Ya no viajo en los taxis con la cabeza baja, ni disimulo. No evito reconocer lugares sueltos en los que estuve. He podido regresar con la mirada firme e incluso ganas.
Madrid ya no es un lugar prohibido, ni tengo que encerrarme en hoteles, ni esconderme o buscar caras conocidas entre multitudes.
Madrid ya no importa y es indiferente, como cualquier otro lugar. Ni fu ni fa. Madrid ya no me mata…!
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