Construir una maleta para tantos días y en pleno invierno, con muchas combinaciones para atender diferentes escenarios y actividades. Revisar por encima el neceser que ya nunca vacío porque soy bastante nómada y me organizo mal todavía. El paraguas! Un par de pañuelos de cuello y zapatos con suela de goma, para que me aislen de la Tierra. Pasar por el cajero a recoger esos papeles que ya casi nunca uso pero que hay que llevar por si acaso (como la ropa interior impecable por si tienes un accidente, como decía mi madre).
Qué más? Si…
Que me acompañen hasta la puerta de la estación y apuren el tiempo hablando en el coche de la mucha pereza, nostalgia y fastidio de la separación, larga. Que me abracen largamente, sin prisa, con fuerza.
Y seguir hablando de los planes que nos aguardan a la vuelta y de esas ganas mal disimuladas que tenemos de forzar el haber ido y regresado ya, muy rápidamente.
Hay abrazos que parecen cuevas en las que introducirse y sentirse a salvo durante vidas, miradas que no necesitan traducción ni palabras y momentos para retener eternamente.
Y hay cosas que no apetecen. Como tirarse al río helado, a alguien que no te gusta o ir a la capital del Reyno taaaantos días.
Pero soy fuerte. Y volveré empoderada y más llena de inputs que nunca…
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