entrada.
¡Quién me ha visto y quién me ve! Con lo aplicadita y seria y disciplinada que he sido para estas cosas del escribir...
Es un poco el mucho trabajo. Otro poco el moverme más que las aspas de un aerogenerador en día de viento. La falta de ganas, también.
Porque lo de no tener cosas que contar no me sería aplicable.
Que el reto sería hacerme callar, probablemente.
Pasan los días, los meses y los trimestres.
Sigo cambiando mucho de cama, cada semana. Llenas y vacías.
Hay gente y hay soledad en mi vida. Y desafíos.
Y cambios, también.
Poco gimnasio, mucho menos del que me gustaría y debería. Aunque hago ejercicio del tipo caminar, tanto como puedo.
Menos masajes desde que volví de Asia, hace cinco minutos. Tengo que retomarlo.
Qué calor insufrible pasé. Que no sé cómo pude soportarlo, francamente.
Lección aprendida, que comparto: jamás ir a Asia del este en agosto. Jamás. Aunque os inviten. Aunque os convenzan de que bueno y tal. No. Jamás. Hacedme caso por favor que mira que lo digo clarito.
El mundo es muy grande y hay lugares inexplorados. No vayáis a Asia en agosto. Os lo ruego.
Ni a final de julio. Ni a principios de septiembre, mira. Aunque este esté siendo atípico. Pero ahora están a 33, por ejemplo.
Y yo a 23 maravillosos grados, ahora mismo.
Avisadas quedáis. Os lo digo.
Buscad rincones más frescos para verano. Dejad Asia para Navidad. Porfa.
Aunque eso sí. ¿Os he dicho lo bonita que es Asia...?
Tenéis que ir.
Sin falta.
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