He ido, negra noche boca de lobo, con el puño lleno de corazones, pequeños, como yo. Me inquietaban los olores, las señales de aviso, “auriculares?”, los movimientos hacia delante y a ambos lados, “prensa?”, los golpes en las caderas por los zarandeos bruscos. Todo tan familiar, tan lejano, tan indeseado y a la fuerza.
He estado unas horas, justas para sentir un frío gélido, por dentro y por fuera, yo que vengo del veroño y sin calcetines. Sin mirar a ninguna parte para no reconocer, cara fija en la pantalla, buscando una entrada, un taxi.
Me estoy yendo como si me marchara a unas largas vacaciones a un paraíso en la mejor de las compañías. Ha sido suficiente. Este lugar no me trae buenos recuerdos sino todo lo contrario: unas profundas ganas de huir antes de darme cuenta de que haber venido siempre es un error. Siempre...!
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