Día dos de mi nueva propuesta vital. Llamémosla así, a colación del post de ayer. Dos cosas han desaparecido de mi vista. Y de mi vida. No molestaban porque estaban bien dispuestas, en posición simétrica y tenían un lugar. Pero eran inútiles.
Sigue dando un mini momento de placer, suprimir objetos prescindibles. Seguiremos viendo...
Pienso que lo que realmente quiero es dejar huellas de mis pies descalzos en una playa de arena gruesa, color ocre, y vacía. No sé el por qué de la tontería pero se me repite la imagen de las huellas y la playa, las visualizo, y mira que hace frío.
Desconozco si puede tener algún significado especial pero a continuación el alma me pide salir a borrar cada una de las huellas, todos mis pasos, con movimientos laterales, cortos, para rellenar el espacio, hacer ver que nunca existió la pisada y que si me moví fue por error y para cometerlos.
Hay otras muchas cosas que me gustarían pero hoy no. Hoy estoy un poco furiosa y enfadada conmigo misma. Decepcionada y en proceso de duelo, un poco más fría, precavida y desconfiada que ayer, que el domingo, sin ir más lejos. O el día 6. Eso no es relevante.
Sigo mascando frases, palabras, algún largo silencio que ha otorgado tantas cosas. Intentando comprender cómo caí de nuevo en la trampa y bajé la guardia. Rememorando ando un consejo: los nudos no se deshacen, se cortan. Y me resuenan unas palabras sabias: Sil, que ya no tenemos edad para andar deshojando margaritas día sí, día no...
Me sigue apasionando vivir. Habrá que recordarse aquello de que el amor comienza por uno mismo y que hay que andarse con ojo porque ahí afuera quedan personas complejas, que somos todo menos lo que parecemos, a veces. Es de lo que se trata, ¿verdad? Salir a vivir, por la puerta grande...
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